Comparaciones deportivas

Hubo un tiempo en el que fui más entusiasta con los JJ. OO; estudié su historia antigua y moderna, toda llena de curiosidades, los problemas de sostenibilidad del evento como tal, especialmente lo económico, y no me perdía el show de la inauguración. Ahora le veo menos sentido a un ciclo olímpico por el calendario movido forzosamente (gracias, C-19). No creo que puedan ser de los mejores, pronóstico importante en la filosofía del “Citius, fortius, altius”. Sin embargo, el mundo si encuentra un entretenimiento en Tokio 2021 y con razón: la excitación de la competición como alternativa a la expectativa de la conflictividad social o la inacabable pandemia.

Entre lo poco que he visto, hay algunos artículos que seguramente reciclan cada Olimpiada, para hacer comparaciones entre países; PIB vs medallero, población vs medallero y la falta de correspondencia entre esos factores que trastocan la diferencias convirtiendo en gigantes a países pequeños en otros aspectos. Para empezar, no creo que sea un tema para ver en recursos brutos como la producción o la población, en lo primero faltaría saber el % dedicado al deporte de cada país (datos que no existen en una metodología universal)  y en lo otro, la población practicante de actividad física. Ambas circunstancias varían mucho entre países y se relacionan con los que podemos llamar la cultura deportiva, misma cultura que involucra una buena medición de la misma —la española es admirable porque lo hacen periódicamente desde los años setenta—.

Pero, como lo saben mis amix de antropología, cultura siempre pueden ser un concepto demasiado amplio y bien difícil de captar en una observación que pretenda mensurar de manera estricta; mejor tomar aspectos mucho más acotados. Prefiero hablar de hábitos físico-deportivos para resumir a las diferentes disciplinas deportivas que se practican dentro de una organización institucionalizada.

Bien, el ser humano es eminentemente lúdico, mas el deporte como lo conocemos es un invento eminentemente moderno y marca una nueva era a la par de la vida moderna. Rituales lúdicos con diversos significados han existido en toda la historia, como los mismos juegos olímpicos en la antigüedad tenían un significado profundamente religioso dentro de la Hélade. Por eso no importa si en tal o cuál pueblo mesoamericano se inventaron al ‘fútbol’ o hay un registro chino milenario de un deporte parecido; porque no exista lo que conocemos como deporte, era juego o lúdico, pero no deporte. Eso aparece cuando se reúnen una serie de características del mundo industrial como la estandarización, el registro y la especialización. En los juegos prístinos la pelota podía llevarse de un pueblo a otro durante días completos, la gente no se fijaba ni tenía como registrar objetivamente tiempo y distancias; y nadie se dedicaba a tiempo completo a perfeccionar una técnica para competir. Si les interesa el tema bien puede revisar los trabajos de Norbert Elias y compañía (Deporte y ocio en el proceso de la civilización).

 Entonces el deporte aparece como una organización que conlleva cada vez más recursos. Ahí está lo importante, cuál es la dedicación que como sociedad hacemos de recursos al deporte y no me refiero al presupuesto de ningún ente en particular; si lo fuera a hablar en términos netamente económicos, cuál es el peso del deporte en nuestra canasta básica y nuestro orden de prioridades al respecto. Un país generalmente rinde en un deporte porque hay miles de personas detrás soportándolo; centenas de clubes que propician un proceso extensivo e intensivo de clasificación. Claro, estadísticamente por términos de población deben existir talentos excepcionales, pero esos talentos deben ser encontrados, formados y expuestos a un ambiente altamente competitivo —lo digo por la ilusión simplista de que en China o India hay un Messi entre tantos miles de millones—. No, una sociedad con una pobre cultura deportiva, definida por sus hábitos y consumo en esas prácticas, no puede esperar mucho de sí frente a otras que le dedican recursos empezando por el más básico: tiempo.

El tiempo dedicado al deporte lo despreciamos desde el pobre lugar que tiene la educación física en nuestro sistema escolar. Desde ahí todo mal y ni compararnos con el sistema universitario de otros países en ese mismo tema. Puede sonarle a alguno lo que dijo cierta tuitera de priorizar problemas, dentro de nuestra carencia, por encima del deporte; mientras otros resalten los valores y beneficios para el desarrollo personal y tejido social. Me inclino más sobre el segundo punto porque la actividad física no constituye lujo sino una necesidad que puede encausarse por este medio y como una construcción colectiva. Ahí yo metería hasta al baile, porque mucha gente bailando hace que tengamos un nivel promedio de habilidad superior y el principio de la creación de estilos para ir más allá de los límites. Eso mismo pasa en el deporte cuando la aparición de una estrella deportiva no ocurre por accidente (lo más común aquí).

Coletilla:
Den RT a la columna si les interesa que luego exponga la perspectiva de campo social aplicada al deporte, que explica una cuestión como la superioridad del fútbol femenil estadounidense, y comparta mi experiencia académica al respecto con algo de pedagogía sociológica.

Flacuchento con determinación. No estoy aquí para tener a nadie contento/a. Te tuteo.

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