Conozco a Medellín. He vivido casi toda mi vida en la ciudad, pero lo mismo pueden decir millones de personas. Hay otro grupo más acotado dentro del cual me incluyo, conozco la ciudad como sociólogo desde varios ángulos. En la carrera revisábamos los planes de desarrollo y los planes de ordenamiento territorial, en elecciones locales hasta los planes de gobierno. Aún más, ubico políticas, programas y proyectos concretos. Tampoco pierdo oportunidad de meterme por cualquier recoveco de la ciudad sea en el plan que sea, porque en todo y de todo el mundo se aprende.

Me temo que a mis lectores de otra parte del país les hace falta conocer mi ciudad más allá de los titulares y la propaganda que el autobombo de las administraciones logran filtrar como reconocimientos o seudopremios. Creo que Medellín es como ese espejo al que en las otras ciudades le preguntan “Espejito, espejito, ¿cuál es la ciudad mejorcita?”. “Medellín”-responde. Por ejemplo, cuando Medellín le ganó a las fucking New York y Tel Aviv en 2013 el premio a la ciudad más innovadora del mundo (mundial) eso fue a ‘like’ limpio —cualquier persona sería sabe que hay más emprendimientos en Bogotá y mucho más en Santiago de Chile durante la última década—.

Pero tranquilos, como dice Ficorio. Para eso estoy como su paisa de confianza que no les vende nada, ni humo. Para empezar, el chovinismo paisa se explica en gran parte por la geografía y la historia. Pocas partes donde hacer una ciudad más escondida, un hueco en la mitad de las montañas. De ahí viene la epopeya de los arrieros. Es muy diferente a una Barranquilla/Cartagena con puerto o una Bogotá con su gran hinterland. Tan aislados hemos sido que hasta tenemos gen patentado del alzhéimer (en el departamento). Ese aislamiento hizo que muchas veces el espíritu de la elite paisa se conectará más con la Europa de las monarquías que con la patria republicana, pero sobre todo ayudó a generar un desarrollo muy propio (industria). En todo caso la geografía no nos favorece; tenemos una ciudad en laderas que incidentalmente tiene partes planas, principalmente por la canalización del río.

Horizontes de Francisco Antonio Cano. Atención al hacha colonizadora

También hay que reiterar que en un primer orden de distinción tenemos a los antioqueños y a los paisas. Estos últimos son los hegemónicos en una ciudad que se reconoce muy poco en su pasado indígena, a excepción de la toponimia y nombrar bloques paramilitares, al igual que invisibiliza sectores subalternos como los que se han producido en asentamientos debido al desplazamiento forzada de otras regiones del país como Chocó. Entonces al racismo común colombiano se le suma un regionalismo hacia adentro, así seamos genéticamente bien mezcladitos (mito de la raza descendiente de lo sefardíes) como lo mostro el Proyecto Candela. Regionalismo hacia adentro porque luego los ‘paisas’ hacen los que quieren con las otras regiones donde hay indígenas o afrodescendientes, sea una megarepresa o puertos sobre ecosistemas estratégicos. Para no olvidar esa diversidad real, recomiendo ver esta pieza, el himno antioqueño con un videoclip que incluye variados acentos (vuelve el hacha).

Antioquia no es solamente lo paisa, Medellín tampoco.

Ahora, como las clases sociales existen, tampoco se puede hablar de la ciudad sin ellas. La Medellín popular es heredera del campo, agrodescendiente, por eso mucho de lo que comenzó como el parlache viene del registro campesino-colono. La mayor parte de la ciudad es autoconstruida apunta de convites, casi que el único gran plan urbano del siglo XX es Laureles en el occidente de la ciudad cuando se habilito la ‘Otrabanda’ del río. Ya que por apropiación cultural la gente de El Poblado diga ‘gonorrea’ no se quitan esas barreras simbólicas. A propósito recomiendo la investigación cuantitativa La exclusión social y la desigualdad en Medellín : sus dimensiones objetivas y subjetivas.

Con ese breve contexto al que habría que agregar la cultura patronal y católica, puedo pasar a hablar de un periodo donde comienza a transformarse el estilo de gobernar la ciudad de manera ‘profesional’. Antes era mucho más cerrada la competencia y por el sistema centralizado los alcaldes y gobernadores eran los mismos empresarios-líderes —era tan escaza la rotación que los mismos personajes rotaban por los principales cargos públicos y privados de la ciudad a lo largo de su vida—. Lo patronal se refiere a un disciplinamiento de la mano de obra y ordenamiento del mundo (vivienda y ocio) de la vida de la clase obrera usando como elemento central la religión (ver Ética, trabajo y productividad en Antioquia de Alberto Mayor Mora).

El momento Fajardo

Entre el momento que comienza la elección popular de alcaldes y hasta la de Fajardo, la ciudad había tenido el bipartidismo clásico colombiano conservador-liberal (más conservador). Hagan de cuenta mis capitalinos un Mockus, aunque no tan temprano ni tan independiente, pero sí una figura disruptiva en el sistema político local. Fajardo, allegado de la elite de la ciudad, fue un tipo muy simbólico en su momento, con su estilo marco mucha diferencia. Medellín no estaba en su peor crisis, aunque sí con una facción tecnocrática con ganas de hacer relevo a los gamonales que habían manejado la política en la década precedente por los políticos profesionales de directorio partidista. Si me preguntan Fajardo tenía una visión y acción que podría resumirse como “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, que fue refrescante en su momento por haber llegado luego de Luis Pérez (el mismo de la hojita de cannabis en la bandera nacional) y sus escándalos de corrupción.

Lo importante de este periodo es:
1. La tecnocracia gana protagonismo con ideas modernas tipo gobernanza moderna y gobierno por problemas. Eso se verá en una planeación local más robusta.
2. Se abre el espacio para bien y para mal a una mayor oferta política. Y como consecuencia de esto último preparó las derivas tan personalistas (estilo Federico Gutiérrez y Daniel Quintero).
En ese último sentido fue que para bien lo sucedió Alonso Salazar, quien por su origen acercó mucho más al movimiento social y popular al gobierno. No ha habido gobierno local más cercano a ese sector.

Paralelamente llegaron iniciativas como Medellín Cómo Vamos y la fundación de Ciencias Políticas en EAFIT (por parte del lugarteniente predilecto de Fajardo), para fortalecer la capacidad de gobierno de burguesía local en su facción tecnocrático-industrial. Precisamente, también coincide lo anterior con el periodo de expansión y consolidación del GEA con sus conglomerados de empresas multilatinas. Lo que les faltaba era presidente y recuerden que Fajardo lo intentó en un momento tan temprano como 2010, cuando se bajó y pasó al carro de Mockus como formula vicepresidencial.

Por ahora, dejo hasta este punto, para seguir en mi siguiente columna con los gobiernos de ‘Fico’ y Quintero, saltándome bastante al de Aníbal Gaviria, e incluyendo a la contrahistoria de la Medellín del crimen y la violencia como la presencia permanente sin importar gobierno alguno. Gracias por sus lectoras y compartir. Ver columnas mias acá.

Flacuchento con determinación. No estoy aquí para tener a nadie contento/a. Te tuteo.

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