Mis hijas fueron las primeras
en mostrarme que la palabra
no solamente brota desde la boca.
Me lo enseñaron sus manos,
cuando sigilosas, se acercaban
a mí pecho, en busca del néctar
sagrado para llevar alimento a
sus pequeños cuerpos.
Me lo demuestran día a día
sus ojos,
sus sonrisas,
su llanto;
Miles de palabras que explotan
en forma de emociones,
de sensaciones,
olores y hasta sabores.
La vida misma que germina
a través de las palabras,
incluso las que nunca
llegan a ser.