¿Qué aprendimos de las elecciones a los Consejos de Juventud?

María Manuela Cano Sanabria.

Colombia en los últimos años, sobre todo desde el gobierno actual, ha ido sumando inconformidades y demandas sociales que van desde el cumplimiento de los puntos del acuerdo de paz hasta garantías para el ejercicio de la protesta. Desde 2019 se han realizado diferentes marchas y paros, y aunque estas fueron silenciadas por el aislamiento obligatorio debido a la emergencia global por covid-19, se llenaron de más emociones y volvieron en 2021 a plasmar en las calles el inconformismo frente a una reforma tributara, esta se convirtió en el detonante que impulsó la movilización en diferentes ciudades del país.

Durante las marchas los jóvenes fueron protagonistas y dentro del pliego de peticiones siempre destacaban la conformación de mesas regionales y nacionales juveniles que pudieran transmitir la voz de los jóvenes al gobierno con el propósito de influir en las decisiones políticas.

Los Consejos de Juventud, en palabras del presidente Iván Duque, es una apuesta innovadora en latinoamérica para impulsar los liderazgos jóvenes en el país, elejir a través del voto popular los Consejos de Juventud materializa “el sueño de una ciudadanía juvenil, que está, no solamente integrada en las reformas de la Ley de Juventud, sino también en el nuevo Código Electoral”. Para un gobierno deslegitimado, poner sobre la mesa unas elecciones de jóvenes por jóvenes es una estrategia que, por una parte, da respuesta a las exigencias realizadas durante el paro, y por otro busca recomponerse de cara a las elecciones del 2022.

Sin embargo, la sorpresa de muchos fue que la participación de los jóvenes fue extremadamente baja, según datos de la Registraduría, de 12.282.273 electores potenciales solo 1.279.961 jóvenes entre los 14 y 28 años asistieron a las urnas el pasado 5 de diciembre, esto corresponde al 10, 42% del censo. De esos votos el 72.46% fueron votos válidos, 22.76% fueron nulos y el 0.57% no válidos.

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Las críticas en las diferentes redes sociales iban dirigidas a esos jóvenes que asistieron a las marchas, pero que cuando se les facilita un mecanismo de participación, no asisten a las urnas. Entonces ¿la baja participación de los jóvenes significa que no les interesa la política o por el contrario demuestra la poca credibilidad que representa la institucionalidad para los jóvenes? Las elecciones a los Consejos de Juventud, si bien ya estaban consideradas por la ley desde 2013, no se habían realizado hasta 2021 y aunque las listas cumplieron con la tarea pedagógica, no encontraron en la institucionalidad un respaldo. La registraduría retrasó en varias ocasiones el calendario electoral y a última hora presentó una resolución que no fue debidamente comunicada y pudo favorecer el fraude.

A pesar de los tropiezos que tuvieron las elecciones, no se puede dejar de lado la importancia de este mecanismo de participación que sirve de veeduría y control social a los proyectos, planes y políticas a nivel local. Es una herramienta que promete ser efectiva, y la baja participación, entendible por la falta de pedagogía, no debe minar los esfuerzos democráticos de un país fragmentado que le apuesta a la inclusión. Así mismo, es necesario que los Consejos de Juventud se mantengan luego de estas primeras elecciones para generar un espacio confiable que garantice un espacio político para los jóvenes del país.

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