El ejercicio de la política para los políticos consiste en llegar al poder para ser gobierno y/o mantenerlo si ya se está en él. Si ya lo tiene, gobernando en motu propio como el expresidente Uribe y el expresidente Santos (dos periodos cada uno) o mantenerlo y gobernar en cuerpo ajeno como el expresidente Uribe con Duque (ay que si, que el se manda solo y no tiene jefes, tanto que se mandó a hacer unas monedas y todo eso). Sin embargo, hay otros políticos que no buscan llegar al ejercicio del poder sino que se mantienen dentro de las altas esferas de este, reacomodando sus servicios y sus bases con el único fin de seguir haciendo parte del poder y disfrutar del los beneficios que el estado construye y el gobierno administra. En otras palabras, usufructuando lo que algunos han llamado dulcemente, la mermelada.
Siempre que se pierden las elecciones quien no gana hace cuentas de qué le hizo falta para ganar. En las elecciones de Duque y Petro, se perdió por el voto en blanco y los tibios (aunque la diferencia fuera mucho mayor en número de votos) en el caso de Fajardo y De la Calle, porque no se unieron y porque el expresidente Gaviria no dio permiso y en una vuelta de tuerca terminó apoyando a Duque en la segunda vuelta, más cercano al conservatismo eclesial que al liberalismo humanista porque la política es dinámica.
El voto de opinión en Colombia solo está presente en algunos lugares, grandes ciudades la mayoría y una que otra ciudad intermedia. En el país del sagrado corazón prima el abstencionismo (gracias abstencionistas también es su culpa) y el voto de estructura política o de cuadros políticos y es en este en donde se consolidan las actividades y amistades non sanctas y por supuesto la corrupción.
Estos cuadros políticos están alineados por lideres comunitarios o gamonales regionales que organizan a las comunidades y sus votos a cambio de dadivas políticas que van desde las obras de infraestructura comunitaria hasta los 50 mil pesos el día de la elección. La monta es lo de menos, pues basta con recordar los casos de el Ñoño Elías, Otto Bula y Antonio Guerra en el caso de Odebrecht, del Ñeñe Hernández en la campaña de Duque y de cientos de casos documentados en Colombia sobre los que no pasa ni pasara nada.
Hay otra estructura que funciona como un cuadro político, es la política religiosa. Desde la constitución del 91 se han logrado innegables avances en la libertad de culto en el país y en la separación entre la iglesia y el estado. Esto nos adentró en la modernidad bien entrada la postmodernidad porque separamos a la iglesia de los asuntos del ciudadano más o menos unos 276 años después de la ilustración un jueves por la tardecita. Esa minoría de edad en términos de ciudadanía electoral, hace que las iglesias cristianas puedan participar en política a través de sus propios movimientos y sin necesidad de aliarse con otros partidos, como le toca a la iglesia católica con los conservadores y ese caudal electoral ha crecido desde la constitución de 1991 de manera impresionante. Entre 1973 y 2012 los militantes de las iglesias cristianas pasaron de unos 120 mil a 5 millones de colombianos. Y eso en términos de votos es un número que puede hacer la diferencia entre ganar y perder una elección sobre todo si se estima que para 2020 la proyección era de unos 6.5 millones de colombianos.
Siendo pragmáticos el acercamiento entre Gustavo Petro y el pastor Alfredo Saade no solamente es un acuerdo político en número de feligreses, rebaño o borregos que harán lo que el pastor diga a sus ovejas y asegurarán votos al líder del progresismo. En el fondo, debe haber un acuerdo programático relacionado con el pago de impuestos por parte de las iglesias, algo que ha estado en la agenda progresista durante los últimos años y donde hay dinero hay intereses. Piense el lector que Gustavo Petro gana las elecciones y promueve una reforma fiscal que obligue a las iglesias de todo tipo a pagar impuesto de renta, ¿quienes son los mayores afectados? Los pastores. Obvio esto lo están mostrando como acercamiento con los diferentes y con minorías oprimidas y diciendo que si fuera el centro sería otra la posición. Al respecto de esto, lo bueno es que ya hablan de la existencia del centro y lo reconocen, lo malo, es estar dispuestos a dejar de lado una identidad y una agenda progresista en aras y búsqueda del ejercicio del poder por el poder, aunque eso incluya traicionar sus propios valores y principios.
El mismo pastor Saade dijo ayer en su cuenta de Twitter que: “Algunos progresistas están cayendo en el juego uribista. No han entendido que así como lapidaron a @petrogustavo por años, lo están haciendo conmigo para destruir por temor lo logrado.
NO SOY HOMOFÓBICO NO SOY ANTI ABORTO amo la vida . DEJEN DE AUTODESTRUIRSE gana solo uribe.” Ese mismo pastor que publicaba en esa misma cuenta que la alternativa al aborto era no tener relaciones sexuales antes del matrimonio, que se opone al matrimonio igualitario, a los derechos de la comunidad LGTBIQ a la legalización de la marihuana y evidentemente al aborto incluso en los casos en los que se ha expresado la corte constitucional; es a todas luces un opresor de los derechos y las libertades que se le otorgan a los ciudadanos con la constitución del 91. Ya salieron las voces de la academia internacional que vivieron un par de años en Bogotá a defender esos acuerdos programáticos, pero el halo que queda en todo esto es que los principios se cambian por votos y los votos van a ser los de los borregos porque así lo dirán los pastores.
Finalmente Marx lo decía: “Estos son mis principios y sino le gustan mis principios tengo otros.” Groucho Marx
Fuera de la columna.
Esta perfecto que todos busquen estrategias para ganar sus consultas o para ganar su elección, pero los derechos de la gente no se pueden ni se deben someter a votación de ningún grupo religioso y hay que garantizar el funcionamiento del estado Laico. Los derechos de la gente no se negocian con nadie.
One thought on “Amistades peligrosas”
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