Estamos en los juegos olímpicos de Japón 2020, por fin en 2021. “La fiesta deportiva orbital más importante del mundo”! -Dicen los periodistas hasta que llegue el mundial- con todo y la redundancia. Y lo que debería ser pasión, lucha, entrega y sacrificio de parte de los deportistas, también devela lo inequitativo, desigual e injusto que es el planeta y los modelos económicos hasta en el deporte. ¿Por qué?, pues porque los juegos olímpicos desnudan también –como si las encuestas de calidad de vida, el Gini, el IPM y otros indicadores sociales no fueran suficientes- las condiciones en las cuales, los deportistas de los países que participan en las justas orbitales viven, se preparan e incluso el cómo compiten en ellas.
Pero vamos por partes, imagine el querido lector que tiene usted 30 años (algunos de ustedes los tienen y otros somos adultos contemporáneos) y vamos a proponer dos escenarios hipotéticos. En el primero de ellos usted nació, creció y aprendió a practicar un deporte en un país que ocupa el puesto 147 en el ranking internacional de calidad de vida y que es el penúltimo país en desigualdad detrás del tristemente celebre Haití, que sufrió el asesinato de su presidente a manos de mercenarios preparados y pagados por sus impuestos y que viajaron “engañados” a asesinar a un presidente y desestabilizar su democracia. Pero no nos desviemos, supongamos que usted es un deportista Colombiano, ahora, si es hombre, va a ser boxeador y si es mujer también va a ser boxeadora. Si lo prefiere nos podemos inventar el ejercicio con ciclistas en ambos sexos o con yudocas, o en un deporte en el cual no tenga que comprar equipo para practicarlo porque es su realidad y los equipos son costosos, hay poco apoyo institucional y la plata está escasa por estos días o como lo prefiera, usted es un deportista colombiano de 30 años.
En el escenario dos, vamos a suponer que usted es un deportista Austriaco que también tiene 30 años y que su país ocupa el puesto 13 en el ranking de calidad de vida y no tiene un conflicto armado interno, y según datos de la OECD tiene muy buenos resultados en las medidas de bienestar general, que no lo digo yo, que lo dice la OECD de la cual también Colombia es miembro. Austria está por encima del promedio en ingresos, en seguridad personal – una de dos, o ya mataron a todos los lideres sociales o allá si respetan los DDHH- estado y servicios de salud, educación y calidad del medio ambiente, entre otras 16 o 17 características que publica la organización. Eso le ha permitido a usted como deportista, hacer su educación básica, media vocacional, acceder a la educación profesional, hacer una maestría y un doctorado a sus 30 años, garantizando además en todo su proceso académico no solo la gratuidad del servicio en todos los niveles, sino también una ingesta de alimento en la primaria y la secundaria que le hacen más fácil llevar sus medios de vida adelante.
Efectivamente es una hazaña la victoria de Anna Kiesenhofer. Ella estudió matemáticas en la Universidad Técnica de Viena; en 2012 terminó un máster en matemáticas en la universidad de Cambridge y se doctoró en matemáticas aplicadas en la universidad de Cataluña. De hecho, tener un doctorado y una medalla olímpica a los 30 años, debería ser considerado el nuevo sembrar, un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Sin embargo, aunque es admirable y envidiable no podemos perder de vista el contexto, ella nació y creció en un país que le ha brindado garantías en salud, en educación y en alimentación y a partir de allí pudo practicar su deporte y con esfuerzo, disciplina y sacrificio – que los tiene y de sobra- logró esta hazaña personal a los 30 años.
Volvamos a Colombia… y para que nuestro caso hipotético sea un poco más claro, el Gini de Colombia es de 0.538. Colombia está detrás de Haití como el segundo país más desigual del mundo, y ocupa el puesto 147 como ya dije en el ranking de calidad de vida de la OECD. Austria está en el puesto 13 en calidad de vida su Gini es de 0,272. Casi tres puntos de diferencia en la escala de medición de disparidad, y 134 puestos por encima en calidad de vida. Su mayor problema es la migración de otros países por sus condiciones de salud. Desde la subjetividad de Anna y de cualquiera, es profundamente admirable tener logros de ese tipo siendo aún tan joven – ahora, no sé si tiene pareja o no, pero fácil de impresionar no va a ser- pero mi punto aquí es que el contexto determina tus posibilidades de éxito desde el punto de vista social, económico, ambiental, cultura e incluso deportivo.
La situación con nuestros deportistas es diametralmente opuesta. Muchos de ellos compiten para comer y eso es una triste, aunque a veces esperanzadora realidad. A veces, tener acceso a una disciplina deportiva se convierte en una oportunidad para salir de la pobreza, el desplazamiento y la guerra. Los casos no son pocos y muchos de los deportistas más queridos del país o los más recordados han competido, vivido o sufrido condiciones de vida completamente diferentes a las de Anna.
Yuberjen Martínez el boxeador nacido en turbo en 1991 y quien fuera medalla de plata en Río 2016, ha trabajado como mecánico y artesano, sus padres son pastores protestantes y su motivación para pelear en Río era la casa que como premio, les ofreció el gobierno a los medallistas. Es posible que recordemos que tiempo después de haber ganado la medalla, se le vio a él mismo construyendo la casa y pidiéndole al gobierno que cumpliera. Lo que pasó finalmente, porque gracias a su exposición en medios y redes sociales, se logró presionar a la ministra Noguera (de la época) para que gestionara las ayudas y él mismo ayudó a construir la casa.
Rigoberto Urán, el querido y divertido Rigo, vendía chance en su pueblo para ayudar a su mamá y a sus hermanos, después de que a su padre lo asesinaran los paramilitares cuando Rigo tenía 14 años. Tres meses después ganó su primera carrera. Caterine Ibargüen creció lejos de sus papás porque en su municipio de nacimiento, en apartadó como en muchos otros lugares del país, la violencia los obligó en enviarla a vivir con su abuela, porque era más tranquilo, además las condiciones económicas de sus padres no eran las mejores.
Podríamos seguir citando a deportistas y sus realidades personales, pero el análisis también puede centrarse en el medallero. ¿Será coincidencia que los países desarrollados tengan mejores resultados? O que los países y empresas que más invierten en investigación para la industria del deporte, ¿sean quienes lideran? La respuesta tajantemente es No. Pese a que todos quisiéramos que los Olímpicos fueran pundonor y entrega, hay también en ellos una competencia industrial, de marcas y de hegemonía económica entre países. Así como el contexto, influirá en la calidad de vida de Anna en su presente y su futuro, lo hará en el caso de Yuberjen, Rigo y Caterine. El logro de nuestros medallistas obviamente sin romantizar la pobreza es un logro superior, no solo porque tuvieron o tendrán que ganarle a sus competidores, ellos tuvieron que sortear las condiciones con las vinieron al mundo en el segundo país más desigual del globo y sobrevivir a esas condiciones -aunque no debería ser así- es un logro mayor que tener 30 años, un doctorado y una medalla olímpica.
Por fuera de la columna
Quedé antojado de desarrollar más la idea de la industria deportiva. Espero hacerlo en la siguiente entrega.