Un día, mientras hacía zapping por la infinita cascada de videos en TikTok (porque yo no leo los domingos como Juan Angel), un gurú del marketing aparecía en mi pantalla, diciendo que tres segundos son suficientes para tomar una decisión y por eso, debías impactar a tu público en ese lapso, o perderlo para siempre.

Tres segundos. lo que dura un polvo de gallo.

Ese es el tiempo que, según él, le toma a nuestro cerebro decidir si vale la pena invertir más tiempo en un contenido o seguir desplazándonos hacia el próximo destello de entretenimiento efímero, consejos, o aprendizaje. Detuve mi búsqueda y me senté a reflexionar: ¿somos realmente nosotros quienes decidimos qué consumir, o son una estrategia y un algoritmo los que dictan nuestros gustos y optimizan nuestro tiempo de consumo?

La velocidad a la que vivimos es vertiginosa. Nos hemos acostumbrado tanto a este frenesí de información que olvidamos detenernos y sentir el mundo con nuestros propios sentidos. Nos bombardean con noticias, memes, tendencias y desafíos virales, todos diseñados para capturar nuestra atención de inmediato y mantenernos enganchados. Nos hemos convertido en consumidores pasivos, donde el algoritmo es el chef y nosotros simplemente tragamos lo que se nos sirve sin saborear, como si hubiera sido recetado por Jaramillo o Bayter.

Pero, ¿qué tanto nos estaremos perdiendo por andar con tanto afán? ¿Cuántos detalles maravillosos pasan desapercibidos mientras nos apresuramos a la próxima notificación? La vida no está hecha de esos momentos fugaces y manipulados; está en los matices, en los pequeños instantes que requieren tiempo para ser apreciados. En un mundo donde un click define nuestra próxima aventura, hemos perdido el arte de la espera, el valor de la paciencia y la belleza de la lentitud.

Desacelerar no es fácil. Nos han condicionado a creer que la velocidad y la eficiencia son los únicos caminos al éxito. Pero, ¿a qué costo? Quizás es hora de rebelarnos contra esta tiranía del inmediatismo. Tal vez debamos apagar las notificaciones, cerrar las aplicaciones y darnos el lujo de aburrirnos. Dejar que el aburrimiento nos lleve a la reflexión, a la creatividad, a la verdadera conexión con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Así que, la próxima vez que un gurú te diga que solo necesitas tres segundos para tomar una decisión, pregúntate si esos tres segundos son suficientes para ti. Porque, al final del día, la vida es demasiado corta como para vivirla a esa velocidad. Bajemos el ritmo, desaceleremos y empecemos a sentir el mundo de nuevo. Solo entonces podremos descubrir lo que realmente nos hemos estado perdiendo mientras andábamos corriendo por un camino trazado por otros.

Fundador por accidente de los Juanetes. Solamente alguien que desea a ratos compartir las ideas que se agolpan en su cabeza.

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