SOÑAR PARA PLANEAR. UTOPÍA O BARBARIE.

Para concebir una verdadera utopía,  para esbozar, con convicción, el panorama de la sociedad ideal, hace falta una cierta dosis de ingenuidad, hasta de tontería, que, de ser demasiado superficial, termina por exasperar al lector.  

E. M.  Cioran.

Esta historia tiene leves modificaciones para que a partir de ella no se señale con el dedo a ninguno de sus partícipes, exceptuado Claudia y Peñalosa; nombres y cargos han sido omitidos o transformados.

El siempre brillante Cioran dedicó un libro entero a explorar la relación entre Historia y Utopía, poco o nada podía saber de cómo esa tensión puede explicar los diversos caminos que tiene la formulación de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) más aún cuando –según explica su traductor más famoso, Fernando Savater- su total apatía por los sistemas políticos y económicos en general apartaron su reflexión de las nimiedades del día a día. Cioran era un noctámbulo integral.

En este año en que se debate la formulación del POT de Claudia López, digo, de Bogotá, no puedo sacarme de la mente ese tono de Cioran, más cuando veo los spaces de twitter, los tweets de la alcaldía, la indignación generalizada con el gobierno (a nivel nacional y distrital) y toda suerte de opiniones en paralelo a lo que he denominado ‘la aplanadora claudista’: una forma de gobernar por encima de cualquier esquema de control democrático por unas instituciones ‘secuestradas’ (el Concejo, los consejos y demás participantes en la formulación del POT) que seguramente aprobarán el proyecto mientras la ciudad clama ser escuchada.

¿A qué ciudad escucha Claudia? Es evidente que no a la que le abuchea, a la que invisibiliza al tildarla de ‘petrista’ anulando su diversidad, a la que estigmatiza culpándola del orden público, a la que va a sobreponer un proyecto de ciudad que no le calza.

EL DESTINO DEL PLANETA COMÚN.

El Ordenamiento Territorial es uno de los temas fundamentales para construir tanto nuestro presente como el futuro de quienes nos sucederán sobre la tierra –idea que quizás sea  lo rescatable del legado del informe Bruntland-.  En tal dirección, pensar ese futuro, hacerse una imagen de lo que queremos en el porvenir, es una base fundamental para disponer los caminos que nos llevarán a él. 

Sin embargo, dar forma a esa imagen del futuro está lleno de complejidades en una era en la que nuestras formas de comunicación permiten escuchar todas las voces en simultáneo.  No puede ocultarse que una mayoría ciudadana (el famoso 90%), que ve tambalear los derechos mínimos de quienes habitan la tierra, quisiera que el bienestar general, el fin del hambre, de la ignorancia, la mejora del sistema de salud y otros tantos sueños sobre el porvenir fueran las guías de ese ordenamiento, más en un momento de crisis ecológica (y de la civilización, como apunta Leff).   Esa mayoría quisiera ordenar la ciudad y su territorio para que también  los más vulnerables accedan a lo mínimo deseable.  Sin embargo, la realidad es otra, y ese sueño de construcción de un futuro común es hoy una utopía, o al menos así nos lo venden: como un sueño loco.  Aquellos que se oponen a esta idea de construcción solidaria del mañana convirtieron la utopía en un sustantivo peyorativo.

Para mí no deja de ser extraño que esa palabra: Utopía (no lugar en su traducción literal, lugar soñado para mí), sea hoy sinónimo de lo inalcanzable, del sueño –errado- de quienes no saben construir el presente, cuando debería ser la imagen que guiara su construcción.  La utopía debería convertirse en lugar (topos) construible a partir de los esfuerzos comunes encaminados a asegurar el bienestar del presente y la prosperidad del futuro.

Ah, pero ahí está la trampa: prosperidad.  El legado deleznable del informe Bruntland está en la consolidación de la sostenibilidad –emparentada con sostener el consumo- como as en la manga para ordenar los territorios.

TWITTERLAND.

Hoy twitter se estremece al ver la foto de Duque sentado en una mesa donde diversos objetos se encuentran dispuestos con un énfasis decorativo; es obvio que se trata de una escenografía, armada para las cámaras, valga la redundancia.  Adicionalmente, las personas encuadradas en la imagen parecen estar dispuestas como parte del decorado, el benefactor blanco y sus ministros en la mesa, la comunidad a su alrededor, dándole la espalda, segregada de la escena, si bien no podemos ignorar la agencia de quienes participan en la foto.  Tal es la metáfora perfecta de la participación en la planeación territorial: las comunidades son cada vez más ‘convidados de piedra’ ajenos tanto para quienes elaboran los planes como para sus críticos pero ideales para publicistas y expertos en imagen –si bien hoy circulan versiones de que finalmente a quienes estaban en la foto se les dio la palabra-.

Para asegurarse de que este no sea el camino de la planeación en Colombia, la participación activa de las comunidades en la planeación de sus territorios es un requisito normativo en la formulación de los POT y en otras iniciativas estatales.  El modo y la forma en que las opiniones de las comunidades son tenidos en cuenta varían, desde la anodina ‘socialización’ (característica del proceso peñalosesco) hasta los comités virtuales en los que una parte de las comunidades, la más vulnerable por su poco acceso a los medios tecnológicos de participación y afectada por la pandemia, es inmediatamente excluida.  Conozco pocos casos de participación efectiva –mea culpa-. 

Diversos caminos se toman para solucionar esa exclusión, pocos dejan satisfechas a las comunidades, que quisieran ser las que propusieran los proyectos y las iniciativas que transforman sus territorios (otra palabra que cada vez carece más de sentido). Ahí el cruce de jerarquías entre lo nacional, lo departamental, lo municipal y lo vecinal es un reto.

ARQUILAND.

En arquitectura, las ideas utopistas marcaron el fin del siglo XIX y tienen su expresión en múltiples formas de ciudad, modelos de cómo construir el espacio habitable del futuro para el bienestar.  Sus impulsores entendían que para transformar la realidad de los seres humanos era indispensable cambiar los entornos en que estos desenvuelven su vida, más en cuanto la llegada de la industria convertía poco a poco las ciudades en lugares inhabitables.  El legado de esos pensadores (Saint-Simon, Fourier, Ebenezer Howard, Owen) estuvo en modelos urbanos que marcaron el quehacer de la arquitectura y sentaron las bases para una ciencia de la forma urbana, si bien son Marx y Engels los que darían un giro científico a ideas que iban desde una ciudad para modular los humores humanos hasta la idea del edificio como lugar de construcción de tipos espirituales;  entender la ciudad como lugar de luchas por el espacio dio a la utopía el duro contraste con lo real de la ciencia.

Hoy veo, anonadado, que los principales opositores de los planes de la alcaldía (en los que transpiran los intereses inmobiliarios del capitalismo financiero que espera acceder a territorios antes inexpugnables mediante el saco de la densidad y la ciudad extendida) actúan como aquellos utopistas del XIX, proponiendo sus modelos sin tomar en cuenta que el principal tema puesto sobre la mesa es que asistimos a una segunda década del siglo XXI en la que la ciudad ha tomado el rumbo de la expulsión de sus ciudadanos para hacer espacio para la inversión de capitales.  Si China hizo famosas las ciudades-fantasma, construidas fuera de las necesidades reales para que el motor de la construcción no pare, la Bogotá del presente es un espectro que aterroriza a sus ciudadanos, los expulsa asustados y especula con sus pertenencias una vez idos.

Escucho sus spaces, leo sus trinos, asisto a sus conferencias y me pregunto si esa utopía planeadora, en la que los esfuerzos de unos pocos pueden parar la fuerza del capitalismo financiero y transformar el rol que tiene el precio del suelo en los mercados, si los plantones y carteles no suponen -tal como señala Cioran- una ingenuidad que roza la tontería.  Lector exasperado creo que a mis colegas les falta la audacia de pensar una verdadera utopía, de plantear una revolución normativa que vuele hasta los cimientos este esquema para pensar la ciudad desde el andén y las buenas maneras ¿será que pueden imaginar una ciudad que controle el precio del suelo?  Un urbanismo de ollas comunitarias y primeras líneas. Ahí está la lección del hoy.

Bogotano. 50 años. elarteylaarquitectura.wordpress.com

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