Hace unos días a la clínica veterinaria donde estaba con mi perro llegó una señora de unos 60 años con su perrita para una cita en peluquería, iba sin tapaboca y por supuesto, no la dejaron entrar. Ella alegaba que ya estaba vacunada con sus dos dosis y por lo tanto ya no corría ningún peligro, pero igualmente perdió la cita porque dentro de las políticas del establecimiento está que las mascotas no se reciben en la puerta, sino que uno debe entrar con ellos. La señora se enojó mucho, hasta amenazó con denunciarlos (práctica que gusta tanto que ya molesta) y la chica que la atendía ya no encontraba palabras para explicarle que era una norma por la pandemia mundial que todavía estamos atravesando a pesar de que ella ya este vacunada.
Salió el dueño de la clínica a atender personalmente la situación. La felicitó y le agradeció por haberse vacunado y le explico, de nuevo, que gran parte de las personas que estábamos allí en ese momento no estábamos vacunados y mientras no se demuestre que ella no puede transmitir el virus a pesar de haberse inmunizado, pues no puede entrar al lugar sin las medidas de bioseguridad, que por favor reprogramara la cita y volviera con tapaboca. La señora volvió a gritarle y sentencio que no volvería a esa clínica y que les diría a todos sus conocidos lo ineptos que son. Fue una escena lamentable en la que nos quedó claro que ella era un peligro para casi todos los que estábamos ahí, pues evidentemente abandono todas las medidas.
¿La señora está en su derecho de abandonar las medidas de bioseguridad y volver a su normalidad? Claro que sí. ¿Eso le da derecho a ponernos a todos en riesgo? Por supuesto que no.
Lo bonito de los derechos y las libertades individuales es que se mueven dentro de lo colectivo, tenemos que compartirlos y eso exige unas lógicas de autocuidado y cuidado del otro, sino fuera así ya nos habríamos extinguido hace mucho rato. Ninguna libertad es absoluta porque sin normas la sociedad no funciona, por lo que siempre han existido medidas restrictivas o sancionatorias que le ponen límites a nuestros derechos, porque la prohibición también es relativa.
Podemos ver ejemplos en diferentes situaciones cotidianas. El uniforme escolar es obligatorio en muchas instituciones, pero nadie le pone un arma en la cabeza para usarlo, si no lo desea pues no se matricula en esa institución y busca otra. Es su decisión. Manejar borracho es sancionado, no prohibido, yo puedo salir con mi carro a tomar, no hay una norma que me lo prohíba, pero si me paran y estoy ebria me van a multar, a quitar el carro y perderé mi licencia. ¿Me restringen mi derecho a vivir como yo quiera incluso poniéndome en riesgo? Sí, pero no me sancionan porque yo me pueda matar, eso al Estado no le importa, lo hacen porque puedo matar a otros y sin embargo, puedo decidir salir y manejar tomada.
Hay una trillada frase que intenta representar esto: “los derechos de los demás terminan donde empiezan los míos”. En mi opinión, esto es falso, tus derechos y los míos pueden ser restringidos cuando se pone en riesgo el bienestar colectivo, es decir que van a la par, no en seguidilla. Es un asunto de convivencia, no de vive tu primero que yo voy después.
Lo mismo ocurre con la vacunación. Estoy de acuerdo que no debe ser obligatoria, un tratamiento médico debe ser voluntario, siempre, pero también estoy de acuerdo con que existan ciertas restricciones para quienes toman la libre decisión de no vacunarse, como de hecho ya ocurre. Hay colegios y universidades donde antes de covid-19 ya exigían carné de vacunación. Trabajos donde el requisito para entrar son determinadas vacunas, países donde no puedes ir sin la de la fiebre amarilla, por ejemplo. Esto no es comparable con la trasfusión de sangre en los testigos de Jehová, en esos casos solo esa persona muere, no pone en riesgo a un colectivo, así que no hay comparación posible.
Una de las cosas que dicen es que se va a segregar a la población y promover la discriminación. Eso es un argumento pesimista que asume que por lo menos la mitad de la población no querrá vacunarse y si es así, tendremos un problema mayor. En salud publica prima lo colectivo, por eso fumar en restaurantes y aviones está prohibido, es una restricción de las libertades, pero yo no tengo derecho a poner en riesgo la salud del otro, eso no es discriminatorio ni segrega a los fumadores, quienes fuman saben que es un riesgo para la salud, deciden hacerlo y se aguantan las medidas. Con las vacunas funcionara igual, eso sí, cuando el plan de vacunación avance lo suficiente para eso, en este momento sería un absurdo implementarlo en Colombia.
En esa misma línea, toda decisión médica debe ser informada. Quienes no se vacunen deben saber que pueden morir por covid-19 o sufrir una enfermedad grave con secuelas importantes, lo que significa que no vacunarse es una decisión que implica la posibilidad de renunciar a la salud o la vida, además de algunas opciones educativas, laborales e incluso sociales. Es una decisión y es respetable, siempre que no exija que por su derecho se ponga en riesgo la vida y la salud de los demás, eso ya es mezquino, como sucedió con la señora en el veterinario.
Un querido profesor de la universidad nos dio una definición de salud mental que a mí se me quedo grabada: “salud mental es tomar decisiones y poder estar tranquilo con ellas”, porque en la vida estamos constantemente tomando decisiones, unas más pequeñas e insignificantes que otras y todas implican una renuncia o posible renuncia. Volviendo al manejar tomado, yo puedo decidir ir a un bar con mi carro, pero eso puede implicar perder el permiso para conducir e incluso perder mi libertad si mato a alguien. Es una decisión, si tengo plata para un par de zapatos debo elegir uno y renunciar a otro o puedo decidir no decidir y renunciar a ambos. Así es la vida, de decisiones y renuncias, y renunciar también es un derecho.