La ilustración ocurre en Europa durante el siglo XVIII y casi 300 años después de ocurrida en occidente, llega a Colombia, convertida ya en modernidad gracias a la constitución de 1991 y cuando todo el mundo estudiaba la postmodernidad. En Colombia nos separamos de la influencia de la iglesia en lo asuntos públicos recién hace 30 años. Uno de los padres de la ilustración, tal vez sin quererlo o sin buscarlo fue Baruc Spinoza, su pensamiento filosófico en su mayoría, está centrado en el racionalismo y en su Magnus Opus, La Ética, Spinoza afirma que la razón está en el centro de todo.
Para Spinoza, nuestros pensamientos y sentimientos están profundamente ligados y desde el racionalismo, afirma que la totalidad de lo real está regido por leyes inmutables que pueden explicar casi todos los fenómenos. Spinoza creía firmemente en ello e intentó explicarlo a lo largo de su vida. “El hombre no es un imperio dentro del hombre”, decía al explicar que forma parte de la naturaleza y que por lo tanto obedece a las leyes universales de lo que está vivo.
Gracias a la ilustración y a la razón se desarrolló fuertemente el humanismo, al mismo tiempo que evolucionaban las ciencias mal llamadas en su momento “puras” o “duras”, -que se quedan sin piso cuando los humanos decimos que la matemática no sería nada sin la filosofía- incluso, Einstein afirmó en varias ocasiones creer en el Dios de Spinoza. Así avanzó la ciencia y esta ha permitido también, a través de su uso, ser un arma de disuasión política en el mejor de los casos y ser un arma de destrucción masiva en el peor de ellos. El pensamiento complejo abre un sinfín de oportunidades y nuevos mundos por descubrir al interior de este mismo, con fractales, la teoría de cuerdas o las diversas teorías sobre el campo cuántico. La ciencia en sí y la razón pueden estar en el centro del mundo político y de las decisiones que las naciones tomen en función de su desarrollo.
El 25 de julio de 1945 – Un miércoles por la tardecita- Vannebar Bush (de los Bush de toda la vida, supongo) escribió una carta de respuesta con un informe que el presidente Roosevelt le había encomendado y que buscaba responder a 4 preguntas sobre el Estado a partir del papel de la ciencia en el mismo. Una de ellas era: “¿Puede proponerse un programa eficaz para descubrir y desarrollar el talento científico en la juventud norteamericana, de modo que sea posible asegurar la continuidad futura de la investigación científica en este país, en un nivel comparado durante la guerra?”.
Es importante que el lector recuerde que durante la segunda guerra mundial se dieron grandes avances tecnológicos y científicos que van desde el descubrimiento accidental de las microondas y el posterior desarrollo de estas incluidos los hornos que tenemos en la casa, hasta el uso de Little boy y fatman como elemento de “disuasión” para acabar con la guerra. Vale la pena preguntarse por las implicaciones éticas en el desarrollo y posterior uso de estas dos bombas, porque los científicos del proyecto Manhattan sabían lo que estaban haciendo, es más, ellos eran conscientes de su papel político en la guerra.
La ciencia es tan importante en otros países que incluso kamala Harris y el presidente Biden retomaron la senda del desarrollo científico-tecnológico al afirmar en una de sus alocuciones que “Los superhéroes no son solamente algo de nuestra imaginación”, dijo Kamala, también afirmó que “Andan entre nosotros. Son los profesores, médicos y científicos, son los investigadores de la vacuna… ustedes también pueden llegar a ser como ellos”. De hecho, tres de los asesores del presidente Biden son científicos respetados y serios. El director de la oficina de Políticas de ciencia y tecnología es Eric Lander, pionero en el mapeo del genoma humano. Frances Arnold, ingeniera química del California Institute of Technology quien ganó el Premio Nobel de Química en 2018, y la vicepresidenta de investigaciones y profesora de geofísica de MIT, Maria Zuber, serán quienes dirijan el consejo asesor.
La teorización de la realidad es necesaria para dinamizar la práctica, es decir, definirla como un resultado de la resignificación de la naturaleza y de su conocimiento, y no lo contrario. Sin embargo, vivir en este maravilloso lugar llamado “Teoría” no es tan bueno. Porque en “Teoría” al gobierno Duque le interesa la ciencia y la tecnología y creó un ministerio para este efecto (saquen la cuenta desde 1945 hasta acá cuantos años han pasado) pero luego nombró a la ministra Torres, que está curando el cáncer a punta de brebajes milagrosos y de hongos sin las pruebas que el método científico exige para comprobarlo. En “Teoría” avanzamos en la materia de desarrollo científico y tecnológico, pero luego el mismo presidente nombra como reemplazo de la saliente ministra Torres al señor Tito Crissien Borrero, quien ha sido cuestionado porque se le han identificado varios hechos de plagio en publicaciones académicas y que muestran una vez más que este gobierno está desconectado del sentir de sus conciudadanos al permitir que este hijo ilegitimo de Spinoza sea quien dirija los rumbos de la ciencia en el país por los próximos meses.
Sin embargo, querido lector vale la pena preguntarse dos cosas, sobre todo en su condición de académico (sabemos que nos leen muchos ñoños como nosotros) ¿será posible también que en el afán de desarrollar nuestra función de investigación dejamos de lado nuestro papel como seres políticos en la construcción de conocimiento? ¿Será necesario que nos integremos más en asuntos públicos, además del activismo tuitero? Eso puede pasar porque en “Teoría” los asuntos públicos y del Estado no son de nuestro resorte, pero me atrevería a afirmar que si lo son y que si tumbamos la tributaria y tumbamos la reforma a la de la salud… somos capaces de hacer cambiar a este ministro, a este hijo ilegitimo de Spinoza