De crecer la conversación

Para mí, una de las paradojas de la libertad de expresión gira en torno a lo que llamamos “opinión” pues, si bien los nuevos medios -y en particular twitter- dieron voz a una cantidad de personas como nunca antes en nuestra historia, cada palabra y gesto parece ser hoy digno de la misma atención que la opinión construida con la experiencia y la formación, la que está conformada por ideas estructuradas y recorridos vitales.

Esta circunstancia ha potenciado la circulación de todo tipo de retahílas sin sentido por parte de energúmenos que piden a gritos un lugar de divulgación para su ignorancia en todos los temas; de los ‘arquitectos epidemiólogos’ a los ‘economistas del perpetuo socorro’, la paradójica apertura a todo desconocimiento ha hecho que abandonemos una cierta tradición de rigurosidad y veracidad en que se basa la idea de “libertad de expresión” para dar paso a una cultura de la certeza ignorante; la opinión se construye, la ignorancia se escupe en 280 caracteres a la vez.

TWITTERLAND

Decir irónicamente “hoy voy a soltar mi estetoscopio para tomar mi sombrero de analista de política macroeconómica” es un lugar común en twitter para expresar esta situación absurda en la que el desconocimiento de todo reclama la vocería en cada conversación y exige para sí un lugar similar al que tuviera en otro espacio tiempo el carácter pedagógico tras el debate, el diálogo, la columna de opinión todo ello en una década que cerró con Trump como paradigma del ‘confunde y vencerás’, una estrategia que nuestros políticos ultras han apropiado aprovechando la visibilidad que concede la participación en un medio como twitter.

Si alguno de ustedes, estimados lectores, me sigue allá sabe que hablo por experiencia propia, que me encanta la peleadera de contestar con niveles similares de estulticia a quienes tratan de ganar likes fáciles pegándose a los temas de moda, a la ofensa fácil… y que a veces hasta por deporte me gusta deformarles sus trinos y que se sientan mal interpretados ¡cómo debe arder que las sandeces que trinan no encajen en las cronologías twitteras!

La ‘última’ de esas seguidillas de trinos que parecen sacados de un manual de la ignominia para dummies que repartieran en las bodegas del bien-pensantismo es el ataque a la Ministra de Minas y Energía por declarar ante la prensa la necesidad de exigir el decrecimiento a las grandes economías globales. Ya llegó a ese bodrio de lugar común Dannyramoncito y su recua de lamebotas a formular numerales y a pedir la renuncia de la Ministra por un número incierto de salidas en falso, conceptos a medias y demás.  Bastante localizada la indignación, bastante selectiva… y eso que esa es la ministra menos brava de la camada.

…o quizás por eso.

IN REAL LIFE.

La crítica que menos sentido tiene para mí está en torno a la declaración del decrecimiento. Lo que más me ha hecho preguntarme sobre todo ello no es que muchos ignoren la larga historia del concepto, la necesidad imperiosa de pensar un futuro distinto al que nos venden las empresas del capitalismo internacional o que muchos economistas ni siquiera hayan rozado una lectura sobre ello. No, No. Eso me parece normal, porque gran parte de lo atroz de este sistema de depredación de los recursos del planeta, gran parte de la ignominia, está en alejarnos cada vez más de las alternativas para superar el estado demencial de las cosas: desde la criminalización de las liberaciones de tierra por parte de las comunidades indígenas al señalamiento de los saberes ancestrales como algo ‘mágico’ (y por lo tanto ignorante) de parte de la extrema derecha, todo camino que nos aparte de la carnicería implícita en el capitalismo es silenciado, y en tanto eso… no me extrañó.

Me pareció mucho más sospechoso un argumento de ‘ecónomos internacionalistas’ que no se quejan del concepto de decrecimiento en sí mismo, sino de que se exija decrecer desde nuestro trocito de cielo, que la exigencia a las superpotencias por control en el consumo se le haya hecho desde un país ‘del tercer mundo’; quizás los defensores del Norte Periquero Global hubiesen estado sosegados si el tema fuera reducir el consumo de drogas, pero no, la lógica que usan es tan selectiva como la indignación de la derecha.

Para estas personas el lugar de nuestra nación es el de una víctima que no puede alzar la voz contra su atacante porque en la relación de poder tras el capitalismo financiero nuestro puesto (!) es el de la pasividad. Somos la cebra que atacan los leones y en esa medida lo que reclama nuestro lugar es una suerte de “buenas maneras” durante el sacrificio que no altere el buen comer del burgués. …perdón, del león. Verse consumido en un respetuoso silencio: el lugar que nos es ‘natural’.

Esa solicitud de ‘humildad’ que hace ver la injusticia como algo ‘natural’, casi biológico, la he visto en otros contextos: cuando la voz en off del poder en Bogotá hoy nos pedía marchar por el andén; cuando se pide apoyar a los bancos o defender a las empresas dueñas de los fondos de pensión (así digan que la plata es de uno), cuando salen los defensores de las paredes y de las tanquetas mientras las balas asesinan a un pueblo que decide reclamar su dignidad, sus derechos, con justa rabia. 

Esa teoría de las buenas maneras que defiende una cultura relacionada con el sistema colonial de dominio (y por lo tanto racial, machista y capitalista) siempre apunta a lo mismo: el lugar del proletario, del pobre, del inempleable no se puede comparar con el del burgués, el millonario, el ejecutivo. Hay una cultura para coger el cubierto que opera de similar manera en las relaciones internacionales… o eso creen, no había visto que ese mismo esquema que valida la cultura del colonizador sobre la del ancestro se llevara a la idea de Estado pero no me extraña del arrodillamiento implícito en siglos de dominación colonial, de modernidad colonial.

Caníbales, sí, pero: ¡qué manejo de los cubiertos¡

Bogotano. 50 años. elarteylaarquitectura.wordpress.com

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