Avanza torpemente el caracol de los días
y las somnolientas noches también pasan;
aún no llamamos a la vida nuestra casa,
todavía no tocamos el puerto de alegrías.
Viaja en nuestra piel el deseo y su tranvía
trazando en el pecho el electrocardiograma
del impávido destino que en su cruel trama
de emboscadas, de tormentos y de engaños
va restando el bien y aumentando el daño
mandando, cual tirano, herir lo que se ama.