El desasosiego y el dolor de hoy no es más que una muestra de lo que vive la sociedad todos los días, como nunca estamos viendo y siendo testigos de la barbarie que por décadas habíamos omitido en ciudades, pero que se trasladó a nuestros hogares lo que por tantos años vivieron campesinos e indígenas en lugares aislados del país a causa de la guerra.
Hoy somos testigos de cómo violan, torturan y desaparecen personas ante la mirada de muchos, y vemos como se va desvaneciendo el grito de auxilio de ese pobre ser humano que no tiene cómo defenderse. Somos testigos que las personas que están en una institución pública al servicio del pueblo, no son más que carniceros bien entrenados para matar, son personajes que al mejor estilo de la ficción nos entrega la realidad, seres sin consciencia, ética o tal vez humanidad, encierran a unos cuantos que van libremente protestando y alegando su derecho a la libertad; pero ingenuos y como ovejas al matadero son víctimas de cuanta forma de infringir dolor se les ocurra a aquellos que un día juraron servir a su pueblo.
Un pueblo que mata a su propio pueblo, que lo masacra y que solo les sirve a los intereses de unos cuantos. Ese es tal vez el mejor resumen que pueda hacerse de lo que hoy vivimos en Colombia, la tierra del olvido, del olvido que seremos si dejamos morir a todos esos que día a día ponen su alma, cuerpo y corazón en cada marcha, en cada grito de libertad.
Tania Espinosa
Escritora invitada