Desarrollo integral sostenible para el campo colombiano en Sergio Fajardo.
Al igual que en la columna anterior (Que pueden ver aquí) hoy analizaré un poco el contenido de desarrollo rural en el programa de Sergio Fajardo. El candidato arranca su propuesta haciendo un diagnóstico y mostrando desde unas categorías de análisis diferentes a las de Gutiérrez, “otra realidad” del campo colombiano. Esta nueva realidad es más real y está más orientada a problemas de clase, acceso a la equidad, uso del suelo y ordenamiento territorial; apunta también a los problemas de educación, corrupción y enfoque de género (punto para Fajardo).
Con esto no estoy diciendo que me voy a decantar por este candidato, primero porque el voto es secreto (¿o secretosky y lleno de esperanza? Aún no sé) y segundo porque comparado con Gutiérrez, al menos las categorías de análisis sobre las que el crespo profesor de matemáticas plantea el problema inicial, son válidas y coherentes con la realidad del país.
Muy a lo Darren Aronofsky, Fajardo quiere arrancar poniéndole orden al caos y una de sus propuestas es “ordenar el campo para garantizar el acceso y la utilización de la tierra y así hacerlo más productivo y equitativo” y plantea siete puntos muy concretos para hacerlo y eso suena a que la propuesta es novedosa y ensoñadora y sí, lo es, solo que ya estaba contenido en el punto de la Reforma Rural Integral (RRI) y en cómo abordar el problema de la tierra en Colombia tratado en el acuerdo de paz con las extintas Farc. Lo bueno es que rescata los puntos más importantes y pareciera darle continuidad al acuerdo de paz; lo malo es que hay otro candidato que va un poco más allá en este mismo sentido. A diferencia de Gutiérrez, Fajardo planea implementar el catastro multipropósito como es y eso le da otro punto para lo de la seducción de votantes. Lo paradójico es que, de nuevo, tiene que seducir a votantes de Petro y no a los de Gutiérrez, eso explicaría por qué no despegó su candidatura.
El segundo punto, “un campo competitivo”, tiene buenas intenciones como la de fortalecer la educación rural a través del SENA y las universidades y la de hacer un censo para “transferir conocimiento de forma rápida, en apoyo de alcaldías, gobernaciones y de cadenas productivas privadas. Pasaremos de la vieja concepción de “transferir paquetes tecnológicos” a la del desarrollo de capacidades de los productores en los diferentes ámbitos requeridos para que tengan una actividad más productiva y sostenible”. Ahí hay al menos dos contradicciones. La primera: “transferir conocimiento de manera rápida” para generar desarrollo de capacidades de los productores. Lo lógico sería trabajar con los extensionistas actuales para transmitir y dialogar con familias campesinas, comunidades indígenas, afrocolombianas, raizales y palenqueras, y con comunidades Rrom para hacer intercambios de conocimiento y diálogos de saberes que permitan establecer qué hay en el campo (terriotorio) y cuáles son las necesidades y prácticas reales, de lo contrario esa seguirá siendo una visión desarrollista impuesta.
Para ser claros y hablar en términos académicos, estimado profesor Fajardo, las personas que producen alimento en el campo (colonos, indígenas, afro, Rrom, entre otros) son sujetos epistemológicos que crean, aplican, transforman, desechan y generan conocimiento. Así que, antes de generar capacidades, hay que saber cómo se han adaptado y resistido todos estos años.
Esto podría estar contenido en el numeral de escuelas de campo. Sin embargo, el concepto es más bien errado. Es posible que se refiera a las escuelas rurales con vocación o profundización agropecuaria, porque el concepto de ECA o escuelas de campo entre agricultures es una metodología de intervención participativa entre campesinos acompañada por extensionistas. Ahora, luego de ese numeral de las escuelas de campo “para conectar personas de grupos poblacionales diversos, en diálogo de saberes y aprendizaje teórico y práctico, para fomentar la producción local de alimentos” quiere establecer centros de investigación que complementen las funciones que hoy día llevan a cabo instituciones como Agrosavia y Cenicafé (una forma diferente de burocracia), para “generar conocimiento en biotecnología, modificaciones genéticas y gestión de los cultivos para hacerlos resilientes y amigables con el clima, así como para identificar aquellas especies que pueden resistir a condiciones climáticas extremas”. La pregunta que queda en el aíre es ¿a través de ese diálogo de saberes se tomará información de los pueblos originarios para luego trabajar con esta en modificación genetica? ¿Y los derechos de autor? ¿Y el patrimonio de conocimiento de los pueblos indigenas, afros y campesinos? No hay mención a esa co-creación conjunta y en lo que a mi respecta… no lo sé Rick, algo no me cuadra.
Básicamente porque, querido lector, esto estaría en contravía de apoyar la sostenibilidad del campo a través de la agricultura regenerativa contenida en el numeral 2.2, que debería ser el numeral 2.3 pero se equivocaron en la numeración (parece que un profe no revisó la tarea). Y es contradictorio, porque su idea principal a este respecto es “Para avanzar con la reducción de emisiones y la agricultura regenerativa, fomentaremos la industria nacional de agroquímicos naturales”; es posible que se refieran a fertilizantes organicos y/o biofertilizantes agroecologicos, porque si lo analizamos con detenimiento y entendemos que el petróleo es un recurso natural no renovable, los derivados de este también son naturales.
Hay una propuesta que llama mucho mi atención: “Desarrollaremos una política de investigación, protección, producción y promoción de semillas. Fomentaremos la recuperación de las especies ancestrales y criollas, su difusión, protección, distribución y técnicas de producción que permitan ampliar la oferta alimentaria”. La pregunta que me asalta de nuevo es: ¿con quién?, ¿bajo qué modelo de ciencia? y ¿con qué enfoque? A ¿son de qué? ¿A buscar quién? Porque a hoy, la investigación en ciencias agropecuarias tiene un enfoque positivista y fragmentario, mucha matemática y poca ciencia social, mientras que las comunidades indígenas, colonos y campesinos, raizales, palenqueros y Rrom tienen sistemas de conocimiento ancestral y visiones del mundo más holísticas que le vendrían bien a nuestro modelo de ciencia occidental positivista. Necesitamos, profesor Fajardo, ser más constructivistas.
El resto de la propuesta es ya un lugar común de lo que necesitamos hace más de 60 años: infraestructura (vías), riego y drenaje. Eso está bien, pero es lo mínimo que esperamos.
Entonces… ¿Por Fajardo en Desarrollo Rural?
SI y NO. Su propuesta presenta transformaciones necesarias para el campo, y comparada con la de Gutiérrez sería un buen primer paso en la dirección correcta, una transición acorde con el momento del país y con la realidad internacional que hoy vivimos de cara al cambio climático, PERO mantiene ese enfoque desarrollista y totalitario del conocimiento positivo (de golpe la matemática) y por ahí, por el ladito del desarrollismo, tiene un halo de imposición de modelo neoliberal y de centro de verdad sin que se construya desde lo local. Creo que ahí fallan Fajardo y sus asesores. Finalmente, creo que la propuesta de Fajardo en estos temas es tibia y no muy arriesgada a las transformaciones que hoy el campo requiere, pero es un buen primer paso, la decisión es suya, yo por lo pronto paso y revisaré lo que proponen el ingeniero Hernández y Gustavo Petro para tomar una decisión a este respecto.
One thought on “Un campo tibio en transición a La transformación”
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