El domingo en la tarde, ya empezando la noche, mientras una mezcla de emociones se paseaba entre los miembros recurrentes de este proyecto, una idea se materializó en la visión de Santiago. Esta idea, en mi entender, se trata de un ejercicio de análisis sobre retos y temas pendientes, en diferentes frentes de interés, para el periodo de gobierno que se avecina. Mis compañeros y quien quiera colaborar lo entenderán a su manera y espero que esta edición traiga múltiples puntos de vista que sirvan para entender la manera en que vemos el presente y el futuro que soñamos.
La sostenibilidad es un reto transversal que implica pensar de manera integrada nuestras decisiones, sociales e individuales, así como las consecuencias de estas. Hoy día, sin embargo, este adjetivo es usado en muchas ocasiones para darle un sentido, a veces inflado, a cada paso, decisión, propuesta y campaña que se adelanten, buscando al usarla, darle un sentido de preocupación por el planeta y el futuro, que en muchas ocasiones no es más que un acto publicitario que de fondo solo busca mantener las cosas como están.
Siendo tan disímiles los usos del concepto y tan amplia la discusión sobre su significado, el reto de la sostenibilidad a veces se dibuja como un adorno genérico que se concentra en el ambiente mientras repite el mantra de la definición global acuñada en los años 80 en nuestro futuro común: “aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”.
Esta definición, ampliamente difundida es lo primero que escucho en cada discurso y análisis sin profundizar más allá en las raíces de sus significado; muchas veces incluso he creído que quienes citan el informe Brundtland en realidad no lo han leído y solo se aprendieron esa parte, pero esa es otra discusión. Hoy el reto es escribir sobre los retos (valga la redundancia) de la sostenibilidad, de acuerdo con lo que esperamos en un gobierno que promete el cambio y ha hecho de esta una de sus banderas de lucha.
Así que voy a volver a Brundtland, tomando un extracto escrito en los años 80 que aún considero pertinente para entender una parte de aquello que necesitamos. Se lee en el documento que, para alcanzar el desarrollo sostenible se requiere[1]:
- un sistema político democrático, que asegure a sus ciudadanos una participación efectiva en la torna de decisiones;
- un sistema económico capaz de crear excedentes y conocimiento técnicos sobre una base autónoma y constante;
- un sistema social que evite las tensiones provocadas por un desarrollo desequilibrado;
- un sistema de producción que cumpla con el imperativo de preservar el medio ambiente;
- un sistema tecnológico capaz de investigar constantemente nuevas soluciones;
- un sistema internacional que promueva modelos duraderos de comercio y finanzas;
- un sistema administrativo flexible y capaz de corregirse de manera autónoma.
Y con esto, creo que los retos son claros y están vigentes a pesar de estar sobre la mesa hace más de 30 años; en primer lugar, avanzar en la construcción de consensos, que esperamos no sean simplemente la repartición de cuotas de acuerdo con el apoyo, si no la integración y vinculación de saberes, conocimiento, experiencias y visiones que, interdisciplinarias e incluyentes, permitan avanzar en la construcción de una identidad nacional que respete las diferencias y los contexto.
A veces con esperanza vemos la posibilidad de dejar atrás un presente en el que líderes sociales y minorías son masacrados por pensar diferente; un presente en el que se sigue diluyendo la firma del acuerdo de Escazú al tiempo que los líderes ambientales son marcados como objetivos y eliminados por intereses oscuros. Creemos que este momento de cambio permitirá incluir las voces de aquellos que han sido marginados y segregados, los nadies, y esperamos que sea este el primer paso para construir un futuro sostenible; a esto debemos apostarle. Es claro que tratar de escuchar a todas las voces y satisfacer todos los requerimientos es en la práctica imposible, pero por algo debemos empezar y es cumplir la promesa de darle protagonismo, valor y reconocimiento a cada voz que se alce para proponer su visión de construcción de un futuro mejor.
En este punto, no estoy totalmente de acuerdo en la creación de un nuevo ministerio de inclusión, pero esa es mi visión personal como ingeniero fanático de la eficiencia técnica y el ahorro, el propósito, sin embargo, lo comparto, y confío en que esta estructura sirva como soporte a la construcción de un diálogo nacional incluyente que nos lleve a reconocer a quienes siempre han sido marginados, sin olvidar a los que siempre han estado, pero ampliando la visión. Y aquí el reto no es solo de gobierno y estructuras, socialmente debemos empezar a escucharnos.
Sobre el sistema productivo y económico necesitamos un cambio. Industria, empresas y organizaciones en todos los sectores productivos son agentes y actores con responsabilidad en el proceso de degradación ambiental. Revisando la encuesta ambiental industrial del DANE descubrimos que la gestión ambiental se realiza de mejor manera en función del territorio en que se encuentran las empresas y esto es, consecuencia de la existencia de instituciones con mayor o menor nivel y capacidad de control sobre las actividades productivas y el cumplimiento de normas.
Yo pensaría que esto es un mínimo para iniciar en el proceso, el control sobre las acciones e impactos de las empresas, buscando trascender del greenwashing y la responsabilidad social empresarial centrada en la filantropía que son acciones de mercadeo sin intenciones reales. El reto no es solamente para el gobierno si no para todos los sectores. Vemos una andanada de administradores que piensan que por temas ideológicos es posible burlar las leyes y tenemos un sistema de control que ha permitido sistemáticamente la contaminación de nuestras fuentes de agua, el aire y la tierra, quizá aún convencidos de que estos recursos son renovables.
El sistema productivo ha sufrido en estos últimos años las consecuencias de una pandemia que cobró la existencia de muchas empresas pequeñas y medianas que, ante la crisis, no lograron sobrevivir. Mucho de esto, lo achacamos a las medidas de un gobierno que protegió a los grandes capitales en detrimento de los pequeños, pero también existen retos en productividad y competitividad; se necesitan políticas y planes de apoyo, transformación y desarrollo empresarial que deben ser asumidos como una acción de gobierno y estado para el fortalecimiento de estas empresas
Necesitamos darle más protagonismo a la ciencia, a las ciencias. Yo aún comulgo con la idea general expresada en el momento de creación de Minciencias de que es necesario trascender el positivismo y abrazar formas alternativas de generación de conocimiento. Claro que no me malinterpreten, una cosa es el diálogo de saberes y otra andar creyendo en pseudociencias, prácticas milagrosas y menjurjes (sic) o abandonar el método científico por el afán de construir cohetes con tutoriales de la web sin aprender y profundizar en matemáticas o física. Y es que el sistema científico se debe fortalecer con la enseñanza de las ciencias a ver si dejamos de creer en negacionistas y tierras planas y aquí, el reto educativo es enorme en términos de mejora de las condiciones estructurales de formación, sobre todo en las zonas más vulnerables y aisladas, pero también en el acceso a infraestructura, redes y, en fin, al mundo.
Igualmente es necesario fortalecer un sistema que permita mayor control a la corrupción enquistada en estos sectores, un factor crítico a superar es el uso de los niños con acciones como el robo descarado de los programas de alimentación escolar y la superación efectiva de escándalos como el de la pérdida de 70 mil millones de pesos que deberían haber ido a fortalecer la conectividad de los centros de estudio. Igualmente la infraestructura, que no se trata solo de escuelas caídas. Se requiere transporte, vías, cercanía y docentes, todo ello, además, en espacios seguros que conviertan a la escuela en un lugar de aprendizaje, alegría y crecimiento.
Es importante que la sostenibilidad se vuelva un tema transversal en el sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación nacional, buscando generar conocimiento útil a la toma de decisiones, desarrollando tecnología para la minimización de impactos pero también centrando el esfuerzo en el desarrollo de conocimiento y herramientas para la adaptación y la mitigación del cambio climático, los efectos de este ya se conocen, los escenarios están dados y es urgente empezar a trabajar en ello más allá de ir a presentar al país como un campeón mundial mientras internamente enfrentamos la pérdida de bosques, la desertificación de suelos, la pérdida de fuentes hídricas y glaciales, la pérdida de productividad agrícola, la migración de la producción, crisis ambientales en las grandes ciudades por el aumento de emisiones y los problemas que esto trae a la salud de las personas.
Y por último, el reto de la administración y la recuperación de confianza en las instituciones. Estamos frente a un momento en que hemos perdido la confianza o creemos ciegamente, sin puntos medios. Necesitamos instituciones fuertes que tengan capacidad y recursos para ejecutar, controlar y gestionar las políticas y los planes que se propongan, así como para enfrentar y aterrizar a la realidad muchas de las idealistas visiones de un gobierno que ahora tiene que enfrentarse a un contexto diferente al que proponía en sus promesas de campaña.
La sostenibilidad está llamada a ser el eje transversal del proceso de cambio que se avecina, no debe, ni puede ser, un tema exclusivamente ambiental, si no que en su complejidad debe integrarse en las dimensiones sociales, tecnológicas, productivas, económicas e institucionales del país; tenemos un ministerio de ambiente y desarrollo sostenible que en su definición concentra este reto y deja de lado que en cada cartera debería existir este propósito siendo el eje de los objetivos de desarrollo nacionales y no dejando todo en manos de una oficina exclusiva su implementación, que puede terminar siendo solamente un espacio para la generación de reportes y captura de información sobre el cumplimiento de los ODS sin más trascendencia por la misma naturaleza del ordenamiento ejecutivo.
[1] Nuestro futuro común. Página 89
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