De símbolos e imágenes

A diario, y con la irrupción de los dispositivos móviles con cámara, se toman millones de imágenes que son subidas a las redes sociales. Sólo en Instagram se cargan cerca de 100 millones de fotos al día y 300 millones en Facebook.

Estamos ante una avalancha de imágenes qué por la cantidad, pasan a ser efímeras y por consiguiente sin impacto en el público. No pasan de pervivir un instante y se hunden ante la llegada de otras nuevas. Sin embargo, de vez en cuando una emerge, y sale a flote aquella que llega para quedarse y posicionarse como un símbolo, como un ícono. Evidencia de ello son algunas fotografías famosas como la del hombre en la Plaza Tiananmen, quien se para frente a un tanque artillado; o la de niña que corre desnuda y quemada porque ha sido atacada con napalm en Vietnam. Son imágenes que se transformaron y pasaron a simbolizar un momento histórico en el mundo.

Imágenes de la protesta tenemos a cada segundo, de cómo son atacados los jóvenes en Siloé, o como son apaleados los policías del ESMAD en Bogotá. Pero todavía no se tenía un símbolo de la protesta. Esta semana en Pereira, atentaron contra Lucas Villa y de paso, sin quererlo, le pusieron rostro a las protestas de los jóvenes. Sin saberlo, crearon un símbolo de la juventud que quiere un cambio.

La Imagen de Lucas sonriendo y bailando muestra a esos jóvenes que quieren tener la posibilidad de contar con el servicio de salud sin que tengan obstáculos para su atención; de oportunidades laborales; de acceso a la educación de calidad; de transformar este país para todos. La imagen de Lucas dándole la mano a los policías, simboliza que esos jóvenes saben que los que están al otro lado y que portan uniforme, también son seres humanos que sienten y que su trabajo no los pone en contra de quienes hacen la protesta pacífica.

Muchos recordarán a Dilan Cruz, sin embargo, a diferencia de él, el gobierno y las personas que no son afines a la protesta, no podrán decir que Lucas se le atravesó a las balas. No podrán decir que la culpa es de él. La culpa es de un Gobierno que no ha sabido leer la desesperanza de los jóvenes y que alienta a matar a quien no esté de acuerdo. 

Un gobierno que no entiende que la reforma tributaria era el Florero de Llorente de una larga lista de inconformismos en el país y que valientemente jóvenes como Lucas han salido a expresar pacíficamente y a representar nuestra voz, a ponerle rostro a todo un pueblo inconforme y tantas veces, sistemáticamente invisibilizado.

Es momento de parar y escuchar a nuestros jóvenes. Es momento de silenciar las armas y desarmar los odios. Es momento para reflexionar y ver que no puede haber más dianas abusadas por no estar de acuerdo; más Lucas, más Dilan, muriendo por expresar su protesta.

Juan Carlos González G.

Campesino descendiente.

Consultor en proyectos de desarrollo regional y educación superior rural. Mis opiniones son 100% personales

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