El 28 de septiembre de esta semana conmemoramos el Día de Acción Global por la Despenalización del Aborto, por lo que hubo marchas y eventos feministas en el país exigiendo la despenalización del aborto en Colombia, es decir, se exige el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra vida presente y futura.
Ahora, como los machos no pueden tolerar una conversación en la que no se les incluya, el tema del día fue la solicitud de algunas colectivas feministas a los medios de comunicación de no enviar hombres a cubrir los eventos. Que se les vulnera el derecho a la información, al trabajo, al libre tránsito, blablablá… El hecho de que siempre quieran estar presentes, como si fuera una necesidad vital, es precisamente la razón por la que no se les invita.
Lo interesante, es que la discusión por la presencia o ausencia de hombres en eventos feministas están muy relacionados con el que debería ser el tema central de la discusión: el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Pues, ese rechazo a no ser parte de una marcha – así sea como periodista en funciones – es la misma actitud que asumen frente al consentimiento, no aceptan un NO quiero que te acerques, que opines, que toques o que decidas sobre mi cuerpo. Tal es la intolerancia al rechaz que las mujeres podemos perder la vida por decir que NO.
Históricamente, el espacio público y el cuerpo de las mujeres han sido territorios ocupados y dominados por el hombre y por eso, no estar invitados a un evento es tan molesto como que se despenalice el aborto, pues “deberíamos estar conformes con las tres causales”, que al final dejan la decisión de la maternidad no en la mujer, sino en un médico o un juez, el patriarcado en su máxima expresión.
El periodismo, la fotografía, también son territorios ocupados por los hombres. A pesar de que en las academias abundan las mujeres, en los medios no las contratan y se basan en estereotipos de género para no hacerlo: “los hombres son más fuertes para cargar la cámara”, “puede ser peligroso para las mujeres”. Así, las mujeres parece que no tenemos cabida en los medios de comunicación y para evidenciarlo solo basta ver como titulan noticias sobre las violencias basadas en género o el cubrimiento de las precandidatas presidenciales, que son inexistentes a menos que sean blancas, adineradas y afines a las ideas del patriarcado. Así, estos eventos feministas separatistas podrían convertirse en una oportunidad para los medios, para contratar mujeres y cubrir noticias con enfoque de género, con gafas violetas, pero resulta siendo una confirmación de que se niegan a romper el pacto patriarcal, por lo que NO están invitados.
La seguridad es otro territorio ocupado por los hombres. Si pensamos que el hogar es uno de los lugares más inseguros para las mujeres (porque allí la violencia se tolera al ocurrir en lo privado), entendemos que no existen espacios que por sí solos nos brinden seguridad. Ha ocurrido, con demasiada frecuencia, que las mujeres se encuentran con sus agresores disfrazados de aliados en las marchas feministas. Por eso, las mujeres hemos construido, en lo posible, esos espacios seguros. De forma que, si un evento es de mujeres para mujeres, tiene sentido que evitemos por todos los medios ser revictimizadas en el proceso.
Nosotras sabemos que no todos los hombres son violadores, maltratadores, feminicidas, pero es imposible saber quién sí y quien no, pues los agresores no tienen una etiqueta en la frente que diga “soy violador” y puede estar en la familia, en las parejas, en los grupos de compañeros, amigos, vecinos, el de la tienda o un desconocido, así que para nosotras todos son y serán potenciales feminicidas. Sí, todos. Puede sonar exagerado, pero si lo piensan bien, así nos criaron: “no uses falda que es peligroso”, “no te emborraches que es peligroso”, “no salgas sola que es peligroso”, “no trabajes entre tantos hombres, que es peligroso”. Las mujeres crecimos en un mundo peligroso para nosotras, solo que el patriarcado le quita toda la responsabilidad a quien configura el peligro.
Por otro lado, como feministas reconocemos el hecho de que todas, todos y todes hemos sido criados en una cultura patriarcal y el feminismo nos ha brindado un medio para cuestionarnos a nosotras mismas y nuestros entornos, lo que nos permite sanar y encontrar alternativas para ocupar el mundo desde la resistencia, pero los hombres poco se cuestionan su rol en la sociedad patriarcal, que incluye no comprender que puede darnos miedo (y rabia) vernos obligadas a compartir con ellos un evento en el que reclamamos nuestros derechos, esos que históricamente ellos nos han quitado.
No querer hombres en las marchas también es político, otro territorio ocupado por ellos. Lo personal es político y por tanto, no querer compartir ciertos espacios hace parte de esa dimensión en la que resistimos, nos nombramos, nos reafirmamos y solo nosotras somos protagonistas. El rechazo a estas acciones se presenta todos los días, lo vemos claramente en la invisibilización de las precandidatas y en la critica al movimiento Estamos Listas con la impresionante lista al senado conformada por solo mujeres, punto en el que sí se dignaron los machos a preguntar por la paridad de género, asunto que nunca les ha interesado hasta que se vieron excluidos.
Que las colectivas no los quieran en sus espacios de reivindicación más que una exclusión es una invitación a pensarse como hombres que construyen y hacen parte de la sociedad que habitan. Es importante que los hombres se pregunten y cuestionen ¿Por qué no los quieren en esos espacios? ¿Por qué les indigna tanto que nosotras ocupemos los territorios? ¿Qué pierden cuando nosotras entramos a ocupar y compartir los territorios? ¿Qué pierden cuando reclamamos el control sobre nuestro cuerpo y los territorios que nosotras también habitamos? Esa es la invitación porque al final, ese malestar que ellos sientes es algo de lo que ellos deben ocuparse, no es problema de nosotras.