No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente con el tiempo.
E. M. Cioran.
Esta historia tiene leves modificaciones para que a partir de ella no se señale con el dedo a ninguno de sus partícipes, nombres y cargos han sido omitidos o transformados. Mi caso no es tan grave como los que me han hecho llegar algunos tuiteros y amigos: en medio de un proceso de investigación en el que nos dividimos por grupos, recibí una llamada de un ’superior’ que me decía: “al decano de la Universidad que está en el convenio hay que meterlo como coautor en el artículo que ustedes están escribiendo; los demás grupos ya aprobaron, necesito que usted haga lo mismo”. Inicialmente no tuve mayores reparos en ello, es usual que en algún apartado del artículo se reconozca o se agradezca por el apoyo o por alguna sugerencia metodológica, pero lo de “coautor” me quedó dando vueltas en la cabeza.
En la reunión de la siguiente semana el aludido decano (no es de la U. en que trabajo) inició diciendo que lo que se hacía en el grupo era de autoría de todos porque éramos un “colectivo de creación”; eso para mí eran palabras mayores, yo soy el especialista del tema en el que estaba escribiendo y ninguno de ellos manejaba ni siquiera someramente lo que yo propuse y sobre lo que armé mi contribución al grupo: dos artículos para revistas del mundo Elsevier (todo ello lo explico en otra columna, tranquilos), uno de revisión y otro de resultados, en coautoría con estudiantes. En la etapa en que íbamos habíamos leído unos doscientos artículos de investigación para armar el cuerpo de revisión de Estado del arte. Las personas que pretendían ser incluidas como coautores no habían leído nada. Cero. Ninguno. Y aun así esta persona pretendía que era un trabajo ‘colectivo’.
Extrañado pero consciente de que todo esto era un acto de corrupción correlacionado con la estructura de nuestro sistema de ciencia, consulté con mi superior diciéndole que me parecía que incluir a personas que no han participado de un proceso de investigación era sospechosamente cercano al caso del recién nombrado Ministro de Ciencia: poner como autor a una persona que si acaso hizo una lectura o un par de sugerencias, sin ningún aporte real al tema pues lo desconocía. Sugerí que se consultara un Comité de Ética (las universidades que asumen procesos de investigación generalmente tienen uno).
La respuesta me pareció un poco sospechosa: “si quiere quejarse mándeme un correo”. Eso hice, inmediatamente.
Lo realmente extraño fue lo que pasó al siguiente día, me sacaron del grupo guasapero en el que se comentaban temas varios (por esos días muchos temas del paro y pocos de la investigación… ninguno), de inmediato sospeché lo que pasaba y fui a mirar el drive en el que estaban los avances de investigación. Ya no se me compartían. Presintiendo lo que pasaba, hablé con algunos amigos del grupo, me despedí y pensé en dejar las cosas así. En medio de ello no recibía ningún comunicado oficial sobre el tema.
Finalmente, dos o tres días después, fui informado que el decano de la universidad del convenio exigía que fuera sacado de la investigación por mis “constantes desacuerdos con la forma en que se lleva la investigación” (literalmente a él no le expresé nada). El proceso fue sencillo: en lugar de elevar mi consulta con el comité de ética mi ‘superior’ decidió contarlo al decano de la facultad en el convenio, se portaron como un grupo corrupto, una mafia de cuello azul… o blanco… o percudido, en todo caso. Días después me enteré de que mi ‘superior’ estaba buscando un puesto en esa otra universidad si bien al parecer fracasó en el proceso de selección. ‘Tú me incluyes en coautoría, yo te palanqueo en el otro lado’: corrupción pura y dura.
De mi consulta aún no recibo nada al día de hoy, más allá de explicarme que ya no participo de la investigación, el comité de ética… bien, gracias… y todo ha quedado en manos del decano aquel, que sobra decir ya no me despierta ni la más mínima confianza, es un corrupto con doctorado escalafonado como ‘senior’ por nuestro sistema de ciencia. De mi ‘superior’ en la estructura investigativa prefiero no decir mucho; aunque se pinta decolonial y rompe culturas, resultó igual de corrupto a todas las personas ‘cientistas y racionalista eurocéntricas’ que dice criticar en sus muy consultados artículos de investigación.
UN SISTEMA DE MAFIA COMO GRUPO DE INVESTIGACIÓN.
Más allá de lo anecdótico del caso -que para usted, estimado lector, no debe significar tanto como para mí, que perdí seis meses de trabajo con un grupo talentosísimo de estudiantes que dieron un nivel increíble en el proceso- este no es un caso aislado sino que se ha convertido en una forma de hacer investigación en nuestro medio. Y anoto acá que una cosa que me ofendía más que se apoderaran de mi trabajo (algo a lo que estoy acostumbrado por mi experiencia como docente y administrativo en la universidad privada), es que se apropiaran del trabajo de mis estudiantes y colaboradores, amigos.
Este vicio siempre tiene elementos similares al del caso del Ministro: alguien busca créditos en artículos de investigación pues le dan puntos y good will, particularmente cuando la publicación se hace en revistas del sistema Elsevier, de menor cuantía y menor fama cuando tan sólo están indexadas en medios latinoamericanos. Esos puntos se pueden transformar en incentivos salariales (p.e. un artículo en cuartiles 1 y 2 de ciencias económicas puede dar incentivos hasta por 40 millones de pesos en algunas universidades para los docentes que lo escriben; un punto en el escalafón de la Nacho significa un aumento salarial leve pero permanente).
A la voz de poder participar de los escasos procesos de investigación, que significan –en mi caso- menos horas de clases o la oportunidad de mejorar el salario, muchos investigadores nos hemos hecho los ciegos ante actos como este, que parecieran no comportar un daño considerable o que parece no afectar a nadie, más allá de los efectos monetarios que he mencionado.
Sin embargo, llega un momento en el que uno debe poner su pie en el piso y decir: no más. Los muchachos en los barrios la tienen más clara que nosotros, los lumpenburgueses de la investigación buscando comodidad y privilegios: hay que plantarle la cara a la corrupción y decirle no más a este tipo de actos que después, generalizados y vueltos una cultura mafiosa, permean nuestra vida. Estoy seguro que el papelón que ha hecho el gobierno Duque en relación al manejo de la ciencia en la pandemia no existiría si alguien hubiese parado al ministro y le hubiera dicho: “¿Usted quiere salir de autor en un artículo del que no hizo nada?“ y quizás, por ahí, ese sistema de ciencia, tecnología e innovación (+creación) podría haber aportado mucho más al manejo de la pandemia que titulares bochornosos y una bofetada más al país.
Prometo seguir con este tema, en otros textos cortos le explico bien, estimado lector, cómo funciona ese mequetrefe que es el sistema de indexación de grupos… particularmente con las artes, que es el lugar en que trabajo, el de la investigación creación.