Adriana Cabrera Velásquez
Generalmente en este mes del orgullo LGBTIQ+ mi esposa y yo hacíamos un programa de radio especial contando la historia del movimiento, la conmemoración detrás del 28 de junio, o entrevistando gente linda como influencers trans, lideresas sociales lesbianas nacionales y locales, o personas no binarias que nos contaban de sus experiencias y proyectos. Hablábamos de bisexualismo, poliamor y diversidad. Aprovechaba yo también para darle tres sacudidas teológicas a todos los que basan su odio en citas bíblicas mal traducidas y sacadas de contexto. A veces incluso nos animábamos a salir a marchar, más que todo para que ella pudiera tomar fotos, y tiene unas extraordinarias. Era lindo, un idilio en el que poníamos nuestro granito de arena para forjar un mundo sin discriminación.
Sin embargo, ninguna de las dos pensaba que necesitara este mes para poder sentir que había un lugar para nosotras en esta tierra. La verdad hemos contado con historias de privilegio que nos han dotado de parachoques y vacunas de inmunización contra las atrocidades que sufren la gran mayoría de las personas del sector. No nos echaron de la casa, ni nos ningunearon de las fiestas familiares, ni nos tocó entrar fingiendo ser “amigas”, no nos cortaron el chorro, no nos mandaron a confesarnos con el cura ni a asisitir a tratamientos “curativos” contra la homosexualidad.
Ella ya no está, se la llevó un derrame cerebral en medio de la pandemia. Hoy ese contrapunteo conversacional que creábamos como una sinfonía de libertad es un monólogo interior que retumba mayoritariamente en mi cabeza. Y como no tengo interlocutora para mis cavilaciones, interactúo con las redes sociales que se jactan de colorear las pantallas con bordes de arcoíris, promociones de viajes, y noticias de todas las barbaridades que hacen los conservadores para salvar a la humanidad entera que entre cadenas gime de las garras de Sodoma a nombre de la sangre de Jesús.
A las personas de la población LGBTIQ+ las matan a diario, pero a mi nadie me va a matar. Gozo de inmunidad diplomática más que todo por ser de familia bien, haber estudiado en el exterior y saber hablar inglés. Con todo y eso no hay salida a lo público en la que no me encuentre con alguien llamándome “señor” o diciéndome que me equivoqué de sanitario como si estuvieran hablando con un acosador aberrado que se mete al baño de las mujeres a ver qué pesca. Me dicen que es porque llevo el pelo corto, pero no creo que si Jada Pinkett estuviera haciendo cola le dirían eso, cada vez, todas las veces, sin falta.
Me enteré hace unos días que mi amigo Mauricio está embarazado y tiene diez semanas de gestación. Él, no su esposa Vanessa, él está embarazado. Además de ser una gran alegría es un acto de resistencia sin igual, tener que sortear este sistema de salud precario, retrógrado y discriminatorio siendo una pareja trans para poder darle a su bebé los cuidados que todo infante merece. No hay derecho. La noticia de su embarazo no tendría por qué ser tanto problema: papá gestante de un bebé que por lo menos en esta sociedad en la que los papás ausentes pululan va a tener una figura paterna y amorosa en casa.
Ninguna de estas insinuaciones, que son realmente microagresiones o simplemente agresiones frontales a la integridad de las personas, se repara con un desfile, con una playlist en deezer, ni con una promoción por poner el código “orgullo” en una tienda virtual. Por eso odio este mes, sus marchas y celebraciones con todas mis entrañas, así lógicamente tenga sentido y sea un precio a pagar para visibilizar violencias tan inverosímiles que de otra forma estarían solo en la imaginación de quien las sufre.
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PD: En lo que terminé de escribir esta columna me llegó por whatsapp un mensaje de condolencias por el asesinato de Óscar Parada Torres, Consejero Consultivo LGBTI Representante de personas bisexuales del Instituto para la Participación y Acción Comunal IDPAC en Bogotá, órgano que tiene funciones consultivas en temas de políticas públicas para la garantía de derechos de las personas sexualmente diversas que habitan esa ciudad. Según la Corporación Caribe Afirmativo, éste se suma a los 25 asesinatos a nivel nacional de personas de la población LGBTIQ+ en el primer trimestre del año 2022; y en doce días estamos a punto de elegir a un seguidor de Hitler a la Casa de Nariño.