El triángulo de la exclusión

Quería hablar del ‘triptico’ de la infamia, pero ya existe un libro titulado así del reconocido autor Pablo Montoya. Seguramente me quedó sonando y no lo recordaba. En estos días de ruido, entre tanto estruendo y estentóreo, algunas ideas retumban por crudas, porque es el momento de reconocerlas sin ningún adorno ni endulzante. Hay que ver a la cara al monstruo para decirle que ya no más. Dejemos por ahora su geometría en tres para simplificar los contornos de su anatomía.

 

No es país para jóvenes

Mientras algunos países como Japón corren contra el tiempo y sus prejuicios, desarrollando robotización y programas de migración, para compensar su desbalance en la pirámide poblacional, nosotros tenemos todavía una población joven importante. Una población joven que es la que sale a las calles porque siente que no tiene derecho a la educación ni oportunidades de desarrollo laboral ¿Qué pensaran de nosotros en Japón-pon desperdiciando esta generación?

 

No es país para mujeres

Hace poco se usó la expresión del ‘pico dentro del pico’, pero para la fuerza laboral compuesta por mujeres, todavía no hay una recuperación tan plena de lo que fue la caída del año pasado. O sea, fue más grave primero y sigue así. Algunos en el momento advertimos que toda esa proyección de reactivación basada en construcción de infraestructura era una destinada a la población masculina. Ellas fueron las más afectadas y las que más han soportado el peso de la pandemia, hasta las que tienen estabilidad laboral se han visto recargadas con el teletrabajo en el trabajo (doméstico). Son la línea aplanada paralela a la del repunte, líneas que señalan la división sexual del trabajo desigual.

No es país para ‘maricas’

Son muchas las imágenes del Paro Nacional que quedaran como estampas para la historia de la dignidad. Yo me quedó con las chicas bailando en la Plaza de Bolívar frente al Palacio de Justicia; soy antiguaracha o lo era antes de verlas a ellas —me voltearon—. Es la manera como están parados los del Esmad tan solemnemente como soldaditos de plomo en formación, mientras ellas se escurren por el espacio. El poder de esa imagen se nota cuando sabemos que la esperanza de vida de población trans se encuentra en umbrales de la era preindustrial. No podemos ofrecerles ni respeto a la diferencia ni una vida con las más elemental dignidad humana, el reconocimiento; les matan solo por ser.

¿Qué nos queda sin jóvenes, mujeres y sin la diferencia (sexual pero también étnica)?


Flacuchento con determinación. No estoy aquí para tener a nadie contento/a. Te tuteo.

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