INVESTIGAR PARA DEVENGAR (V).

La esperanza es la forma normal del delirio.

E. M.  Cioran.

Como prometí en otras entregas de esta ‘saga’, hoy quiero hablarles del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (+ Creación), uno de los componentes fundamentales con los que nuestro Colciencias (Ministerio en formación) afronta las dificultades que tiene nuestro país. Como les he mencionado en otras ocasiones, y partiendo de lo anecdótico y biográfico, la manera en que este Sistema reparte regalías a través de su Convocatoria Nacional Para el Reconocimiento y Medición de Grupos De Investigación, Desarrollo Tecnológico o de Innovación y para el Reconocimiento de Investigadores del Sistema Nacional De Ciencia, Tecnología e Innovación (CNPRMGIDTI, de acá en adelante) tiene buenas intenciones pero está también en la raíz de prácticas poco sanas a las que he denominado plagio por el caso que expuse particularmente en el primer artículo de mi trilogía en Los Juanetes –pero no es un plagio-.  Se los resumo: alguien que no hace nada pide ser puesto como co-autor de un artículo pues con eso logra puntos para escalafón docente (sueldo) y goodwill.

En lo personal creo que el sistema tiene aspectos positivos, si bien es un modelo desarrollista anclado en una estructura euro anglo cientista y por la forma en que reparte puntos promueve al artículo científico como producto principal del sistema, aunque hasta Colciencias es consciente de eso y trata de dar puntos para ‘apropiación social del conocimiento’ y para las artes, que tienen en los concursos para artistas un producto de similar reconocimiento que publicar en revistas de ciencia.

INVESTIGAR PARA NO EDUCAR.

Para más pistas, el papel fundamental del CNPRMGIDTI era hasta hace poco el de señalar quién podía acceder a los recursos públicos, si bien ahora -en la muy divertida jerga que acompaña este tipo de proyectos- busca hacer una especie de censo de las capacidades científicas del país para, basados en la historicidad de la medición, regular políticas que permitan establecer una relación entre ciencia – conocimiento y desarrollo – progreso (y atender, de paso las necesidades del país).   

Eso en el terreno de lo ideal.

Como ya expliqué en otra columna, para los docentes universitarios (y en general para los investigadores del país), esto se traduce en oportunidades laborales y salariales que en tiempos de pandemia son cada vez más escasas, si es que alguna vez abundaron (!), figurar como autor de un artículo en una revista internacional le diferencia como investigador, y le puede generar horas en las que no tiene que dar clase sino investigar y/o dinero por su investigación y un mejor sueldo.  Para las universidades implica acceso a goodwill (como expliqué en mi columna anterior) por la medición a través de rankings y poder acceder a esos mismos recursos.  Teniendo en cuenta las grandes diferencias entre Instituciones de Educación Superior en Colombia para algunas es un salvavidas que les permite, de paso, acceder a certificaciones de alta calidad con lo que matan dos pájaros de una sola… CNPRMGIDTI

¿Esto fomenta el desarrollo y el progreso del país?

En eso sí que tenemos diferencias, pero con el último empujón al trabajo con comunidades, que se ha vuelto casi que un requisito para el trabajo de investigación, algo de todo ese dinero llega a esos problemas y las soluciones que se piensan en las universidades repercuten en las condiciones de vida de quienes están alejados de los centros de producción de conocimiento.

TWITTERLAND.

Hace algún tiempo en twitter, estuve discutiendo con alguien en torno a la idea de cómo contribuye la investigación académica a solucionar los ‘problemas de la humanidad’, mi conclusión fue simple: quienes investigan tienen claras las dificultades que tiene transferir ciencia a las comunidades en un sistema como este, tienen claro que hacer una maestría o un doctorado no repercute necesariamente en solucionar esos problemas, pero lo siguen intentando. 

Obviamente en ocasiones es más fácil orientar los esfuerzos a un tipo de investigación que no requiera ese esfuerzo adicional bien sea porque el trasladarse continuamente al trabajo de campo mientras se da clases es un imposible –siempre hablo del docente investigador, claramente- o porque en esa compleja construcción que es resolver los problemas de alguien, las anquilosadas estructuras de la universidad colombiana no dan el espacio requerido.

Esa complejidad en el campo de la arquitectura (donde construir, remodelar o reparar un edificio o una casa para una persona  en particular sería solucionar sus problemas) requiere mucho dinero por lo que arquitectos publicamos en otros espacios que no son los de nuestra profesión: en urbanismo, en ingeniería de materiales, en  educación.  ¿Dónde están las respuestas de la arquitectura a los problemas del país?  Pues sí, no las veo fácilmente alcanzables porque prima el asunto económico.  Es más fácil, y perdón por ponerlo llanamente, pero es la realidad de investigar en artes, hacer investigación básica: un tipo que se dirige a la arquitectura en sí misma, a su epistemología o historicidad, que a problemas concretos. No se imaginan ustedes el tipo de problema para que una universidad salga a poner una teja, a cambiar un vidrio o a hacer cualquier cambio real: burocracia, ganancias y círculos de poder lo impiden.  

En términos de investigación, ese tipo de actuar sobre la realidad tampoco genera puntos del CNPRMGIDTI porque el sistema valora algo llamado: nuevo conocimiento (mover lo que conocemos un paso más allá de donde está la línea que marca qué conocemos), así que cambiar la teja rota de alguien por cambiarla no lo hace, no genera nuevo conocimiento.  Inventar una nueva teja, con un tipo de material novedoso, aprovechar un conocimiento ‘mero’ (como diría W. Benjamin) para producirla, trabajar con una comunidad para desarrollar tanto la teja como el material juntos: ese es el conocimiento que se espera, algo loable y que por lo demás debería ser lo que todos intentáramos.  Pero ello es más una ficción para un docente que simultáneamente tiene que educar estudiantes, responder por syllabus, notas, presentar artículos a revistas y lidiar con la burocracia universitaria.

Pero si lo lográramos, una vez hecho viene el otro problema: eso tiene que volverse plata, patentarse y explotarse, porque los actores del sistema -como todos los colombianos- tienen necesidad de plata, en un rasgo del sistema muy literal con el esquema de innovación gringo pero poco consciente de la realidad nacional: se investiga para patentar, se investiga para vivir de la renta de esas patentes.

ESE DELIRIO DE LA ESPERANZA.

Todo ello no suena tan complejo, exceptuando el caso en que el sistema exige al docente dar clases, responder por todo lo que ello conlleva y simultáneamente investigar, ir a acompañar a la comunidad y hacer ‘papers’, valga la redundancia.   

Cuando me presenté a la CNPRMGIDTI con el grupo maldito aquél tenía toda mi esperanza en poder ir y acompañar a una comunidad rural, estudiar con ellos elementos de su patrimonio gastronómico, de ahí desarrollar un elemento arquitectónico (no una casa, pero quizás un depósito de materiales, una ampliación de una cocina, construir algún elemento sanitario, dejarles algo en reciprocidad por compartir su espacio con nosotros) y producir un par de artículos, para eso el grupo tenía a algunos de mis estudiantes y exalumnos más brillantes y todo pintaba bien.  Pero vino la pandemia y el trabajo de campo puso sobre la mesa que quizás, en lugar de llevar un proyecto interesante estábamos llevando un virus.  De ahí la modalidad de investigación cambió y se volvió el mismo ‘pajazo mental’ que una tuitera nos echaba en cara: investigaciones hechas en un salón lejos de lo real, un diálogo entre sordos a través de una revista científica y alguna visita de campo, más la excepción que el eje de construcción del conocimiento.

¿Docentes investigando en Colombia?  La esperanza como  delirio, pero los hay.

Bogotano. 50 años. elarteylaarquitectura.wordpress.com

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