¿TENEMOS que ser fuertes?

¿Han notado que cada vez que alguien dice que perdió a un ser querido las respuestas que recibe incluyen la palabra “fuerte” o “fortaleza”? “Mucha fortaleza”, “tienes que ser muy fuerte”, “pide fortaleza a Dios”, “eres muy fuerte”, etc. Es como si relacionáramos el sufrimiento por la pérdida con debilidad y sin darnos cuenta, con la intención de dar palabras de aliento, le decimos a esa persona que sufre que no sufra, que no sea débil. Y estando en duelo, eso sí que da rabia.

Recuerdo cuando mi mamá falleció, hace ya varios años, algunas personas constantemente me decían “eres muy fuerte, no sé cómo haces”. Lo hacían porque me veían serena y tranquila continuando con mi vida, pero esa palabra me enojaba profundamente porque no me sentía fuerte, sin embargo, uno se traga el enojo y no dice nada. En el ámbito privado mi vida estaba desordenada. Fui cuidadora de mi mamá por 17 años y con su muerte me quedé sin mamá y sin a quien cuidar. Intentaba adaptarme a una ausencia ensordecedora y a una cantidad de tiempo libre que para el ritmo al que estaba acostumbrada, era exagerado, además de ver a mi familia vivir su duelo, que nunca es fácil, por más preparados que estuviéramos para su muerte.

Lo mismo ocurrió cuando murió mi abuela, de nuevo a los lugares comunes de las condolencias “mucha fortaleza”, “tu eres muy fuerte”, “tienes que ser fuerte”, y ya me empecé a preguntar ¿tengo que ser fuerte? ¿fuerte para quién? Había perdido a mi segunda mamá, por una enfermedad que se la llevo rápidamente sin avisarnos ni darnos oportunidad de intentar lucharla, dos meses antes de mi graduación, un momento que no solo yo quería compartir con ella, sino que ella constantemente me decía que quería compartir conmigo, vivía por segunda vez un dolor profundo e indescriptible, pero el mundo me decía que tenia que ser fuerte y no, no tenía que ser fuerte un carajo, tenía que vivir lo que estaba viviendo como lo estaba viviendo, porque las manifestaciones del duelo son necesarias para la adaptación a la ausencia.

Es increíble como estos lugares comunes de las condolencias incomodan a las personas en duelo, pero por pura presión social uno no dice nada porque no queremos ser juzgados. Existe el imaginario de que estar triste es sinónimo de ser débil y cuando estamos tristes lo ultimo que queremos es que nos juzguen por sentir algo que no podemos simplemente no sentir, entonces callamos y sufrimos solos y en silencio, pues tenemos que ser fuertes, pero no por nosotros, sino para que no nos presionen.

Aquí lo interesante es que esto no tiene que ver con el doliente, sino con una incomodidad del espectador con la tristeza de ese doliente. Somos seres hedónicos, buscamos el placer, tratamos de evitar el displacer y nada más desagradable que ver a una persona llorar y no poder hacer nada al respecto, entonces vamos a la raíz y en lugar de tratar de comprenderlo y acompañarlo lo anulamos de golpe: “se fuerte, no seas débil, no llores”. Y ojo que esto no es intencional, es una construcción que hemos hecho en una cultura que ha patologizado las emociones, estigmatizado la tristeza y relacionado la vulnerabilidad con los conceptos físicos de fuerte-débil. Por eso, esas frases no son, en el fondo, para aliviar el dolor de quien sufre, sino para evitar que me incomode con su sufrimiento: “se fuerte que no tengo idea de que hacer cuando lloras y eso me genera malestar”. De nuevo, desear fortaleza no tiene mala intención, pero es un lugar común que hace daño, porque el doliente no se siente fuerte, no puede evitar su tristeza y se le presiona para eso.

Es lo que llamamos una falsa creencia en el duelo, pues el sufrimiento es parte de nuestra vulnerabilidad, no sinónimo de debilidad y los seres humanos somos vulnerables, lo que podemos evitar tanto como la muerte, o sea, nada, aunque nos esforcemos. Se vuelve una imposición en un momento que estamos tratando de averiguar como sobrevivir sin una persona que es significativa y que ya no está con nosotros, lo que es un reto enorme y pesado como para que además se nos exija no sufrir, no llorar por eso.

Quien vive un duelo experimenta muchas cosas, es una montaña rusa en la que se descubren mil formas de sentirse mal y se sobrevive a eso, porque venimos programados para perder y sobreponernos, el duelo hace parte de la vida. Pero en ese proceso, no nos sentimos fuertes, aunque lo somos, pues todos los cambios que se enfrentan son dolorosos y atravesarlos no es posible si no existen recursos psicológicos fuertes, porque para reconocerse y aceptarse vulnerable se requiere de mucha fortaleza, pero es un descubrimiento que necesitamos hacer en el proceso, no es necesario que otros nos recuerden que lo que toca hacer es enfrentar la perdida.

Quienes están en duelo no tienen que ser fuertes, lo que están viviendo ya es demasiado como para lidiar con exigencias externas. Pongan limites a quienes anulan ese dolor y exijan respeto por esos espacios para llorar su perdida. Llorar es necesario, ayuda a descargar la presión del dolor y sufrir tiene sentido porque vivir con la ausencia de un ser amado puede ser tormentoso.

Y a quienes acompañan a una persona en duelo, no tienen que ser los más creativos, evitemos palabras que anulan y sean genuinos en el apoyo que quieren dar, “te abrazo”, “aquí estoy si me necesitas”, “no sé que decirte, te acompaño a llorar”, son palabras sencillas que pueden ser más compasivas que desear fortaleza y también podemos reconocer cuando simplemente no hay palabras. Revisen que tan cómodos se sienten con el dolor del otro, que tanto pueden tolerar el llanto y los silencios, y según eso, se ponen o no a disposición para acompañar a quien a sufre, sean genuinos y eviten los lugares comunes a la hora de dar condolencias.

Somos humanos, vulnerables, vivimos tristezas, miedos y decepciones tanto como alegrías y éxitos. Amamos, reímos, sufrimos y morimos. Dejemos de querer borrar lo que no podemos borrar y la vida se nos hará un poquito más fácil.

💚Psicóloga Feminista (Ella/She/Her) 🤍Terapia de Duelo por Fallecimiento 💜Acompañamiento en Violencia Basada en Género

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