Esta cocina huele a mi madre,
a sus valles y sus montañas;
tiene impregnados sus pasos firmes,
sus luchas constantes.
Mi comida sabe a sus abrazos,
a su palabra reconfortante,
también lleva la sal de sus lágrimas,
y el dulce recuerdo de sus besos.
Siempre que cocino, recuerdo a madre, e imagino el sublime momento en que podamos degustar el sabor del reencuentro.

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