Poco después de haber escuchado por primera vez el concepto de nueva normalidad empecé a sentir que de alguna manera, en su concepción, este era solamente un recurso retórico con el cual admitíamos nuestro deseo de que en algún momento las cosas volverían a ser exactamente iguales a como eran antes de aquel marzo de 2020 en que el mundo, por un momento, se detuvo para todos. Y es que, al menos en el círculo en que me muevo, parece ser que el deseo general es hacer como si nada hubiera ocurrido, y volver, haciendo de cuenta que nada pasó.
Este año retomamos la presencialidad plena en las universidades, y en el diálogo permanente que he tenido con algunos colegas y amigos a lo largo del país e incluso con muchos que están fuera, la forma de enfrentar este proceso me hace pensar que aún no alcanzamos a entender a profundidad el impacto de lo que ha sucedido en nuestro pequeño universo; si antes, la reacción natural fue la negación, hoy en día la esperanza desbordada me parece una amenaza que aún no alcanzamos a cuantificar… volver… ¿Qué significa realmente para nosotros? dentro de mi una mezcla de ansias, entusiasmo, expectativas (y también miedo, lo sé) se debaten por dominar lo que hay en mi mente y mi corazón mientras, en el fondo, siento que hay algo que me preocupa cuando pienso en aquellos que estarán en el aula, frente a mi y a mi alrededor.
La virtualidad, que vino a ser una solución de emergencia ante un evento global catastrófico, fue un experimento del que salieron a la vez muchas cosas buenas y otras no tanto, fue un momento para innovar, aprender, experimentar, inventar y lamentarse también; yo mismo experimenté muchos altibajos técnicos y personales tratando de sacar adelante el proceso de formación en medio de las condiciones particulares. Viéndome tentado a desear que las cosas fueran como antes, he imaginado escenarios para el retorno y sueño con ellos, pero, entre más cercana está la hora del regreso, mayores son también mis prvenciones.
No me refiero, por supuesto, a temas de bioseguridad, como podría indicar mi temor, pues no es ese mi campo y en ello confío en los expertos, pero siento, tal vez, que en esta discusión estamos ignorando otras dimensiones, no se trata solamente de volver, evitando la circulación del virus, y ya con ello, dar por sentado que hemos cumplido nuestra labor, y en caso de algún fallo en los protocolos, confiar en la ciencia y las vacunas, diciendo con ello que ya pasó lo peor y, por lo tanto, el regreso (otra vez, como si nada), es el próximo paso lógico.
Pero en toda esta expectativa he sentido que olvidamos otros aspectos que es importante integrar en nuestra práctica, ya que el regreso al aula no se trata solamente de volver a la dictadura de clases en horarios y salones ventilados donde lo único que ha cambiado es que ahora usaremos mascarillas y alcohol, porque nuestro registro calificado dice presencial y, con excepciones, la virtualidad no nos convención completamente, por su naturaleza y su dinámica. Presencial. Recuerdo que hace muchos años cuando estaba en pregrado un amigo tuvo que terminar sus últimos 3 semestres en 4 años porque la carrera era presencial y aunque podía pasar todos los exámenes y trabajos, siempre falló el requisito del 20% de ausencias cuando tuvo que echarse al hombro la responsabilidad económica de su familia, soñando con terminar mientras alguien le decía que debía elegir entre trabajar o ser profesional, y esto, me temo que volverá.
Después del encierro, cientos de miles de empresas quebraron, miles de familias perdieron el soporte económico por la crisis o por el virus, las condiciones cambiaron para muchos de un momento a otro y el esfuerzo por sobrevivir se convirtió también en un esfuerzo por seguir el camino trazado para cumplir los sueños, en mis clases, muchos que antes solo tenían que cumplir con su deber de estudiar tuvieron que cambiar su vida para tomar las riendas y la responsabilidad de una familia que había perdido mucho, algunos tuvieron que reemplazar a sus padres o abuelos, algunos tuvieron que aceptar lo que el mundo les daba para calmar el hambre y muchos otros tuvieron que poner su vida en pausa mientras encontraban una manera de volver que les permitiera trabajar, estudiar y vivir, sin que esto les costara la salud o la vida.
Claro, algún coach motivacional o lector desprevenido dirá que su historia se construyó lavando platos ajenos y leyendo libros al mismo tiempo bajo la luz de una vela y por eso no tiene nada de malo que un joven cualquiera, tenga que enfrentarse al mundo haciendo ambas cosas, armado del poder del pensamiento positivo, y quizá, pueda tener algo de razón, pero he escuchado a grandes mentes de mi generación decir que es hora de volver como si nada, y si alguien no puede, que renuncie a hacerlo, porque las clases deben ser presenciales, el título no es virtual, y ya está bueno de tanta vaganbundería y no hay nada más importante que ver a los ojos a los estudiantes para inyectarle el conocimiento y es esto, lo que me tiene pensando en el regreso.
¿Qué voy a hacer cuando en el aula me encuentre a alguien que me diga que no puede llegar a tiempo porque viene desde el otro lado de la ciudad de cumplir un horario de oficina por un salario mínimo (o menos, y sin prestaciones) que necesita para su hogar? ¿Le digo que debe elegir si quiere ser ingeniero o cotero como si solo las ganas de serlo bastaran?¿Le cierro la puerta a los 15 minutos de empezada la clase como aún pasa en muchas prácticas? ¿Qué debo hacer cuando alguien me diga que debe aislarse o debe cuidar a uno de los suyos? ¿Le aplico la regla del 20% y le digo que en otro momento será pero que en esta vida no espere el diploma? ¿Cómo hago con aquellos que debieron volver a sus pueblos y ciudades y hoy no tienen manera y medios para volver? ¿Los mando a que se busquen un curso en otro lugar porque esta carrera no es para débiles y la selección natural ya los descartó por el hecho de ser pobres? ¿Qué hago con aquellos que deben decidir entre comer o viajar en un bus?¿Le digo que yo lo viví y definitivamente de hambre no se va a morir y sin sacrificio no hay cielo que le espera al final de sus días? ¿Qué hago con aquellos que irremediablemente aprovecharán las razones de sus compañeros para convertirlas en excusas para aprovecharse del sistema? (porque de estos también hay).
La nueva normalidad no se trata solamente de hacer lo mismo de antes con un trapo en el rostro y pensar que todo puede volver a ser igual, descartando a aquellos a quienes la evolución puso en situación de debilidad y desventaja aprovechando entonces para quedarnos con los “más aptos”. Las cosas cambiaron, el contexto cambió, y seguir en negación, a la larga, traerá más efectos negativos que beneficios. El problema ahora es que el contexto es complejo y con tantas variables, que en la realidad, parece más sencillo seguir haciendo lo mismo y esperar, por azar, resultados diferentes.