Ricardo creció con dinero, en una familia de extranjeros viviendo en un país tercermundista. Solo sabía estar en relaciones largas. Yo era todo lo contrario. Nos conocimos por mera casualidad, nos quisimos y nos hicimos daño. Terminamos y ambos desaparecimos, pues él se mudó a Canadá un mes después, yo me quedé aquí.

Muchas veces soñé con él, siempre parecía que estaba en una película: él me quería más de lo que me quiso, yo era más sabia y reaccionaba mejor. Al despertarme, luego de esos lindos episodios imaginarios, extrañaba su compañía.

Esto lo escribo unos diez años después. Ahora tengo treinta y tantos, él debe tener cuarenta:

Hace tres años y medio me mudé a Europa. Aproximadamente un mes atrás, decidí vacacionar en la costa italiana durante una temporada, cosa que logré la semana pasada. En una de mis caminatas diarias por una playa de Sicilia, me detuve a ver el atardecer, estirarme un poco, comer una galleta que cargaba en el bolso.

Luego de descansar, me disponía a seguir caminando, cuando de pronto, lo vi frente a mí. Igual de flaco, con esos ojos verdes que tanto me gustaba ver, barba de un par de días que camuflajeaba una sonrisa, para mi sorpresa, bastante sincera. Tenía bigote otra vez.

Tal y como en mis sueños, se veía feliz de verme. ¿A mí? – pensaba yo. No podía articular palabra alguna, hasta que, de sus finos labios salió el típico saludo que me daba cada vez que me pasaba buscando por la residencia, en su carro de dos puertas:

– Hola, Lali. – dijo con una amplia sonrisa y ojos centelleantes.

– ¿Eres real? – casi vomité las palabras, aturdida.

– Ven, dame un abrazo – se acercó.

Nos fusionamos enseguida. Yo andaba con un top que dejaba mi vientre descubierto, no solía vestirme así, pero ese día me pareció adecuado. Él, sin camisa, en bermudas caqui, con un sombrerote como el que llevamos a la playa en Higuerote, una de las tantas veces que fuimos juntos.

Sentí su cuerpo caliente contra el mío, los latidos acelerados de su corazón, el mío propio. Su aliento en mi hombro, nuestro sudor corriendo. Recordé las veces que me llevaba a un motel cerca de su casa. Me gustaba verlo en el espejo del techo, cómo se movía mientras me penetraba y me besaba el cuello. Un poco excitada y desorientada, lo aparté. Tomé su rostro minado de pecas en mis manos, lo vi bien. Ya tenía algunas arrugas al lado de sus ojos, sus párpados estaban más caídos. De pronto volví a tener veinte.

– Sigues fumando monte – le dije entre risas – ¿Tienes?

– Claro Lalita, – dijo  sacando su bolsita – mira esta pipa que tengo, mejor que la que me quitaron los pacos esa vez, ¿te acuerdas?

– Jamás lo olvidaré. Vamos a fumar. – le dije.

– Sí, pero aquí no. – respondió

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Llegamos a su casa rápido en su moto. Fumé un poco, él mucho más. Nos besamos un rato largo, luego cogimos hasta que acabó entre mis piernas. Me dispuse entonces a empezar mi interrogatorio.

Me contó que su hermana tenía casi una década viviendo en Houston. Su papá murió de cáncer hace unos tres años, no se pudo despedir. Su mamá estaba en Atlanta, seguían sin hablarse. Mientras que él, tenía un tiempo establecido en Italia, gracias a ese pasaporte europeo se había vuelto un hippie internacional, de alguna manera ese apellido materno le había ayudado a lograr algo en su vida.

– Tenía que preguntarte muchas cosas, después de todo, tú me bloqueaste. – le dije.

– Estabas insoportable, Lalita, y yo también, – respondió – no quería más problemas. – bajó la mirada, se mordió el labio y continuó – yo te quería mucho, pero me convertí en un monstruo contigo.

Asentí. Le interrumpí para contarle las veces que se me había aparecido en sueños, compartí uno que otro cuento vago sobre los últimos diez años de mi vida, sin ahondar en detalles. Él fumó mientras cociné algo rico para los dos. Antes de dormir, tuvimos sexo lento, como siempre lo hacíamos cuando estábamos juntos.

Al día siguiente me fui temprano, no esperé a que se despertara. Cuando iba caminando hacia el hotel, me di cuenta que Ricardo y yo no intercambiamos números, seguí mi camino riéndome sola. Este no había sido otro de mis sueños.

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