La columna “De esta saldremos mejores” de Juan David el pasado domingo aquí en Los Juanetes quedó rondando en mi cabeza toda la semana. Nos habla de cómo empezamos la pandemia con un mandato de salir de la crisis siendo mejores personas para así construir una sociedad más sana; pero han pasado tantas cosas que esa idea es muy lejana. Sin embargo, después de tanto tiempo trabajando con personas que viven un duelo por fallecimiento, mi perspectiva sobre las crisis y los cambios es un poco diferente, un poco más optimista.

Los seres humanos tenemos una tendencia a filtrar estímulos, información, conceptos que son abstractos y volverlos concretos. Entonces, asumimos que “aceptar la muerte” o “cambiar” es como terminar un capítulo de un libro, pasar la página y empezar el capítulo siguiente, cuando realmente no es así. Aceptar la pérdida o la muerte implica un ejercicio de reconocimiento de sí mismo y del contexto en el que habito para poder identificar qué tengo que cambiar para crecer y transformar eso doloroso. Eso es el duelo, una experiencia vital que representa una crisis y me invita a adaptarme a una nueva realidad en la que alguien o algo ya no está presente; y para lograr ese ajuste tengo que hacer múltiples cambios en mí y en mi contexto. Por eso nadie termina un duelo siendo la misma persona que lo empezó. En esa medida, desde mi mirada optimista, como individuos y como sociedad, estamos viviendo no uno sino varios duelos. Duelos de lo que era la vida, de las comodidades y privilegios y especialmente de todo lo que está mal. Pero estamos en el proceso, éste aún no termina.  

He pensado mucho en un tipo de duelo del que poco o nada se habla porque parece no tener sentido, incluso está muy poco documentado en la literatura: el duelo del sobreviviente, aquel que viven quienes superan una enfermedad potencialmente mortal o que enfrentan una situación de extremo riesgo para la vida y sobreviven.

¿Por qué una persona tendría que hacerle duelo a una situación que promete la muerte cuando ésta no ocurre? La respuesta es bastante simple: porque los seres humanos hacemos el duelo por la propia vida, nos adaptamos a la posibilidad real de morir y hacemos los ajustes necesarios para que cuando llegue el momento podamos estar tranquilos.

Cuando las enfermedades potencialmente mortales dan tiempo de luchar para superarlas, las personas que las padecen deben adaptarse a ellas y a los efectos en su cuerpo para poder dar la pelea. La enfermedad se convierte en una parte inevitable de la vida y la posibilidad de la muerte se presenta con tal fuerza que el pensamiento normal es algo así como “lucho con todas mis fuerzas y si me muero al menos lo intente y estoy tranquila”. Ahora bien, cuando la enfermedad se supera es como un renacer. Ahora el reto es adaptarse a vivir sin los síntomas, sin medicamentos, sin la enfermedad, toca excluirla de la vida. Ambos procesos de adaptación implican duelos, el primero por la salud y el segundo por la enfermedad.

Entonces, desde mi perspectiva, nada de lo que está pasando hoy en el país es nuevo, todos representan problemas que siempre han existido, pero en nuestra cotidianidad los pasábamos por alto. Llegó una pandemia que, pensándola en un nivel macro, nos ocasionó un caos como el que ocurre en lo íntimo cuando muere un ser amado, nos desordenó absolutamente toda la vida y entramos en un estado de shock, el primer momento del duelo. El shock nos lo imaginamos como una persona congelada, carente de reacciones. Sin embargo, su principal característica es una incredulidad que se mezcla de forma difusa con la realidad y se alimenta de frases típicas de la autoayuda: “tengo que ser fuerte”, “no puedo estar triste”, “todo va a estar bien”, “de está saldré más fuerte”; y las personas en shock suelen hacer muchas cosas para evitar el malestar emocional. Pero el verdadero caos viene después, cuando nos damos cuenta de que esa persona que ya no está sostenía gran parte del mundo seguro que conocíamos pero que era tan cotidiano que lo dábamos por sentado.

Cuando empezamos a darnos cuenta de que gran parte de nuestra identidad y seguridad en el mundo que habitamos dependía de ese ser amado que no está, empiezan a detonar una serie de crisis, todas diferentes y al mismo tiempo que ahora debemos resolver sin esa persona. Allí empieza la desesperanza y entrega al dolor, que es el momento más parecido a la depresión del duelo, en la que se mezclan todas las emociones y sentimientos. La confusión es protagonista y la vida deja de tener sentido. Para poder salir de ahí necesitamos ir resolviendo esas crisis hasta que la aceptación de la ausencia del ser querido sea posible. La ausencia nos duele, pero podemos sobrevivir sin él o ella. Hoy, todos nosotros estamos en esta fase del duelo.

La pandemia nos quitó lo cotidiano. Todos, sin excepción, sufrimos pérdidas de diferentes tipos, empezando por la tranquilidad y la libertad. Al ir saliendo del shock, comenzamos a reconocer y nombrar esa apática comodidad en la que vivíamos, dando cuenta de nuestra vulnerabilidad y de la cantidad de realidades dolorosas con las que convivíamos sin darles su lugar merecido. Empezó una lucha, para algunos más clara que para otros, contra esas enfermedades que nos han ido comiendo poco a poco, la inequidad, la corrupción, la violencia, el hambre. Se detonaron todas las crisis posibles al tiempo y hoy lidiamos con ellas. Por supuesto que nos sentimos desesperanzados porque lamentablemente la gran mayoría no depende de nosotros como sujetos individuales, como muchas veces ocurre en los duelos más íntimos, pero igual cada una de estas crisis nos obligan a reflexionar, pensar, discutir y tomar posturas. Después de esto vendrá la reorganización que nos permitirá darnos cuenta de que sanamos y que ya no duele tanto. Lo difícil es hacer propio lo que estamos viviendo y asumir que no sabemos cuanto tiempo tomará para llegar a eso, de forma que no se nos vuelva un duelo complicado o prolongado, que ya es otro tema.

Yo no sé si saldremos mejores o peores, al final las categorías bueno/malo son valoraciones subjetivas que hacemos sobre cosas que simplemente pasan en la vida. Lo que si sé es que saldremos transformados. Las crisis terminan, siempre, pero nunca nada sigue igual que antes. Si pensamos que como sociedad estamos haciendo un duelo por la cotidianidad que nos brindaba una tranquilidad y felicidad (a mí parecer bastante ficticia) y que además tenemos más de 80 mil familias viviendo uno o varios duelos por fallecimiento por la covid-19, más todas las otras causas que todos los días originan pérdidas y duelos, estoy totalmente segura de que la transformación como individuos y como sociedad será un hecho, teniendo en cuenta que para que estos cambios profundos ocurran a veces necesitamos retroceder un poco para tener perspectiva y así reconocer y nombrar los problemas y retos y así, finalmente avanzar.  

Pd: A la mujer, patrullera de la Policía Nacional, que denunció ser víctima de abuso sexual en el marco del Paro Nacional, YO TE CREO. Los violadores no tienen ideología, bandera política ni institución que los represente, simplemente son y sostienen todo el sistema en el que vivimos, usan uniformes o se hacen llamar “aliados”, para mí eso es muy claro, por eso te creo y te abrazo.

💚Psicóloga Feminista (Ella/She/Her) 🤍Terapia de Duelo por Fallecimiento 💜Acompañamiento en Violencia Basada en Género

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