En esta oportunidad quiero contarles lo que significó para mí el encuentro organizado por Estamos Listas con Francia Márquez el pasado viernes en Medellín, aclarando que mi sentir y pensar solo me compromete a mí y a más nadie de Les Juanetes. Aquí va…
Llegar al poder para construir un Estado Feminista y garantista de derechos, es uno de los mensajes del movimiento Estamos Listas. Por su parte, Francia Márquez en Medellín lo expresa con una frase contundente: “vamos a ir a la presidencia porque queremos garantías de derechos”.
Escuchar a mujeres diciendo fuerte, claro y si tapujos que quieren el poder es inspirador para mí, porque para nosotras ese siempre ha sido un lugar vetado. Escucharlas me pone a pasear por diferentes momentos de mi vida.
Desde muy niña crecí con el mundo diciéndome que debía encontrar un novio rico y luego el novio paso a ser un esposo que pudiera mantenerme y darme estatus. El mandato era aprender a cocinar y a ser buena ama de casa. Y a pesar de que mi familia directa siempre me alentó a estudiar y a hacer lo que yo quisiera, la pregunta ¿qué quieres ser cuando seas grande? no era tan constante para mí como lo era para mis compañeros del colegio e incluso para mi hermano que es 5 años menor que yo. En el colegio fui lo que se puede llamar una estudiante mediocre (o quizá solo estaba aburrida) que se volaba de clase, pasaba los exámenes en la raya y cada 8 días se inventaba que tenía la menstruación para no hacer educación física con el profesor que nos categorizaba en bonitas y gordas.
Casi no me gradúo porque no pude con física, pues por necia (¿o ambiciosa?) me cambié de salón para estudiar esa materia con el “profesor cuchilla”, que años después entendí que no era sino un acosador de estudiantes. El colegio lo resolvió – porque amaban a mi mamá – dándome los puntos que se otorgaban por asistir a religión, clase de la que me echaron por fastidiosa (era la que no se comía el cuento de que Eva causó la expulsión del paraíso y me atrevía a cuestionarlo) y finalmente pude tener el cartón de bachiller. Lo único que disfruté realmente de la experiencia escolar fue participar 2 años en los Modelos de las Naciones Unidas intercolegiales, en los que me gané varios reconocimientos.
Participar en eso me permitió soñar en silencio con prepararme para tener posiciones de poder, sí de poder. Yo era una adolescente de 16 años que se soñaba trabajando en el Banco Mundial o en la misma ONU. Parece bobada, pero eso me llevo a elegir economía como carrera universitaria. Éramos muy pocas estudiantes mujeres y siempre ignoradas por la mayoría de los profesores hombres. Nos trataban como las niñitas que estábamos tratando de “ser como los hombres” pero que realmente estábamos “buscando marido”. Fracasé estrepitosamente en esa apuesta y el mandato social se me vino encima. Ese instinto ambicioso era una fantasía o quizá definitivamente si era un pecado capital y yo debía ser esposa y madre, premisa bajo la cual aguante y vi a otras aguantar muchos tipos de violencias. Esa venita revoltosa que todo lo cuestionaba se apago por un tiempo.
Llegué a Colombia y tuve la fortuna de conocer el feminismo como teoría crítica aplicable no solo al sistema en el que vivimos sino a mi propia vida. Eso me permitió comprender y sanar muchas cosas, pero especialmente me permitió volver a soñar y hoy con la psicología como medio sé que puedo volver a anhelar posiciones de poder, ya no en el Banco Mundial ni en la ONU ni necesariamente en escenarios políticos, pero si en términos profesionales que me permitan impactar con lo que sé hacer y en lo que además soy muy buena. Debo decir que este reencuentro con mis propios sueños, deseos y ambiciones no es inspirado por Francia y Estamos Listas, pero definitivamente escucharlas si lo refuerzan, pues encuentro un referente que me facilita darle un justo reconocimiento a mis capacidades y deseos y eso para nosotras, que desde niñas somos constantemente menospreciadas, es importante.
Mientras estoy pensando en todo esto, escucho a Francia cerrar su discurso con estas palabras: “lograr que Colombia viva sabroso, queremos vivir saboroso, queremos vivir sin miedo, queremos vivir en alegría, queremos vivir sin hambre, queremos vivir en paz.”
¡¡Juemadre!! ¿Qué significa vivir sabroso?
Inmediatamente mi mente se fue al 2019 a una conversación que tuve con una tía sobre lo absurdo que es tener que vivir en la lógica del sacrificio para poder tener un mínimo de bienestar en la vida. Resolver la cotidianidad es una tarea titánica en la que tenemos normalizado “matarnos” – literal y en sentido figurado – para alcanzar cierto nivel de vida. Para vivir bien hay que sufrir, es la conclusión a la que nos ha hecho llegar este sistema tan absurdo en el que nos hemos acostumbrado a sobrevivir, porque la calidad de vida sí que es una fantasía para las mayorías.
¿Se imaginan como sería eso de vivir sabroso?
Recuerdo entonces que tanto Estamos Listas como Francia hablan todo el tiempo de una política para el cuidado, de un Estado cuidador y de nuevo resueno porque esa tarea titánica para resolver la cotidianidad es mucho más intensa para las mujeres y todas las mayorías sociales que para sobrevivir necesitamos desarrollar lógicas estrictas de autocuidado y cuidado colectivo. Así, entiendo que necesitamos llegar al poder para que las tareas de cuidado que hemos ejercido toda la vida puedan amplificarse. Las palabras “cuidar” y “política” en una misma frase nunca habían tenido tanto sentido para mí.
El cuidado ha sido una tarea asignada históricamente a las mujeres y a los hombres se les des responsabilizó de ello. Si trasladamos esto a la política nos encontramos con un sistema capitalista y patriarcal, fundado, dirigido y mantenido intacto por hombres blancos, cisgénero y heterosexuales cuyas prácticas nos han envuelto en una cultura violenta contra todo lo que respire y nos está llevando directo al abismo, nos tiene más conectados con la muerte que no queremos nombrar que con la vida que no podemos vivir y así, nos convencimos de que para vivir bien hay que sufrir, con la promesa de que después de la muerte entraremos al reino de los cielos.
Dicen que Francia Márquez y las mujeres de Estamos Listas no tienen experiencia en política y por eso no deben ser elegidas, “no es su tiempo” profesan una vez más quienes se niegan a mirarse al espejo y darse cuenta de sus privilegios. A esto Francia responde contundente que “la experiencia de parir, de criar y de sacar sola hijos adelante, esa es la experiencia que he puesto en la política.” Y es que las mujeres tenemos la experiencia adquirida y heredada de generación en generación a través del rol de cuidadoras que se nos ha impuesto. El ejercicio de resistencia al patriarcado nos ha dado la mejor experiencia para tomar el poder: el cuidar la vida y cuidarnos colectivamente, porque el Estado nunca lo ha hecho. Eso, sumado a la preparación profesional y experiencias laborales que tienen estás mujeres es currículo suficiente para perseguir y alcanzar el poder, ahí no tiene cabida el síndrome del impostor.
Las mujeres tenemos las herramientas para asumir el poder. Probablemente se cometerán errores y seremos cuestionadas en el camino, pues de eso se trata la humanidad, pero somos tan o más preparadas que los machos que siempre han protagonizado la escena política y que además han fracasado. Ahora nos toca a nosotras arreglar el desastre e intentar hacer las cosas con amor, con ternura, con cuidado, a través del “sentir bonito y sentir con alegría” que nos decía Francia aquí en Medellín, porque “la política de muerte de este país sembró sentires feos, tristes, dolores”. Es hora de hacer el duelo y en cuidar y sanar dolores las mujeres tenemos harta experiencia.