Acabamos de pasar el 21 de febrero con la celebración de los 2 años de la sentencia con la que se logró el derecho al aborto hasta la semana 24, que se quiso empañar con un “debate” – que más bien es violencia – sobre la existencia de experiencias de vida no binarias y trans con capacidad de gestar. Se viene el 8 de marzo y ese “debate” va a resurgir como lo hace por lo menos una vez al mes.
Hay un grupo de mujeres que se enuncian desde el feminismo radical transexcluyente (Terf, por sus siglas en inglés <trans exclusionary radical feminist>) y otro desde el feminismo de la diferencia. Muchas de estas mujeres hacen un trabajo que personalmente admiro en cuanto a la lucha en contra de la explotación sexual. Aunque la admiración se empieza a volver terror al pensar en cómo trataran a mujeres y hombres trans e incluso a hombres cisgénero, que también son víctimas de trata de personas y explotación, en sus diferentes modalidades, incluyendo la sexual.
Ellas traen una serie de argumentos para negar la existencia de la experiencia trans que no son nuevos, datan de los años 70, se fundamentan en la comprensión binaria del sexo basada en la genitalidad: pene-hombre, vagina-mujer, y descartan el género como centro de la opresión de las mujeres. Y desde ahí hablan de “mujeres biológicas”, “mujeres naturales”, “mujeres de verdad”, pasando por una idea de la “esencia femenina”, hasta llegar a una idea paranoide de que las mujeres trans son hombres borrando a las mujeres, lo que además parece, por algunas reacciones, camuflar un odio visceral hacia los hombres.
Estos argumentos tienen muchas falencias. En primer lugar, necesitan una actualización de los estudios biológicos. Hace rato sabemos que el sexo no es binario. En el mundo animal se encuentran varios ejemplos que rompen con este esquema y desde los años 50 las investigaciones con personas intersexuales han mostrado que el desarrollo sexual en los seres humanos tiene varias etapas: se empieza con el sexo cromosómico que se determina en la fertilización de un ovulo, luego el sexo gonadal fetal que adquiere el embrión entre las 8 y 12 semanas y que establece las bases para el sexo hormonal fetal que, a su vez, dan lugar al sexo reproductivo interno y durante el cuarto mes de gestación al sexo genital externo. Así, cuando nace un bebé, ha pasado por 5 etapas diferentes de desarrollo sexual, pero nosotres solo vemos la última. Sin embargo, desde el primer nivel pueden darse variaciones que no resultan en codificaciones estrictamente binarias, por lo que el desarrollo genital no necesariamente nos da una verdad absoluta sobre el sexo de una persona.
Pero, además, el desarrollo no termina en el nacimiento. A pesar de la socialización de género, las hormonas sexuales fetales impactan el cerebro y durante el crecimiento aparece una sexta etapa del desarrollo sexual llamada sexo cerebral, que se hace evidente en la pubertad y que, igual que las anteriores, no necesariamente responde a un binarismo cerrado. En investigaciones más recientes se ha encontrado que un estudio de 1 gen tampoco aporta información sobre un sexo verdadero y definitivo, porque en el desarrollo sexual actúan redes genéticas que complican aún más el asunto. En definitiva, la biología, eso que llaman “natural” – que ha sido atravesado previamente por la cultura – no se reduce a pene-vagina, vagina-pene como lo quieren hacer creer y como lo siguen enseñando en los colegios. Es mucho más complejo y más rico en diversidad, centrarnos en lo que tenemos entre las piernas no nos sirve para definir con certeza qué es un hombre y qué es una mujer.
El segundo punto es ese de la “esencia femenina”. ¿Cuál es la esencia femenina? Yo no he podido dar con esa respuesta. Si es la capacidad reproductiva, entonces ¿qué pasa con las mujeres que no pueden gestar? ¿y las que no quieren gestar? Existimos y también somos mujeres ¿sin esencia? ¿Es la capacidad de cuidar? No todas las mujeres son idóneas para el cuidado y hay hombres que sí lo son ¿Podemos llamarlo esencia?
Por otro lado, algunas – no todas – hablan de las violencias que nos han atravesado por tener vagina, pero ¿nos tenemos que definir desde ahí? ¿Desde los hechos victimizantes? ¿Entonces para ser mujer tengo que vivir violencias? ¿Qué va a pasar entonces con las mujeres si logramos un mundo sin violencia? En esta misma línea, dicen que las mujeres trans no existen porque fueron socializadas en el privilegio masculino ¿Es el privilegio masculino y la opresión femenina suficiente para definir qué es ser hombre y qué es ser mujer? Desde la experiencia profesional como psicóloga con mujeres trans, ese privilegio no se vive precisamente como privilegio, más bien lo experimentan como una carga que produce sufrimiento.
Esto viene del feminismo de la diferencia, que es una corriente de larga data, se origina en Europa y no puedo negar que tiene cosas interesantes. Para mí, la idea de que las mujeres hemos sido socializadas con escalas valorativas y morales diferentes a los hombres, y que esos valores deben incluirse en las dinámicas sociales y relacionales es una idea muy poderosa. Pero no son cualidades innatas ni una cultura especifica de las mujeres, son parte de la socialización en la que crecemos y su función siempre ha estado al servicio de los hombres. Lo que proponen, a mi entender, desde el feminismo de la diferencia es que empecemos a revalorizar esos valores y cualidades y ponerlos al servicio de las mujeres y eso implica, empezar a socializar a los hombres en ellos. Un ejemplo es el cuidado. Cuando Carol Gilligan dice que el desarrollo moral de las mujeres se da en una ética del cuidado, está hablando de la socialización, porque el desarrollo moral se da en ese proceso de socialización que es generizado. Hoy, con los avances de la biología no podemos hablar de facultades innatas. De lo contrario ¿qué sentido tendría movilizar a los hombres hacía las tareas del cuidado? ¿Estamos perdiendo el tiempo?
Esa supuesta esencia no es una o varias características propias de un sexo. Son aprendidas. Por eso existen tantas diferencias entre los grupos de mujeres y los grupos de hombres. En mi concepto, cualquier definición que les demos a las mujeres desde una supuesta cualidad innata nos va a llevar a hacerlo en términos patriarcales, porque se vuelve esencialista y nos retorna a la división sexual basada en la dicotomía mente-cuerpo y cultura-naturaleza en la que han argumentado y justificado la opresión de las mujeres.
Para finalizar, el asunto del borrado de mujeres por la mera existencia de mujeres trans, personalmente, me parece un absurdo tan grande como la pregunta que suelen hacer grupos antiderechos: ¿Te imaginas que te hubieran abortado?
Si nos paramos desde la biología, el sexo no es suficiente, pues hay mujeres que nacieron con vagina, pero tienen variaciones en alguna de las etapas del desarrollo sexual y las personas intersexuales existen, aunque deliberadamente lo omiten. Si nos movemos a la realidad de la relación jerárquica de opresión de los hombres sobre las mujeres, reconocer que eso existe no implica desconocer que como mujeres también tenemos privilegios sobre otras mujeres y sobre otras poblaciones. Una persona que no ha podido configurar su subjetividad identitaria en libertad porque una sociedad codificada artificialmente en lo binario no se lo ha permitido, no podrá eliminar del plano simbólico a otra que si lo ha podido hacer, con todo y los altos costos que tiene el ser mujer para nosotras mujeres cisgénero. La expectativa de vida de personas trans es de 35 años, y esto no es por ser trans, es porque vivimos en una sociedad violenta que no es capaz de pensarse más allá de lo binario ¿En serio es posible que una mujer trans borre a una mujer cisgénero que responde al binario hegemónico? Además, miren que este argumento solo se usa en contra de mujeres trans, los hombres trans se entienden como mujeres misóginas, como si a ellos los recibieran con los brazos abiertos en la masculinidad hegemónica.
No es la primera vez que en el feminismo se dan prácticas de exclusión. Ya lo hicieron en su momento con mujeres negras y mujeres lesbianas, las consideraban una amenaza para el movimiento y para la lucha por los derechos de las mujeres – por supuesto privilegiadas, blancas y clase media –. Toca sentarse a revisar la historia, releer las teorías con las gafas actuales y enfocarnos. La lucha no es contra los penes.