*Estas líneas son a título personal, no en nombre de ninguna colectividad u organización de las que hago parte.
Al escuchar la defensa que hacen algunas mujeres y hombres a la reestructuración de la Secretaría de las Mujeres de Antioquia propuesta y adelantada por Andrés Julián Rendón, fácilmente puede dar la sensación de que los derechos de las mujeres, secretaría incluida, han sido caprichos satisfechos por políticos paternalistas, y no producto de décadas de lucha del Movimiento Social de Mujeres y Feminista, tanto de Antioquia como de Colombia y el mundo.
Es común que la historia del feminismo se empiece a narrar partiendo de la lucha sufragista, que buscó y conquistó el derecho al voto para las mujeres. Este tramo del camino histórico no se dio porque un grupo de mujeres se reunieran y pensaran: “oye, que chévere ir a votar”. No. La intención de conquistar el voto femenino fue lograr el reconocimiento como sujetas políticas con capacidad de incidencia en las decisiones de alto nivel, a lo que, naturalmente, le seguiría la posibilidad de participación y representación política de las mujeres para las mujeres en los escenarios de toma de decisiones. Y de nuevo, no porque fuera ‘chévere’ habitar estos espacios, sino porque las decisiones que se toman en estos escenarios afectan directamente la vida de las mujeres, en lo público y en lo privado.
Esto no se dimensiona porque lo que se narra con fuerza es el momento en que se aprueba el voto femenino, no toda la violencia política que vivieron las mujeres que pusieron el cuerpo para lograrlo antes y después de su declaración. Y que seguimos viviendo hoy de la manera más descarada. Si quieren una prueba, vean el debate de Control Político que se dio en la Asamblea Departamental de Antioquia el pasado 22 de julio, donde hubo violencia política de principio a fin, pero especialmente las intervenciones finales de ciertos diputados de derecha.
El gran objetivo de la lucha por el sufragio femenino y de todas las que vinieron después como el acceso a la educación, al divorcio, la planificación familiar, el aborto, la no violencia, etc., y que seguimos dando hoy en duda, es el mismo: la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Es decir, que realmente podamos vivir y desarrollarnos en igualdad de condiciones (diferente a ser iguales), sin discriminación de ningún tipo.
Sin el posicionamiento de las mujeres colombianas como sujetas políticas no se habría logrado su incidencia en la Constitución del 91, que fue lo que sentó las bases en Colombia para la igualdad formal, esa que se da ante la ley que dice que todas y todos somos iguales. Pero desde varias décadas antes las mujeres han trabajado y presionado para que el Estado destine recursos para sus necesidades particulares, logrando que se desarrollaran programas y proyectos para ellas que, aunque en un primer momento se orientaron a atenderlas en sus roles de ama de casa, cuidadoras y madres, que las políticas públicas incluyeran a las mujeres en sus indicadores, ya era un hito.
Con todos estos esfuerzos, en Antioquia particularmente, en 1992 las mujeres logran una conquista gigante: sus demandas comienzan a institucionalizarse con una entidad administrativa departamental denominada Subsecretaría de las Mujeres que, en 1995 pasa a llamarse Consejería Departamental para la Equidad de Género y en el año 2000 se eleva su rango a Secretaría de Equidad de Género para las Mujeres. Hasta el 2015 que se cambia nuevamente su nombre a Secretaría de las Mujeres de Antioquia, como la conocemos hoy.
Son diferentes rangos, nombres y mujeres que la han liderado, pero siempre ha tenido el mismo objetivo: avanzar en la consecución de la igualdad real y efectiva de las mujeres del departamento. Y es por eso que siempre ha sido por y para las mujeres, pues un elemento clave que a mantenido la secretaría en toda su historia es la implementación y transversalización de la perspectiva de género.
Y aquí, después de varios días escuchando los discursos de respaldo al borrado histórico que está llevando a cabo Andrés Julián, se hace necesario aclarar que la perspectiva de género no es mujerismo, no se trata de contar vaginas. Es una perspectiva epistemológica que analiza la organización social en base a relaciones jerárquicas de dominación-subordinación, en la que los hombres siempre han estado en posiciones de poder. Solo con esa mirada se pueden identificar e intervenir en las necesidades e intereses de las mujeres, pues solo la perspectiva de género proporciona las herramientas para comprender las implicaciones y consecuencias de la subordinación de las mujeres.
Y ojo que está aclaración no es porque Andrés Julián o las y los defensores no sepan lo que es la perspectiva de género. Yo ahí difiero de algunas mujeres que insisten en la necesidad de esfuerzos pedagógicos con quienes ocupan el poder. Yo creo que ya estamos grandes para eso, pues la información está a la mano desde hace muchos años y hablamos de personas privilegiadas, con acceso a la educación y a la información. Aquí no es falta de conocimiento. Es, en palabras de la abogada feminista Sheyla McIntyre, ignorancia cultivada, ese acto performativo de ignorar deliberadamente las condiciones de desigualdad y los mecanismos para sostenerla (como la violencia basada en género) y, por tanto, no hacer nada para cambiarla abrazando sus privilegios patriarcales.
El caso es que la Secretaría de las Mujeres de Antioquia vuelve a cambiar de nombre, pero está vez no para continuar avanzando y fortaleciéndose, sino en el marco de un violento backlash contra las mujeres antioqueñas. Ahora será Secretaría de las Mujeres y Cuidado y se le van a integrar la que se conocía como Gerencia de Infancia y Adolescencia, ahora Dirección de la Familia, y la Gerencia de Seguridad Alimentaria y Nutricional, MANÁ, pasa a ser Dirección de Nutrición.
– Bueno Ana, pero la secretaría no desaparece como están diciendo y es por ahorrar dinero, antes les están dando más platica a la secretaría. –
Pues no querides. La esencia de la secretaría, que es histórica y pionera en el país, desaparece. Entonces sí, la Secretaría de las Mujeres de Antioquia como la conocemos, con capacidades y herramientas para trabajar por el cierre de brechas de género y el avance en las condiciones de igualdad (para lo que tampoco tenemos indicadores claros en el plan de desarrollo departamental), desaparece en medio de un brutal ejercicio de violencia simbólica.
La insistencia de cientos de mujeres para poder votar y participar en política, repito, no era un capricho. Se buscaba tumbar el muro que nos mantenía enclaustradas en el ámbito de lo privado, diseñado por los hombres para las mujeres, para que nos dedicáramos exclusivamente a las labores del hogar y del cuidado y a satisfacerlos, sin remuneración, y que, en cambio, pudiéramos acceder a lo público, diseñado por y para los hombres, donde se toman decisiones esenciales para la vida de todas, todes y todos. En últimas, siempre se ha buscado acabar con la división sexual del trabajo, que dice que las mujeres se dedican a los cuidados y los hombres a la producción económica y política, y que mantiene las estructuras de discriminación y desigualdad.
La reestructuración de la Secretaría de las Mujeres de Antioquia ligada a los Cuidados tiene dos efectos previsibles muy graves que solo produce retrocesos. Por un lado, refuerza estereotipos y roles de género, al establecer que somos las mujeres las encargadas del cuidado. Reforzar estereotipos y roles de género es violencia simbólica, es lo mismo que hacen los chistes sexistas. Y la violencia simbólica es el punto de partida y la columna vertebral de todas las violencias basadas en género. Les recuerdo que la semana pasada se reportó que, en menos de 72 horas, 4 mujeres fueron víctimas de feminicidio solo en Antioquia. Y van más de 417 en el país en lo que llevamos de 2024, la mayoría a manos de exparejas o miembros de la familia de las víctimas. La familia es el lugar donde las mujeres cuidamos, pero también es el lugar donde nos matan, y Andrés Julián quiere encerrarnos ahí, empezando por la dimensión simbólica de las relaciones humanas y el orden social.
Y, por otro lado, al reforzar esos estereotipos y roles de género, se despolitiza el cuidado. El trabajo doméstico y de cuidados no remunerados equivale al 20% del PIB nacional, y lean bien que es no remunerado. Mientras buscamos que el cuidado se reconozca como una fuente económica vital y que, además, es responsabilidad de todas las personas, no solo de las mujeres, Andrés Julián decide quitarle toda su potencialidad social y política para decirnos a las mujeres que nuestro lugar es el hogar a cargo del cuidado de les niñes y la nutrición. Aquí la violencia simbólica transciende a violencia económica.
Que le den más plata a la secretaria no es ningún favor. Nos están encargando a las mujeres de 3 obligaciones gigantes de la Gobernación de Antioquia: infancia y adolescencia, nutrición y sistema departamental del cuidado. Esto es un lavado de manos, no un gesto de buena fe.
Esto es un retroceso de décadas en la garantía de los derechos de las mujeres. Es inconstitucional. Y además reduce los esfuerzos de atención y protección para la infancia y la adolescencia de Antioquia al meter en una misma bolsa recurso financiero y humano.
Esto es un backlash y es un proyecto de país, no de departamento. No es gratuito que se inicie en el departamento donde surgió el primer movimiento político feminista. No es gratuito que todo esto ocurra después de lograr la despenalización del aborto. No es gratuito que esto empiece cuando tenemos la primera vicepresidenta negra. No es gratuito que Andrés Julián no quiera hablar con nosotras y escucharnos, guardando un silencio que se traduce en violencia institucional, y en su lugar sean mujeres sin capacidad para la toma de decisiones las convocadas a desconocer la historia que las llevo a sus cargos para buscar confrontación entre mujeres, como si la discusión fuera con ellas, lo cual también es violencia política, para continuar con la violencia simbólica, reforzando el estereotipo de género que nos divide y aísla a las mujeres al presentarnos como las exageradas que peleamos entre nosotras.
Y ustedes, compañeras, se están prestando a eso ¿No les da pena defender la falta de rigurosidad de una reestructuración que nos afecta seriamente y ni estudios técnicos tiene? ¿Qué incumple la ley al no tener consulta previa con las mujeres de grupos étnicos? ¿No les da pena defender la aniquilación de nuestra historia como mujeres políticas?
Los derechos de las mujeres no se negocian, no se recortan, no retroceden. Antioquia no avanza si los derechos de las mujeres retroceden.
Gobernador Andrés Julián ¿Cuándo va a hablar con nosotras?