Una vez más frente a frente querido lector – espero que alguno de los dos disfrutando un café matutino. – Antes de entrar en el tema que nos ocupa, quiero agradecerle por tomarse el tiempo de leer y compartir nuestro trabajo en @LosJuanetes1 significa mucho para nosotros. El domingo pasado en una interacción con una de nuestras asiduas e interesantes lectoras en Twitter, ella respondió a mi agradecimiento por leer y compartir la columna con una frase que me dejó pensando durante la semana “Necesitamos leer más a la gente como uno”
Eso me dejó pensando en cómo las estrategias de comunicación, control de la información y de los canales por las cuales está se transmite generan opinión o desinformación y cómo tenemos en nuestras manos armas increíbles de control mental a través de la forma en la que nos informamos y comunicamos ya sea en tik -tok, IG, twitter, Fb, un podcast o medios habituales de comunicación.
Los medios de comunicación deberían ser una forma de control y oposición -un contrapoder- contra el autoritarismo ya que siguiendo a Foucault (1988, p.4:6) las luchas contra la autoridad (legal, moral, ética, territorial, la que encaje en la forma de oposición) tiene como una de sus características, un grado de inmediatez por dos razones, la primera es que “En ellas la gente critica instancias de poder que son las más cercanas a ella, las que ejercen su acción sobre los individuos. No buscan al “enemigo principal”, sino al enemigo inmediato.” Hasta ahí estamos todos de acuerdo con pensador francés, sin embargo, en El Sujeto y El Poder, él mismo plantea que estas formas de luchas contra la autoridad no tienen interés de dar solución al problema en el futuro, sino que están relacionados “con una escala teórica de explicación o con un orden revolucionario que polariza, son luchas anarquistas.”. y ahí si creo que con todo respeto don Foucault… ¡Hold My Poodle! (busca el gif!)
Foucault no plantea que las luchas no estén justificadas, todo lo contrario están justificadas, la referencia viene a la forma en la cual se llevan a cabo esas luchas contra el poder (en este caso a través de la comunicación), posiblemente porque los medios manejan diferentes estándares de contenido para comunicar un mismo problema. Sin hablar de fake news y otras cosas. El problema es precisamente que no nos leemos entre nosotros y no debatimos más con “la gente como uno”, sino que formamos nuestra opinión a través de quienes tienen grandes parlantes y medios de comunicación masiva y ellos en ocasiones, no explican los problemas de la sociedad de manera que sea clara y entendible para todos y/o responden a subjetividades, intereses económicos e ideologías propias, lo que genera que seamos fácilmente maleables a formas control a través de la información. Basta con ver como diferentes medios tratan una misma noticia solo analizando los titulares, y/o como cambiando el nombre de la reforma tributaria maquillan el objeto y el fin del mensaje o apelando a lo que hay que sacrificar en programas sociales para mantenimiento del Estado.
Por eso voy a tratar ahora si, mi tema de fondo – la corrupción y la reforma tributaria- de una manera comprensible para todos y voy a tratar de hacerlo a través del alimento más consumido y sabroso en américa latina – en oposición a lo que el ilustre editor de este medio alternativo piensa sobre las salchipapas– voy a ejemplificar esto con empanadas.
Se ha preguntado usted -¡querido lector que sonríe! – de verdad, ¿Cuanto nos cuesta la corrupción? Déjeme ponérselo así de sencillo, en Colombia una empanada (Pasta o masa en forma de media luna rellena de ingredientes dulces o salados que se fríe en abundante aceite o se cuece al horno.) tiene un valor aproximado de $2.500 pesos, sin acompañante. Hablamos de una empanada buena, que tenga carne de res o de pollo y eso sí, con su consabido medio huevo de gallina de $1.800 la docena, o en su defecto su huevito de codorniz que se debe conseguir como a $450 pesos la docena, según el ministro que controla el gasto y la plata de lo que nos gastamos en el país. Como dice un amigo, ¡una empanada camionera! De las que no generan controversia por estrato o región (no como las salchipapas que polarizan)
Las empanadas hacen parte de la cultura Colombiana porque desde muy niños nos acostumbramos a hacerla parte de nuestra dieta, ya sea de manera diaria u ocasional para engañar al estomago mientras llegan la hora del almuerzo o en su defecto la cena. De hecho parte de la experiencia de ser colombiano o estar en Colombia pasa por el consumo de café, chocorramo, bon-bon-bum y empanadas, agregándole al tema el aderezo correspondiente , el ají.
Usted puede encontrar empanadas en todas las regiones de Colombia, caribe, centro y sur del país, tenemos por ejemplo a las famosas empanadas de pipian oriundas del cauca a las empanadas con arroz y huevo del centro del país y hasta en eventos sumamente elegantes tenemos como pasa bocas unas empanaditas chiquitas de papa y carne. Las empanadas tienen elementos de las diferentes culturas que hay en nuestro país, de los indígenas (por el uso del maíz) afrocolombiana (porque se fritan en aceite muy caliente) y criolla (porque no hay nada más criollo que la variedad de rellenos) y si no hay blancos porque por acá de eso poco. Es decir, la empanada es tan colombiana como usted o como yo, aunque tenga sus orígenes en arabia.
Pero ¿Por Qué estamos hablando de empanadas? Porque son de consumo cultural y todos hemos comido empanada alguna vez, entonces para explicar un poquito los costos de la corrupción y la “ley de solidaridad sostenible, sustentable, fotovoltaica, cooperativa con docenas de huevos a $ 1.800” del Gobierno Actual; me voy a referir a los mismos en empanadas. Una empanada como la que citaba arriba: “elegante, camionera, sabrosa, que llene”, es decir, una empanada de pollo con arroz y medio huevo puede llegar a costar $2.500 pesos colombianos y tomaremos ese precio como referencia (un poco mas que una docena de huevos por eso es un alimento suntuario).
Según diferentes fuentes la corrupción le cuesta a Colombia entre 40 y 50 billones de pesos/año. Con lo que se gastó en despilfarros (corrupción, mermelada, etc) en Reficar, Odebrech y el túnel de la Línea en tres de los últimos cuatro gobernantes (Pastrana, Uribe, Santos) podrían darle a cada colombiano 4 millones de pesos mensuales durante seis años.
Si hiciéramos nuestras cuentas con estos 4 millones pesos a razón de cada mes podríamos comprar 1.600 empanadas mensuales es decir, 53,33 empanadas diarias. No tengo ni idea cual será el consumo per cápita de empanadas de un colombiano en el año, pero 53 empanadas al día por colombiano solucionarían los problemas de desnutrición para los niños de la guajira, el Chocó, las comunidades indígenas y las familias vulnerables de Colombia en tiempos de pandemia. Incluso me atrevo a decir que si comiéramos más empanadas cada uno, bajaría el IPM (índice de pobreza multidimensional) del país y ahí si que seríamos el país más feliz del mundo.
Pero hagamos la cuenta con los 50 billones de pesos que con todo y ceros se escribe así: $50.000.000.000.000. divididos por el precio de las empanadas, es decir, los $2.500 pesos, eso equivale a $ 20.000.000.000 Veinte billones de empanadas… quiere cacao! La “ley de solidaridad sostenible, sustentable, fotovoltaica, cooperativa con docenas de huevos a $ 1.800” busca recaudar cerca de 25 billones de pesos (la mitad de lo que se “pierde” en corrupción es decir, 10 billones de empanadas), al mismo tiempo se busca ampliar la nomina de la fiscalía y la procuraduría y comprar unos aviones para dejarnos cascar menos duro en una guerra aquí en la región, pero igual nos ganarían.
Si quiere saque la cuenta de cuál es el costo del día de las elecciones a un político, los tamales que reparte y/o las tejas de zinc que le dan al que vota por ellos, y se va a dar cuenta de que la corrupción se está quedando con las empanadas que nos corresponden a todos. Ahora convierta esas empanadas en salud, educación, saneamiento básico, infraestructura para la producción y transporte y se va a dar cuenta que nos estamos tumbando nosotros mismos en empanadas por permitir que algunas familias que sigan en el poder.