Desde hace un par de semanas hemos visto a la ministra de minas Irene Vélez, en el ojo del huracán por algunas salidas en falso que le han cobrado todos los medios de comunicación. Ya habían puesto el grito en el cielo con el documento de visión política de la ciencia que el pacto histórico preparó en campaña para articularse a su plan de gobierno, que insisto, está construido desde una visión de ecología política y que por esa misma razón nadie entiende. Esta semana la ministra Vélez cometió un par de errores (cumpliendo un mes en el cargo) que son imperdonables para los mismos que celebraban el primer año de aprendizaje del presidente anterior.
Valdría la pena preguntarse: ¿por qué se van de frente contra la ministra?, ¿Por ser filosofa?, ¿Por ser mujer?, ¿por representar todo lo que a la gente divinamente no le gusta?, ¿por su falta de experiencia en temas públicos?, ¿por su activismo académico?, ¿por su mal manejo de las comunicaciones?, ¿Por qué pensó en billions y no en billones y se equivocó en una cifra? ¿por sus tenis? Todas estas preguntas son las que se han tejido alrededor de “sus actuaciones” en los últimos días y no son otra cosa que la construcción de una narrativa para desviar la atención al tema central de su papel en el ministerio, la transición energética.
Como les dije más arriba (nadie me ha dicho que no, entonces mantengo mi hipótesis) el programa de gobierno del presidente Petro está construido con una visión de ecología política (sé que puede sonar a blasfemia sobre todo para los economistas) y bajo esa visión confluyen un sinnúmero de interacciones y visiones del mundo que incluyen la particular visión del programa de gobierno y en el caso particular, con la visión del mundo y del país de la ministra Vélez y eso choca con la visión de las instituciones politicas y económicas extractivas de nuestro país. No voy a hablar de la teoría del decrecimiento porque Andrés ya lo abordó, o dijo que lo abordaría y porque esa es otra pata que la nace al cojo.
La discusión aquí no es por su formación, si el pregrado fuera definitivo para la vida Humberto Maturana debió ser reconocido por biólogo y haber pasado su vida detrás de un microscopio o en campo recogiendo muestras y no haciendo las grandes contribuciones que hizo a la filosofía, a la antropología y la psicología. O Arturo Escobar no sería referente en estudios de postdesarrollo, movimientos sociales o en ecología política, sino que se debió haber quedado como ingeniero. Ahora, si necesitan darle estatus a la vaina y validación internacional, tanto el chileno como el colombiano son referentes en sus campos de trabajo. Además ejemplos de personas que han triunfado en otros campos de la ciencia hay por montones; Adriana Ocampo (colombiana) es geóloga y bajo esa lógica debería trabajar en una petrolera, pero no, yo creo que ella prefiere seguir siendo la directora del programa de ciencia de la NASA.
El problema aquí no es el pregrado, el problema es el nivel de la discusión. La ministra Irene, les está hablando en términos de sostenibilidad y transición a quienes están acostumbrados a hablar en términos técnicos y de productividad. Esos dos discursos chocan y lo hacen por dos cuestiones. La primera y la más importante de ellas es una razón económica. La ministra Vélez está en contraposición a una de las industrias más poderosas del mundo, no del país, del mundo. Y desde su posición, que parte desde la ecología política, es completamente claro que el intercambio entre la economía y la naturaleza no se produce en un solo sentido y no se mide en términos de productividad, en número de pozos, de minas o de regalías.
El discurso va más allá, porque la economía puede movilizarse y afectar a la ecología, piense el lector en el aumento del precio internacional del BRENT o del WTI, eso tiene un impacto sobre el precio del dólar en las bolsas internacionales y al mismo tiempo, afecta a un productor de cerdos en Salamina. ¿Por qué? Porque el precio del petróleo que afecta al dólar, tiene efecto sobre el precio del maíz que se importa para la producción de alimentos concentrados que se utilizan para la producción de cerdos, cuando el petróleo sube y también lo hace el dólar el campesino colombiano tiene que comprar insumos importados para sus cultivos o para sus animales y eso afecta a la economía del colombiano de a pie o del productor que termina siendo más pobre. Eso pasa por la segunda razón y esto es que las cuestiones ecológicas se encuentran en el centro del mundo económico y la presión a la ministra es porque las instituciones económicas extractivas (y las extractivistas) del país lo saben y ella también.
Al final termina siendo un problema de justicia social y de democracia participativa; parafraseando al informe Brundtland, el desarrollo sustentable es un tipo de desarrollo que responde a una exigencia de justicia en el presente y que, al mismo tiempo, permitirá responder a esto en el futuro y esta es una cuestión democrática que se validó en las urnas, por eso el vínculo entre la democracia y la ecología es esencial. Pero la narrativa oficial desde la implementación del discurso del desarrollo (y sí es un discurso y me voy a los traques con el que sea) ha girado en torno a que el desarrollo económico es el núcleo de la totalidad del desarrollo y eso es mentira. Así que para alcanzar un desarrollo sostenible habrá que saber diferenciar al desarrollo económico del crecimiento económico y juntar en esa misma receta otras perspectivas de desarrollo, como el humano, el territorial, el rural entre muchas otras perspectivas y causas más profundas que el mero crecimiento, porque ese es el crecimiento de un pequeño porcentaje de la población.
Otra cosa es el nivel de discurso de la academia y aquí va una crítica para muchos académicos, aunque es con mucho respeto, hay un problema de desconexión entre la academia y la realidad social, económica, ambiental y política del país. Si hubiera más participación de los académicos en los asuntos técnicos y operativos del Estado, el nivel de discusión sería del orden de las teorías del decrecimiento y no del color de los tenis de la ministra, de igual manera hay que “aterrizar” el lenguaje al pueblo, a la gente (como lo que hacen los amigos de economía para la people, síganlos que son un éxito) que todo el que escuche sea capaz de entender lo que está diciendo el sujeto o la sujeta en cuestión para que sea claro para todos. Por el momento un buen asesor de comunicación política es necesario en ese ministerio y que quienes están dispuestos a trabajar en el gobierno del cambio se organicen y se dejen ver, más allá de la crítica de la base de datos de los doctores tienen que existir maneras de organización social que permitan llegar allá, porque les falta gente capaz y con ganas.
Finalmente, sí hace falta gente es porque esta es la primera vez que la izquierda gobierna a nivel nacional y al no haber estado nunca en el poder no tienen una estructura burocrática y de corbatas tan sólida como la que tienen los partidos tradicionales, gente hay, pero es cuestión de organizarla y saber dónde buscar. Por lo demás, desde aquí en @LosJuanetes1 seguiremos viendo qué pasa con este ministerio, con el de ambiente y el de desarrollo rural (que son como los más cercanos a nuestra experiencia), haremos visible lo bueno y criticaremos lo malo. Muchas gracias por leer y compartir y bienvenidos a la segunda temporada de Les Juanetes.
Fuera de la columna:
Diego Bautista fue nombrado director de la ADR, eso no le gustó a mucha gente porque viene de USAID y lo que suene a gringo genera resistencia. Pues la hoja de vida del señor Bautista es una hoja de vida envidiable, solo el haber hecho la pendejadita de coordinar el equipo de paz territorial en la oficina del alto comisionado para la paz y haber participado en el diseño de los PDET durante los diálogos de paz, solo ya con eso deberíamos estar tranquilos porque le cabe el punto No.1 del acuerdo en la cabeza. Pero no, somos colombianos y peleamos por todo… pero nos aguantamos en ese mismo cargo a Claudia Ortiz durante el gobierno Duque a sabiendas de que la señora no cumplía los requisitos y que acreditó experiencia que no tenía en una notaría. Así somos!