Muchas veces le he cantado a tu cara
y a tus ojos, cual soles soberanos,
más poco he dicho sobre tu piel clara
y de cómo la sientes en mis manos.

Pero yo en la distancia soy tus dedos,
y soy también la espina de la rosa
que dulce besa y daña como un credo
la humedad de tu centro, mariposa.

Mis manos —que son tuyas— te acarician,
olas entre tu cuerpo -laberinto-
y son la chispa que el incendio inicia
placer conocido, siempre distinto.

Tus mías manos gozan las delicias,
tacto, puerta a la fragua de tu instinto.

Palmireña. Poetisa. Orgullosa mamá de Majo y Salomé ☕ Coffee Lover ☕

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