No lo vimos venir y simplemente pasó. Llegaron a la segunda vuelta presidencial dos opciones, una de ellas de cambio y la otra, en mi opinión y la de muchos -creo-, un sofisma de distracción del establecimiento para intentar o aparentar un cambio. El estallido social, la pandemia y la inoperancia del gobierno Duque, develaron lo que sistemáticamente se ha ocultado por años. Somos parte de un estado inequitativo, racista, clasista, mafioso e indolente.
Nuestros niños mueren de hambre en las mal llamadas “goteras” de las ciudades, cinturones de miseria que se conformaron de manera natural por las expulsiones que el capital genera en su afán transaccional de producción y control. Nuestros indígenas son masacrados o desplazados de sus resguardos y territorios, aunque sean la primera línea de defensa para combatir el cambio climático y dar equilibrio a la tierra. Nuestros hermanos afrocolombianos fueron abandonados a su suerte desde el mismo momento en el que se independizaron del blanco europeo y del criollo con poder y aunque san basilio de palenque sea patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por ser el primer pueblo libre de América, de títulos no podemos comer ni vivir. La corrupción hecha clase política, se pasea rampante por todo el territorio nacional.
El próximo domingo tenemos que elegir entre dos opciones. Una de ellas basa la construcción de su propuesta programática en la ecología política y pone a la vida y a la naturaleza en el centro. La otra, no aguanta un análisis porque esta pegada con babas y así como nos respondieron a nosotros que el ingeniero no tenía programa de desarrollo rural, también le respondieron a Forbes que declinaban la invitación que le hicieron a los equipos económicos de los candidatos para discutir las propuestas y el de Hernández (https://twitter.com/i/spaces/1OyJADYdPvzGb) no existe.
Tenemos que elegir entre la afirmación lanzada por Francia de querer “vivir sabroso” de las comunidades afrocolombianas y el buen vivir de los pueblos indígenas o el sobrevivir al que estamos sometidos quienes no hacemos parte de ese 4% de la población privilegiada del país. Y no me malinterprete querido lector, ese 4% también tiene derecho a vivir sabroso y a ejercer el buen vivir; pero ojalá fuera por mérito y no por palanca.
A Francia Márquez, le cayeron encima sin entender que el vivir sabroso no es solo una afirmación que en ella tiene un sonido especial, no porque ella en sí misma represente la esperanza de quienes han estado oprimidos durante toda la vida; sino porque esa afirmación tiene una carga filosófica impresionante. El vivir sabroso es una filosofía de vida que se instala en modos de vida de las comunidades afrocolombianas que usan ese concepto como una forma de organización espiritual, económica, social, cultural y política dentro del territorio. Es una filosofía de vida que busca la armonía entre el entorno territorial y natural con las personas, pero para entenderla hay que entender el concepto de territorio, que es mucho más complejo que el pedazo de tierra que tienen en la cabeza los terratenientes que se resisten a la implementación del catastro multipropósito o a una reforma agraria.
El vivir sabroso tiene su equivalente en las comunidades indígenas con el buen vivir. Esta otra filosofía nació como respuesta y propuesta de reivindicación de los pueblos indígenas suramericanos que buscan vivir de manera armónica con la naturaleza y manteniendo su equilibrio en comunidad alejándose de la forma de ver la vida como la ven los occidentales. El Sumak Kawsay el vivir bien o el buen vivir, tiene también una carga filosófica y un sentido práctico representado en la experiencia, la historia, la vida en comunidad y en el territorio para vivir la vida plena o la vida en plenitud. Esos dos conceptos se enlazan a través de la ecología política en el programa del pacto histórico.
Del otro lado está el sobrevivir, para eso usted querido lector puede apegarse a su amigo imaginario favorito, en el caso de Ingrid, a la virgen María. Pídale perdón y sabiduría mientras su candidato vende la imagen de un viejo chabacan, misógino, grosero, y violento. Un candidato que no tiene programas en profundidad y que apelará al sentimiento antipetrista de los colombianos de bien, para convertirse en presidente. Hernández no solo representa hoy al establecimiento, porque allá llegarán todos, representa al patriarcado en pleno, vende la imagen de playboy otoñal para ganar adeptos entre las clases populares mientras cosifica a las mujeres que, además, ya han sido bien maltratadas por él y su campaña. Si gana Hernández, el reto no será el buen vivir o el vivir sabroso. El reto será sobrevivir a otro gobierno más del establecimiento, a otro gobierno en dónde la vida de los lideres sociales se pierda, en el que se paren por completo departamentos por los grupos armados, en el que crezca la desigualdad social, aunque el crecimiento económico del país se mantenga.
La decisión es suya querido lector. Salga temprano y vote, vote a conciencia y vote ojala por un cambio, en el que podamos disfrutar de esa vida plena del Sumak Kawsay, en donde podamos vivir sabroso.
Fuera de la columna.
Hoy tenemos space en twitter a la noche!! Nos escuchamos por ahí. Vamos a vivir sabroso!
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