Sin querer queriendo (1)

Ya hablé de política (especialmente por el paro), porno, narco y, como variación de todas las anteriores obscenidades, deporte [1]; pero no podría ser un opinador al uso si no hablo de economía. Quiero llamar la atención de dos fenómenos recientes que explican el comportamiento consuetudinario de nuestra economía. Hablamos del café y el petróleo. El primero es casi un símbolo nacional, una insignia, y el otro producto base de la empresa que más ingresos genera en el país [2].

Empecemos por el café. No se puede entender la historia económica de Colombia sin el café, que representó el origen primigenio de las divisas de un producto no mineral y la base para incrustar al país en el mercado mundial y la industrialización [3]. El café tiene una ventaja importante por ser una actividad agrícola que puede cubrir un amplio territorio y emplear a una multitud de productores de manera más o menos democrática y propiciando una propiedad igualitaria de la tierra, diferente a la concentrada explotación minera que fue y ha sido otros de los renglones básicos de la oferta exportadora. Pero el café ya no es lo que era, en parte por su geografía, que se ha desplazado más al sur con Huila como el principal productor, y en otra parte por su tamaño, porque ya la economía colombiana apenas tiene menos del 8% de su PIB en todo el sector agrícola [4]. Sin embargo sigue siendo importante, principalmente por su organización, misma que por momentos y en muchos lugares ha encarnado todo un paraestado (en el mejor sentido de la palabra) llevando servicios y bienes públicos a las poblaciones rurales.

Esa importancia se nota en cada movilización cafetera por lo mencionado antes de que emplea una gran cantidad de productores, la mayoría pequeños. La economía del café irriga ingresos a más de medio millón de familias [5] y el hecho mismo de esa cantidad de pequeños productores genera una gran vulnerabilidad. La película que estamos acostumbrados a repetir es que los cafeteros no tienen ingresos suficientes para hacer viables económicamente sus explotaciones. La petición ordinaría casi siempre se centra en el subsidio a la carga de café, para que viabilice esa explotación en determinado momento de coyuntura en coyuntura adversa, sucesivamente. Esos subsidios se justifican en la medida que la economía cafetera posee un tamaño e impacto lo suficientemente considerables como para no dejarla caer, y pensando en una eventual recuperación del mercado. En este caso, me parece una buena inversión porque el café ancla población hacia lo rural, incluso con procesos de reruralización estacionarios, evitando las economías ilegales en esos territorios y/ la irradiación de más miseria a las urbes.

En los últimos tiempos el sector ha tomado algunas medidas para asegurar su viabilidad y sostenibilidad. Crean que para los campesinos, las bases, a diferencia de los ejecutivos de la Federación Nacional de Cafeteros, resulta muy desgastante movilizarse políticamente. El sector cafetero tiene en sí mismo una gobernabilidad bastante compleja, con elecciones propias, cruciales en sus respectivas regiones son. Entonces, se han creado mecanismos como el Fondo de Estabilización del Precios del Café (2019) [6] de parte del estado y el mercado de futuros como desarrollo sectorial. Sobre el segundo quiero llamar la atención luego. El citado fondo busca estabilizar el precio interno y el ingreso cuando se afecta la cosecha como tal.

Ahora, el mercado de futuros es la especulación de toda la vida. Bueno, llamémoslo, expectativa, inversión, proyección. Sencillamente en el mercado se negocian entregas de cosechas próximas, con títulos como cualquier otro valor de mercado y, por supuesto, con una fecha. Lo que pasó recientemente fue que se habían negociado futuros por un millón de pesos la carga cuando el precio era menor ($800.000), pero al momento de vencerse la cotización era superior ($1.400.000) [7], debido a las heladas que afectaban al sector en Brasil. Por eso ahí tenían los productores un incentivo poderoso para incumplir los acuerdos, para ganar $400.000 en cada carga. Claramente el riesgo reputacional del sector comprometía, valga la redundancia, el futuro de los futuros para situaciones donde podría ser una tabla de salvación ¿Ustedes que harían?

Por ahora dejare hasta aquí con la columna, para continuar en otra hablando del petróleo e incluir la conclusión, la próxima semana.

P.S: El café colombiano, el grano, tiene tanto valor como el algodón para la industria de la moda antes de ser convertido en tela, luego en prendas y, finalmente, etiquetado y comercializado.

Coletilla

Muchas gracias por los RT a la anterior columna. Trabajo en la que prometí y procuro que sea tan ilustrativa como la del porno, con diagramas.

  1. https://losjuanetes.net/
  2. https://www.valoraanalitik.com
  3. PALACIOS ROZO, Marco Antonio, et al. El café en Colombia, 1850-1970. Una historia económica, social y política. El Colegio de México, 2010.
  4. https://datos.bancomundial.org
  5. https://www.cafedecolombia.com
  6. https://www.portafolio.co
  7. https://www.larepublica.co

Flacuchento con determinación. No estoy aquí para tener a nadie contento/a. Te tuteo.

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