Hace unas semanas sucedió la suspensión del Carnaval Fest en Medellín debido a que algunas bandas se retiraron del cartel del evento por la presión que se generó alrededor del caso del sujeto que le dio un medicamento abortivo en un jugo a una mujer sin su consentimiento y salió impune, este sujeto no solo es baterista de una de las bandas que se iba a presentar – y que se retiraron tratando de contener la debacle – sino que además es uno de los organizadores del evento. Esto causo gran revuelo en las redes sociales y reactivó las discusiones sobre la llamada cultura de la cancelación y la pregunta sobre la posibilidad de separar al artista de su obra.
Así como ante los últimos sucesos políticos en el país nos toca definir con claridad la palabra “maquinaria”, también es importante establecer una diferencia entre “cancelar” y “sanción social” y luego pensar en eso de separar al artista de su obra y la conducta de irresponsabilidad que esta idea avala.
Cuando se conoce que un famoso ejerció algún tipo de violencia contra la mujer, la información se viraliza, se exige justicia, pero como sabemos que no responde, se procede a cuestionar, criticar, señalar y por supuesto se demandan pronunciamientos del medio a que esta persona pertenece condenando las violencias. Esto se llama sanción social, que no es más que una consecuencia a una acción que está mal, que atenta contra la vida, la dignidad y el bienestar de otra persona, en este caso una mujer.
Esta idea de la cancelación empieza con el movimiento #MeToo que a través de cientos de mujeres que alzaron la voz pudimos conocer sobre muchos personajes que además de ser famosos son agresores de mujeres. Se cayeron muchos ídolos, sin embargo, a muy pocos esto les paso factura. Si bien Harvey Weinstein resultó preso como consecuencia de sus acciones como agresor sexual, nadie lo ha cancelado, la gente sigue hablando de él y sigue viendo sus películas, la diferencia es que nadie puede negar su conducta, esa es la importancia de que la justicia actúe.
Esto no sucedió con Plácido Domingo que después de sus conocidas denuncias por violencia machista fue ovacionado de pie, Maradona tuvo un funeral multitudinario y despedido con honores a pesar de la larga lista de violencias contra la mujer, incluso menores de edad, que se le conocen. Ciro Guerra sigue cosechando éxitos. Chris Brown tiene múltiples denuncias de violencias, la última por drogar y violar a una mujer, pero no dejaran de admirarlo. Felipe Muñoz es y seguirá siendo un ídolo barrista del Nacional. Y así, podemos hacer una larga lista de agresores a los que no les ha pasado absolutamente nada a pesar de todo lo que lloraron ellos y sus defensores para que “no los cancelaran”.
Hablemos entonces de lo que sí es cancelar. Hasta hace muy poco, un hombre sentía celos, asesinaba a una mujer y a eso se le llamaba “crimen pasional”, incluso hoy muchos medios reseñan de esa manera los feminicidios. Un tipo quiere tener sexo con una mujer que lo rechaza, le quita la vida – cancela – a esa mujer que cree poseer y la responsabilizamos a ella por no comportarse y a él lo comprendemos. El feminicidio es la expresión más grave de la violencia machista pero también es la forma más clara de la cancelación. El abuso sexual quiebra todos los cimientos psíquicos, anula la autoestima, distorsiona el concepto, la imagen y la valía que tenemos de nosotras mismas, nos cancela en vida. Todas las violencias basadas en género buscan “cancelar” a la mujer en el escenario que sea a razón de reafirmar el poder del hombre. Eso es cultura de la cancelación, lo otro se llama sanción social y son consecuencias de sus actos.
La sanción social es necesaria, especialmente ante la ausencia de justicia. Un tipo no puede ir por la vida golpeando, acosando o drogando mujeres para violarlas o para causarles abortos y quedar impune como si nada hubiera pasado. No es posible que sea un riesgo ser mujer y nada pase con quienes crean ese riesgo. Cada uno debe hacerse responsable de sus actos y ya esta bueno de que seamos las mujeres quienes tengamos que cargar con los pobrecitos hombres que están aprendiendo a deconstruirse como dijo otro reconocido político machista recientemente. Nosotras estamos ocupadas sobreviviendo y dando una lucha a muerte para que se nos respete la vida, no tenemos tiempo de enseñarles y sinceramente, estamos cansadas de tenerles paciencia. Todo agresor debe ser sancionado de alguna manera porque el silencio ya no es válido.
Y esto no se trata de ser “políticamente correctos” que es otra frase que aparece en estos casos. Es que sancionar las violencias basadas en género es lo mínimo que se espera para poder convivir en sociedad, eso no es políticamente correcto, es lo que tiene que pasar, porque el agresor no es “políticamente incorrecto”, es un criminal. Esto es importante que podamos integrarlo al ser de los ídolos que son señalados por violencia, reconocerlos en toda su humanidad así no nos guste.
Cuando hablamos de separar al artista de su obra cuando son señalados de violencia es una forma de quitarnos responsabilidad sobre nuestros gustos y pasiones. Cuando falleció Maradona, se inventaron que el criminal es Diego y el héroe es Maradona, como si estuviéramos hablando de dos personas completamente diferentes y esto es otro invento del patriarcado para evitar que nos hagamos responsables por la realidad cultural de la que hacemos parte, que construimos y ayudamos a sostener. Uno puede escuchar a Vicente Fernández, disfrutar un karaoke con sus canciones y al mismo tiempo reconocer que sus letras son totalmente violentas y también puede reconocer que Maradona fue un futbolista inigualable que le dio grandes alegrías a una Argentina herida y al mismo tiempo admitir que ejerció violencia machista.
Son decisiones que vamos tomando. A los ídolos no se les cancela, se les reconoce en toda su dimensión. Con más frecuencia de la que me gustaría admitir, las mujeres nos vemos en esas situaciones complejas cuando nos enteramos de que un hombre que queremos ha sido violento con las mujeres y nos toca decidir, callamos y nos tragamos el sapo o ponemos distancia, caso en el que no cancelamos a la persona, cancelamos la relación. Yo no puedo ir y decirle al amigo que golpea a la novia que quiero parchar con el amigo, pero no con el agresor, pues es la misma persona, me toca decidir. Así mismo, reconocer al artista, deportista o líder como agresor no significa eliminar su rol en su medio, se puede seguir admirando su obra, el problema es que el ideal se cae y eso duele, el asunto es que al asumirlo se ayuda a quebrar el pacto patriarcal.
La invitación nunca será a cancelar a nadie, pero si a sancionar. Es hacerse responsables de sí mismos, incluso de la incomodidad que produce que nuestros héroes e ídolos sean al mismo tiempo agresores. También es responsabilizarse por los discursos que encarnamos, que no se toleren mensajes de odio que promueven violencia no es censura, es un llamado a la reflexión y eso hoy es importante.