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El horizonte histórico de la violencia

La violencia ha tenido un lugar central en la historia de la humanidad, algunos pensadores incluso le han dado el carácter de partera de la historia, y otros la han concebido como la causante de la deshumanización y la destrucción de la propia civilización. La violencia, la guerra y la destrucción se encuentran íntimamente vinculadas con la historia del hombre y el nacimiento de la sociedad moderna, y no son pocos los autores que han reflexionado sobre su significado, sus expresiones, sus causas y consecuencias.

A la gran pantalla han sido llevados múltiples conflictos, guerras, confrontaciones militares, guerras civiles, revoluciones, que despliegan implícita o explícitamente múltiples formas de violencia, tanto desde una visión histórica que busca recrear los grandes acontecimientos bélicos, como desde lo ficcional que inventa mundos conflictivos. En uno u otro caso la violencia es la gran protagonista Se manifiesta de múltiples maneras, desde la violencia física, pasando por la violencia simbólica y cultural, estructural, hasta la violencia de género.

El cine ha sido prolífico en retratar conflictos de tipo militar, desde la clásica Sin novedad en el frente (1930) de Lewis Mileston, pasando por Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa, Rescatando al soldado Ryan (1998) de Steven Spielberg, hasta Dunkerke (2017) de Christopher Nolan y 1917 (2019) de Sam Mendes. En cada una de estas películas ha buscado retratar desde distintos puntos de vista los conflictos militares. Se concentran en las historias de soldados, tropas o comandos particulares que expresan un elemento que desean subrayar de la guerra, bien sea el honor, la superioridad, la lucha contra la adversidad, la disciplina, la victoria, o bien, el dolor la tristeza, la presión, el trauma y hasta la locura. Abordar la guerra desde el cine implica un desafío no solo técnico para recrear y representar algo de por sí macabro como peleas, explosiones, despliegue armamentístico, tácticas y estrategias militares, sino por proponer una reflexión más allá de las armas y de la violencia, que sitúe al hombre en relación con el conflicto, con sus dramas, sus dolores, su propia deshumanización.

La violencia que retratan la mayoría de películas que se inscriben en lo que puede denominarse cine bélico podría calificarse como una violencia estatal que es legitimada por un aparato de Estado que justifica el uso de la fuerza para atacar, confrontar, invadir o desalojar a su enemigo. Es una violencia legítima que construye sus razones a través de unas causas que se aceptan para tomar las armas y defender la patria o la nación. En este sentido, la guerra no significa sino la continuación de las relaciones políticas por otros medios, por tanto, las razones de una confrontación van más allá de las aparentes y las que se ponen en los discursos para aupar a los combatientes. Se trata de películas exacerbadamente patrióticas en las que la propaganda política y nacionalista le ganan a la autorreflexión. Se articulan en un discurso del agravio, la vendetta, la “pacificación” o la guerra contra el terror y la barbarie que impele a los ciudadanos a enlistarse y hacer parte de la guerra. Generalmente apela a los hombres, a su honor y su hombría, y los lanza a la confrontación. En este contexto, Joyeux Noël (2005) dirigida por Christian Carion y Hacksaw Ridge (2016) dirigida por Mel Gibson, son producciones que proponen resistir a la guerra, porque evidencian los horrores del uso de las armas. En tiempos violentos y convulsos como los actuales entre Rusia/Ucrania -como los de siempre en la historia de la humanidad- estos filmes se convierten en una denuncia a la naturalización de la violencia de la guerra.   

La humanidad en la guerra

A riesgo de parecer cursi considero que una muestra fehaciente de amor a la humanidad es resistirse a reducirla por medio de la violencia, esto es, usar la fuerza con el fin de dominar e imponer.

Las películas Joyeux Noël (2005) y Hacksaw ridge (2016) están inscritas en este tipo de cine bélico. Uno de los elementos centrales y novedosos en la reflexión, que proponen ambas películas, es que los sujetos tienen un papel activo, pues en medio de la confrontación no son meros receptáculos pasivos de las órdenes de los comandantes y mandos militares, sino que buscan adecuarlas a sus propias circunstancias o creencias; desobedecen en la medida en que no comparten plenamente las órdenes frías y calculadas de otros militares que muchas veces ni siquiera están en el propio campo de batalla, como sucede en Paths of Glory (1957) de Staney Kubrick.

Joyeux Noël (traducida en español como “Noche de paz”) es una película cuya fuente es la historia misma. Retrata el acuerdo tácito de paz entre las tropas de Alemania, Francia e Inglaterra en la navidad de 1914, durante el comienzo de la primera guerra mundial, en el que se llevó a cabo un acontecimiento que se conoce como la tregua de navidad. Yves Buffetaut en su libro Las batallas de Flanes y de Artois 1914-1918, en el capítulo “La increíble Navidad de 1914”, describe los momentos en que los oficiales y soldados hacen una tregua no oficial la noche de navidad e intercambian canciones, obsequios, experiencias y comparten el agotamiento y el desacuerdo con la guerra. Con un tono romántico, Carion propone un ejercicio de memoria sobre la historia para no olvidar que hubo soldados que murieron por una causa innecesaria. Además, resalta la importancia de dar a la guerra un rostro humano, para ello hace uso de diálogos, objetos y primeros planos que conectan con el espectador y lo conmueven. Un reloj que no se detiene, sino que por el contrario enciende su alarma con un disparo; una gaita que tocan soldados escoceses para despedir soldados alemanes porque la tregua ha terminado; un soldado francés que pide a un sacerdote escocés que bendiga los cuerpos caídos en batalla; un joven que va a la guerra para que algo suceda en su vida y de pronto su vida se detiene ante sí. Son muchas y muy bien logradas las escenas que invitan a reflexionar sobre la naturaleza sentipensante de los hombres y su resistencia a la guerra. Dar a la guerra un rostro humano o humanizar la guerra abarca una dimensión ética que invita a pensar el sentido de pelear en un campo de batalla o hacer una tregua y encontrar otras formas de coexistir

Para el director no se trata solamente de ver el cine como entretenimiento, sino como un ejercicio de reflexión, ya que “las películas que [quiere] hacer deben tener un significado”. Lo plantea en una entrevista para personal de Hollywood.com. Este es un elemento importante, no sólo porque trata un tema como la violencia de la guerra con bastante rigurosidad, sino también porque convierte al cine en herramienta para informar sobre aspectos desconocidos que se han querido olvidar. Muchos soldados no querían combatir, sino confraternizar y sabemos esto gracias al film de Carion.

Por su parte Mel Gibson, en coherencia con su creencia católica, hace en ese biopic un homenaje a Desmond T. Doss, objetor de conciencia que es recordado en la historia por no haber disparado y, por el contrario, haber salvado decenas de vidas como camillero durante la segunda guerra mundial. Es una ironía que alguien se enliste para ir la guerra y se rehúse a usar un arma, sin embargo, la manera como dirigió Gibson y la actuación de Andrew Garfield, hacen que el espectador se envuelva en la cinta y le resulte comprensible, incluso si fuese ateo por la manera en que resalta la importancia de desnaturalizar el uso de las armas.

El filme cuenta con uno de los mejores efectos especiales y con imágenes realistas que transmiten la crudeza de la guerra. No obstante, aunque el principio se hace largo y muy pausado, los puntos de giro hacen la historia cada vez más apasionante

Las películas que se han citado contextualizan las causas de la guerra en tanto están inscritas en unas lógicas de superioridad que reproducen de manera jerárquica el poder, donde es tan absoluta la orden de un mando militar que sus subordinados nunca podrán cuestionarla, ni interpelarla; están “obligados” a obedecer, a ejecutar las órdenes impartidas y no pensar. Lo más acertado de los directores ha sido crear un contenido que resista a la violencia de la guerra y a cadenas de mando que transgredan las convicciones e intuiciones afines a una política de vida, mientras dan una forma entretenida y conmovedora para sus espectadores, como el cine sabe hacerlo.

Consideraciones finales

  • El cine bélico no sólo defiende el patriotismo y los actos heroicos de un “galán” que, justamente es quien más asesinatos comete (llámese Rambo o Ryan), es también un reflejo del hastío que se siente estar lejos de quienes se quiere por razones mezquinas y ajenas a quienes combaten. Ambas películas evidencian eso
  • No existe una naturaleza mala o una naturaleza buena de los hombres, como afirmaron los filósofos clásicos. Hay una propensión al bien o al mal, y se pueden tomar decisiones individuales o colectivas según eso. Las películas referidas reflejan esa capacidad de decisión incluso en un ambiente tan hostil como la guerra
  • El cine, como arte en la era de su reproductividad técnica, puede ser también un elemento de reflexión y acción que retrate, evidencie, socialice y denuncie situaciones de injusticia o de descontento, que impliquen la reflexión y la participación activa de la sociedad

Liz Evelyn Echavarría Hoyos

Soñadora Cósmica. Socióloga. Estudiante de crítica de cine. Librera.

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