Reflexiones inconclusas acerca de la procrastinación

Jorge Cham afirma que la primera ley de Newton de la procrastinación establece: “un estudiante tenderá a permanecer en un estado de procrastinación hasta que una fuerza externa le sea aplicada”; ahora, extienda esta ley a cualquier persona y se dará cuenta de que su formulación es válida en cada aspecto de nuestra vida como un placer culposo y un pecado que evitamos sin éxito hasta que no podemos hacer más nada que trabajar contra viento y marea para cumplir los plazos o los compromisos. Es tan universal el sentimiento que produce, que un día, escogido al azar, podría acercarse a usted un ciudadano cualquiera en Carulla y decirle “en lugar de estar aquí, debería estar haciendo otra cosa más urgente” y usted no podría hacer más nada diferente a asentir ante la inevitable e incontrovertible carga de verdad en su argumento.

Entendemos a la procrastinación como un hábito de postergación indefinida que nos mantiene a salvo de las ansias de enfrentar un trabajo que bien podría dejar en evidencia al impostor que llevamos dentro o, por el contrario, la intención de hacer perfecto aquello que debemos hacer, y a veces, como el mal hábito de sepultar nuestra existencia en, cada vez, más ocupaciones de las que podemos asumir, excusando la falta de un cierre, en la falta de oportunidad para lograrlo. A veces, sin embargo, confundimos esta, siendo no más que un desorden en las prioridades que le damos a nuestras tareas, o la incapacidad de asumir solamente lo que podemos resolver, o también, como me sucede a menudo, sobradez, por pensar que, sin importar la labor, siempre seremos capaces de hacerla en tiempo récord, corriendo contra el reloj hasta el último minuto, convencidos de que no hay tarea compleja que no pueda ser solucionada en una noche de trasnocho y por tanto, siempre habrá tiempo para algo más.

Intente definir su propio hábito de procrastinación, y con suerte aflorarán un sinnúmero de connotaciones negativas desde la propia experiencia, acusando, con motivo, a todas aquellas actividades que no son productivas en sí mismas, o provechosas, con ánimo de sacar algún tipo de ganancia futura. Sin importar las aristas o el enfoque, un elemento en común que aflora en la visión social y el valor que hemos dado a esta: el grito de la conciencia y la culpa que nos hace sentir que hay algo mal con nosotros, por estar haciendo “nada útil”, mientras aún, nos falta “todo” por hacer, y sobre todo, lo importante. En esta discusión, sin embargo, hay dos cosas que considero importante resaltar: en primer lugar, mientras sea posible, disfrute el tiempo y las experiencias que usted mismo se proporciona, buscando no matarse por exceso de trabajo y ocupación, solamente porque el mundo espera que usted sea productivo en cada aspecto de su existencia; y segundo, si usted siente o sospecha que la procrastinación está afectando su vida y sus sueños, es momento de buscar ayuda profesional, pero en serio profesional, porque si visita un coach, corre el riesgo de que lo mande a echarle ganas mientras recita que el éxito es 10% inspiración y 90% transpiración.

Solemos pensar en ella -la procrastinación-, como un pecado, pero la hemos confundido al asumirla como una falta que atenta contra los cimientos mismos de nuestro sistema económico y productivo, una violación a las leyes del trabajo duro y el esfuerzo y un sacrilegio contra la herencia de nuestros abuelos y padres, que ganaron el pan con el sudor de su frente, mientras nosotros aquí, vivimos de gastar el tiempo, valioso como el oro, en hacer cualquier otra cosa diferente a aquello para los que estamos programados como engranes del sistema; bajo esta idea, el disfrute, el goce y el placer de no hacer nada se convierten en un lastre que pone en riesgo nuestro futuro y nuestra existencia. De seguro, mientras lee estas líneas, podría estar haciendo esa cosa que no ha empezado, o quizá terminando esa tarea que tiene en pausa y por la cual espera su jefe o algún superior, así como yo, que dejé de pelar las papas del almuerzo por venir a escribir y me he levantado 3 veces del escritorio en la última hora porque no sé cómo darle un final a esta diatriba y creo que lo mejor es continuar mañana, si no me pongo a hacer algo más.

Fundador por accidente de los Juanetes. Solamente alguien que desea a ratos compartir las ideas que se agolpan en su cabeza.

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