En columnas anteriores analicé los programas de gobierno en el sector rural de los candidatos a la presidencia e hice una reflexión sobre las posibilidades y necesidades de un cambio que, además de necesario, era urgente. El cambio se dio y no solo las empresas no cerraron y se fueron; no, hasta Mario Hernández se dio cuenta que La Guajira es un departamento de Colombia y ahora no descansará hasta tener un almacén ahí. Porque, obvio, aún no sabe que es uno de los departamentos con menor poder adquisitivo del país, pero es un comienzo.
El empresario del cuero -que produce gran parte de sus productos en China porque el país no tiene el suficiente desarrollo industrial- tampoco cerró y no se fue a ninguna parte. De hecho, al igual que él, muchos sectores empresariales cambiaron su discurso y se alinearon con la necesidad de un cambio. El sector de hidrocarburos se alineó con el discurso al día siguiente a través de un comunicado de prensa de Acipet, hicieron lo propio la ACP y varias empresas. Las asociaciones empresariales saludaron al nuevo presidente y a la nueva vicepresidenta y lo que se suponía iba a ser un estampida de gente de bien huyendo para salvar los enceres propios y las propiedades terminó siendo una reacomodación del discurso y una colección de “hay que esperar a ver qué pasa” que se ha ido transformando lentamente en lo público y en lo privado en un “pues ojalá que no le dé por enloquecerse y perpetuarse en el poder” con un dejo de resignación y aceptación al mismo tiempo.
En mi columna anterior escribía lo que significa vivir sabroso como filosofía de vida para las comunidades afro y el buen vivir de los pueblos indígenas. Por mi trabajo -en el que se respetan mis posturas políticas e ideológicas porque son mías y nada tienen que ver con las instituciones- tengo que interactuar con diferentes tipos de actores sociales, económicos y políticos. Durante los últimos días he presenciado como algunos sectores económicos han dado vuelta a su discurso frente al nuevo gobierno. Posiblemente se debe a la tranquilidad que trajo a los mercados la presencia de José Antonio Ocampo en el Ministerio de Hacienda y lo aplomado que suena al personificar el rol del Doctor No. Papel que tiene que asumir desde ese ministerio y decir que algunas cosas de las que se propusieron no se podrán llevar a cabo o al menos no en el corto plazo.
Lo que resulta interesante de ese giro y/o reposicionamiento político hacia la centroizquierda de parte de establecimiento económico – con algunas resistencias- es la manera en que estos grupos económicos se alinean ante un cambio en la lógica de quién detenta el poder. Hasta hace unos días Petro y Francia eran la ruta segura a la destrucción del país y sus instituciones. Hoy tienen el 80% del congreso, a casi todos los sectores políticos alineados con ellos y con una oposición que aún no muestra su liderazgo – y no, Gómez no llega a ser oposición, si acaso será un señor godo con Twitter- eso ha influido en el discurso público y privado de muchos actores y la aceptación de la necesidad de un cambio, que incluya a los menos favorecidos, a los nadie que solo hasta ahora son visibles. No vale la pena preguntarse porque ahora sí y antes no, lo que hay que celebrar es que ese cambio genera conciencia y esa conciencia nueva es la que nos permitirá a todos – a los más hptas y a nosotros (como decía Jaime Garzón)- vivir sabroso.
Fuera de la columna.
Hasta el momento en el que se escribe esta columna, el presidente electo ha designado a Álvaro Leyva como canciller – y que bueno porque no le hemos valorado lo suficiente como demócrata aunque sea conservador-, a José Antonio Ocampo en el ministerio de hacienda, a Patricia Ariza en cultura – vaya que se lo merece y que necesaria es su voz en el gobierno-, a Carolina Corcho en Salud – no tengo elementos de juicio suficientes, pero no me gustó tanto –, y a Susana Muhammad en ambiente y sobre quien espero se posicione rápidamente frente al tema de los hipopótamos y el equilibrio ambiental para saber cómo va a ser el desayuno y definir cómo será el almuerzo. Por último, el nombramiento que más celebro hasta el momento es el de Cecilia López Montaño y por un montón de razones: mujer de origen liberal, ya solo con quitarle el ministerio al partido conservador el mensaje es contundente y hacerlo con una mujer que creó la política para la mujer campesina es una cachetada con guante blanco. Cecilia representa todo lo que el patriarcado quisiera callar y ha dado una lucha que no es muy conocida que digamos y lo hizo a la par de las grandes transformaciones que el movimiento feminista produjo en la política del país desde los 60s. Fue ella en el ministerio la que dio enfoque de cadena productiva y de valor a los sectores productivos que quedaron tan golpeados después del ministerio de Gaviria, posicionó la figura de las zonas de reserva campesina y como lunar le tocó la liquidación del Idema, pero eso venía desde el plan de globalización de Gaviria entonces se lo perdono. Además, tenemos un amigo en común que creo es el intelectual más importante de este país en lo que al problema de la tierra, del conflicto y del sector agrario respecta. Espero que de verdad le vaya bien.