Entre escucharme lejos
y no sentir mis pasos
me olvidaron las mañanas,
los rosales, las montañas
que rodean a este pueblo
marrón, crudo y mostaza,
porque odio a las jaulas,
al canto forzado, a la pena escrita,
odio a mi dedo del medio,
recalcado, hinchado
y sin poder moverse,
muerdo los ojos de la gente
rescatando a la madrugada,
esa que se encarna en los ojos
y es alcohol,
y vuelvo a no escribir
como atado al esclavo,
un mes, dos, tres meses
endulzado con las voces
en bajada,
¡toda la vida si quisieras!
me dice mi vida
como si mi corazoncito
viviera.
–
Me saludan después de tiempo
las cosas que quise,
me muero lejos bien muerto
con hambre de verme,
calculo los pasos hasta el parque
y vuelvo a estar frente a frente,
¡toda la vida si quisieras!
me dice mi vida entera
como con ese gusto
de perder la cabeza.
–
Parece que dejé de parir poemas
y andaré vivito entre jardines
y la niebla.
–
¿Toda la vida si quisiera? ¡Toda la vida si quisieras!