Obviamente nos dejamos llevar por las emociones, como seres humanos somos principalmente emocionales, incluso quienes se nombran como “muy racionales” lo hacen guiados por las emociones.
La primera reacción a cualquier estímulo es netamente emocional, pues simplificando al máximo el asunto, es la emoción la que nos indica que tipo de estímulo estamos recibiendo y cómo debemos reaccionar al mismo para poder responder y adaptarnos. Negar esto es negar la condición humana y ese ha sido, a mi parecer, uno de los grandes errores del autodenominado “centro” en esta contienda electoral.
Analizar la narrativa del centro es interesante por aburrida, toda una paradoja. Son un grupo de personas que instrumentalizan la labor docente para vender como cualidad que son preparados, estudiosos, académicos, pero se definen constantemente desde lo que no son, lo que de entrada produce una negación del ser. Pero más allá de la pregunta que hacía Carol Ann Figueroa en la Píldora del martes “¿entonces que son?”, a mí me hace ruido el hecho de que esa forma de construir identidad implica una invalidación del otro (o de los otros) y esto lo ejemplifican perfectamente con la negación de las emociones.
Desde las teorías clásicas, tenemos 6 emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, rabia, asco y sorpresa. No son ni buenas ni malas, todas existen, tienen diferentes funciones, son necesarias para la supervivencia y son muy útiles en política porque nos conectan con lo que es importante, lo negociable y no negociable para cada uno de nosotros.
Petro ha sabido capitalizar muy bien la rabia. Una emoción con mala fama, estigmatizada y prácticamente prohibida. Pero cuya importancia radica en que nos permite identificar situaciones injustas y actuar en consecuencia. En un país como Colombia, la rabia es digna y eso es lo que han hecho Francia y Gustavo, han dignificado la rabia, la han validado y le han dado un necesario lugar propositivo (bueno o malo, no es lo que estoy juzgando aquí), porque si bien la agresión se fundamenta muchas veces en esta emoción, no son sinónimos. Por el contrario, identificar, reconocer y nombrar la rabia permite trabajarla, de forma que se prevenga su traducción en violencia.
El uribismo siempre se sustentando sobre el miedo. Otra emoción básica y necesaria que nos alerta sobre peligros que nos acechan. Es una emoción que se traduce en conductas paralizantes, de huida o ataque ante el estímulo que nos hace sentir vulnerables. Pensar en un cambio produce incertidumbre, por eso para las elites políticas conservadoras en cualquier parte del mundo, se apalancan en el miedo generado por la incertidumbre para mantener lo establecido.
Las emociones suelen tener picos, no deben perpetuarse en el tiempo porque traen problemas. Si llevamos la rabia al extremo sin traducciones propositivas que produzcan cambios, se generan conductas de violencia, y si lo hacemos con el miedo, pueden pasar tres cosas: o vivimos a la defensiva en un ataque constante, o se generan estados de indefensión por la sensación de que no puedo hacer nada o finalmente se diluye.
Rodolfo ha jugado de una manera magistral con la emoción del asco, aquella que se activa cuando vemos el queso podrido o cuando ocurre un evento de muy mal gusto. Su campaña se basa en asuntos que vemos tan lejanos que no concebimos como amenazantes, como la cantidad de camionetas que tiene la vicepresidenta, por lo que generalmente no produce ni rabia ni miedo, solo asco. La corrupción es un tema que se nos volvió paisaje, por lo que indigna principalmente a quienes por algún motivo la estudian, al resto suele parecerle simplemente desagradable. Esto le favorece por economía cognitiva, cuando encontramos el queso podrido lo botamos, no hay mucho que pensar, es una emoción cuya resolución no requiere procesos racionales complejos, por el contrario, genera decisiones rápidas. Así, el “fenómeno” del ingeniero tiene sentido, para muchas personas agobiadas en medio de la campaña, cansados de Petro, Uribe, Duque, Federico, la elección es simple: Rodolfo.
La caótica campaña de Ingrid fue como una casa de terror en un parque de diversiones. Uno pasaba con facilidad de la sorpresa al miedo y luego al asco para salir de ahí riendo a carcajadas por la experiencia tan extraña que acabo de vivir. Ingrid no tuvo lectura política en ningún sentido.
Fajardo, por su parte, es la negación de las emociones y eso lo vemos en sus seguidores que viven soltando frases como “no nos dejemos llevar por las emociones”, “seamos racionales”, “voten con la razón no con la emoción”. Son personas que creen que somos por un lado cerebro y por el otro corazón y que esos son órganos desconectados que nada tiene que ver el uno con el otro. Y esto tiene sentido cuando lo escuchamos decir que él no actúa desde la rabia ni desde el miedo, pero no queda claro desde dónde. Mantiene dando vueltas en las mismas consignas, las mismas quejas, criticas y comparaciones con los otros que no permiten ver su identidad. Parece la rumiación propia de la tristeza, pero esta es una emoción que nos ensimisma y nos pone reflexivos y Fajardo no da muestras de reflexión alguna, porque después del episodio de las ballenas no trajo nada nuevo, no hay ninguna novedad en esta campaña que lo diferencie con la de 2018. Entonces o no es tristeza o la emoción, que en su momento pudo ser valida, no tuvo una resolución adaptativa para asumir nuevos retos. Y en política esas claridades son importantes, porque es la base de los mensajes que recibimos los votantes.
Votantes que, además, vemos nuestras emociones, sentimientos y experiencias constantemente invalidados por el candidato y sus seguidores. No es capaz de tomar posturas firmes frente a nada y, por tanto, no es capaz de simpatizar ni empatizar con nadie y así es imposible configurar un liderazgo positivo. Colombia tiene un sinfín de razones para sentir rabia, tristeza, miedo y asco y este señor solo dice que con las emociones no se resuelve nada, cuando la gente lo que necesita escuchar es que se les comprende (así no se viva la misma experiencia) y que se va a trabajar para remediar las causas de dichas emociones.
Han querido representar el rol de los que son dueños del conocimiento para venderse, y eso parece que tiene que darles un poder supremo sobre el resto, tanto que la opinión y el sentir de quienes no ostentan su conocimiento parecen no tener importancia para ellos. Eso es soberbia y condescendencia, dos actitudes francamente irrespetuosas, aunque su lema ya gastado sea el respeto y la decencia. Lo que se vio muy claro en el debate del lunes cuando dijo que él no ha sido amenazado porque no produce emociones para eso, es decir, es un ser superior que no representa a una amenaza para nadie y por eso tiene la competencia para resolver todos los problemas del país, lo cual es revictimizante porque quiere decir que quienes sí han sido amenazados e incluso asesinados por hacerle frente a diferentes problemas tuvieron responsabilidad en ello ¿por no llevar sus luchas de forma racional? ¿por no ser como él? Y además habla de una postura exageradamente cómoda frente a la realidad del país, lo cual preocupa porque la comodidad y los cambios no suelen ir de la mano.
Fajardo se esfuerza demasiado por parecer racional y no emocional y solo inspira tristeza, una emoción con una fama tan mala como la rabia pero que en lugar de acciones concretas lo que genera es una conducta evitativa, tendemos a alejarnos de la tristeza porque el malestar que produce es retador y agotador. Y eso se ha visto reflejado en las encuestas. Al negar la condición humana, automáticamente se borra él mismo del mapa electoral.
Finalmente, con todo esto quiero decir que sí, las emociones nos dominan, negarlo nos lleva a cometer errores con nosotros mismos y con los demás. El voto nos da la oportunidad de ser públicamente egoístas sin ser juzgados porque por principio es secreto, por lo que mi sugerencia es: identifique sus emociones frente a su situación y la situación del país, reconózcalas, otórgueles un lugar justo en su experiencia, cada uno ya conoce sus negociables y no negociables, y ya conocemos las propuestas (o ausencia de ellas), vaya a las urnas en compañía de sus emociones, comodidades e incomodidades y vote por el candidato que le permita dormir en paz la noche de la elección, lo que pase después, el desempeño que tenga, si sale elegido, no lo podemos controlar, porque seguro nos producirá emociones muy diferentes. Lo importante es votar, aunque no hacerlo también es una decisión que se puede tomar a conciencia.