Con su cuerpo tendido en las vías del tren y amarradas sus extremidades, percibía un lejano zumbido hasta que escuchó claramente, pudiendo distinguir el sonido del tren avanzando, acercándose. Sin perder la esperanza, en su soledad gritó con todas sus fuerzas y alguien que caminaba por el andén respondió a su llamado. La apurada alma interpeló con un ‘no quiero morir así’, que fue respondido con la suerte de que quien acudía llevaba una filosa herramienta.

Como era de esperar, sacó su cuchillo y, justo antes de que el tren le pasara por encima, le cortó el cuello para cumplir su deseo

Flacuchento con determinación. No estoy aquí para tener a nadie contento/a. Te tuteo.

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