Desde hace más de una semana venía pensando en un tema para abordar y así continuar aprovechando la invitación abierta para compartir nuestros pensamientos en “LOS JUANETES” y seguir pisando callos.
En algún momento intenté escribir sobre la situación que estábamos viviendo por efectos de la salvaje reforma tributaria presentada por este Gobierno, sobre el cual no me referiré en detalle porque mi madre me dijo algún día que si no tenia nada bueno que decir de alguien, mejor me quedara callado. Ni hablar del tratamiento posterior dado a las muy justas y merecidas manifestaciones en contra de ese adefesio y tantas cosas más que nos tienen indignados y hasta el límite de la tolerancia con quienes nos gobiernan y su forma de hacerlo.
Pero tengo que admitir que en todos mis intentos por escribir sobre esta temática, era lo suficientemente incendiario como para hacerme arrepentir de enviarlo. Reflexioné un poco sobre ese factor común y determiné que mientras tuviera la cabeza caliente lo mejor era no escribir sobre ese tema para evitar echar más gasolina al fuego y retomarlo cuando, con cabeza fría, sintiera que pudiese ser abordado de una mejor manera (o por lo menos no con lenguaje tan prosaico…lo admito, tenían tantas groserías e improperios que la RAE podría hacer un diccionario nuevo con ellos)
Hoy (escribo esto el lunes 3 de mayo) mientras hacía mi ejercicio cotidiano de leer diarios, me encontré con un artículo de la BBC News que llamó poderosamente mi atención y decidí que podía ser un buen tema para escribir y compartir; este se titula: “Los errores genéticos introducidos artificialmente que pueden cambiar a la especie humana”, escrito por Zaria Gorvett (@ZariaGorvett).
El tema al que me voy a referir parece salido de la ciencia ficción: no es material pero puede materializarse a través de las acciones; matemáticamente hablando, puede plantearse como una expresión que se encuentra en función de ella como una de sus variables estructurales, variable que puede ser llevada al limite cuando tiende tanto a infinito como a cero y a la que algunos le aplican la derivada parcial, como si fuera una constante. Ni hablar del campo de la ciencia de materiales, ya que aunque es inmaterial, abundan los ejemplos donde se comporta como una nube de éter hasta una barra rígida e incompresible (pasando por un estado coloidal muy parecido a la gelatina) y, además de eso, puede ser usada como un único cuerpo (un todo) o picarse hasta niveles casi microscópicos, haciendo de ella una nube de material particulado imperceptible pero que ahí esta.
Hablo de la ÉTICA, de ese cuerpo de juicios, valores, conceptos, ejemplos, vivencias, experiencias, preceptos y demás, cuya extensión es indefinida (bien sea por lo grande o por lo pequeña en algunos casos) y cuyas propiedades van desde hacerse rígida e inflexible como la más dura de las rocas o de los metales, o hacerse tan blanda y flexible que tiende a desaparecer, pasando por todos aquellos intermedios imaginables (algunos inconcebibles en una mente con un grado medio, bajo o nulo de retorcimiento -lo que sea que eso signifique-).
Todos escuchamos sobre la ética (o su ausencia) de manera cotidiana: personal, social, profesional, laboral, familiar, con el ambiente y otras tantas aristas de nuestra existencia e interrelaciones, mientras le damos a esta unas características qué hacen de ella la fantasía de cualquier ingeniero de materiales y la pesadilla de cualquier físico.
A veces la fragmentamos, es decir la fraccionamos en partes que pueden tener infinidad de tamaños y contener una cantidad indeterminada de sus elementos estructurales, para tomar alguna(s) de esas partes y descartar otras; otras veces la desaparecemos a voluntad, unas más la ponemos delante nuestro como el mejor de los escudos. La practicamos a conveniencia y hasta la construimos como el mejor de los productos modulares personalizados, confeccionándola a la medida de nuestras necesidades hasta terminar con un closet lleno de éticas de-sastre, disponibles para cada ocasión. Como dijo Grouncho Marx: “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.
Entrar a definir la ética de una manera universal no es mi propósito. Conceptuar un poco sobre ella sin adentrarme en el intrincado filosófico de su argumentación y construcción, se acerca más a mi pretensión. Es por esto que prefiero abordarla desde lo que considero la base de la existencia y las relaciones: la vida como principio y fin último de cualquier acción humana, incluidas (como dirían los economistas) las externalidades.
Dentro de este marco me permito ofrecer algunas características que, a mi juicio, debe tener cualquier conceptualización que sobre la ética se haga, pero en observancia de los efectos indeseados que un texto extenso podría traer (aburrimiento, sueño, desgaste visual, desinterés, fatiga, etc.) voy a plantear, en esta oportunidad, solamente el que considero el primero y fundamental (los demás quedan para la segunda parte):
La ética debe partir de la vida y del perfeccionamiento de la persona como un ser individual y a la vez social, ambas dentro de un marco eudaimónico. Esto quiere decir, en primera medida, que todo aquello que vaya en contra de la vida (y no solo de mi vida, sino la vida el otro, entendiéndolo y asimilándolo como una entidad igual a mi en todos los aspectos), debe ser considerado como NO ético. Pero pilas, me refiero a la vida en un marco más amplio que el biológico, me refiero también a calidad de vida y a vida digna. Y esta claridad es fundamental porque me introduce a un contexto más amplio y profundo, más allá del blanco y negro, a un contexto lleno de grises que hace difícil determinar límites para poder considerarlo como un principio absoluto. Pero esto no quiere decir que la ética se abrace a aquella máxima de los estudiantes cuando no saben que responderle al profesor y, haciendo una alusión a Einstein, responden con un “todo es relativo”. En la ética, no todo es relativo, deben existir unos absolutos (sé que esto de los absolutos no le gusta a Juan David, pero ajá, espero que estos si sean de su agrado o al menos, los acepte como tales: absolutos indispensables) y son los que trato, de manera atrevida, de presentar acá a ustedes, empezando por este de la vida. ¿Por qué? Porque, y me permito parafrasear a Dostoievski, si no hay valores absolutos, entonces todo está permitido. Y NO, NO TODO ESTÁ PERMITIDO.