El bibliotecario ha existido desde tiempos inmemorables, a menudo se le asocia con los eruditos y conocedores de los grandes secretos de la humanidad, ese es el pensamiento de cualquier ciudadano ¿Por qué habría de cuestionarlo?, en lugar de eso, para empezar su magnífico texto, haga énfasis en la relación antigüedad-conocimiento para referirse a uno de estos inquietantes personajes.
No indague acerca de su vida personal, debe ser muy aburrida, además, para qué tenerla si a cambio poseen el tesoro de la sabiduría, la imaginación y los libros a través de los cuales se recrean vidas más interesantes y grandiosas que la propia. Así que si por alguna razón debe mencionar lo que el bibliotecario hace después de terminar su jornada laboral, pues omítalo, bastará con decir que tiene el tiempo suficiente para descansar (dormir), asearse y alimentarse. Se supone que es un solterón o un expulsado del convento o ex seminarista. Así que el resto de su vida es y seguirá siendo el libro como su única fuente de conocimiento, placer y distracción.
Pero si no le recomiendo mencionar la “inexistente” vida personal del bibliotecario y mucho menos sus aficiones, que pueden resultar bastante exóticas para cualquier lector, sí quisiera persuadirlo de que recree en pocas palabras su aspecto físico. No es necesario mucho esfuerzo, pues todos hemos visto uno alguna vez, es cuestión de prestar atención a estos detalles: la vestimenta es pasada de moda, sin mucho color, desgastada y polvorienta, trátese de un hombre o de una mujer, eso no importa, no se detenga en esta nimiedad. El estilo es muy clásico: camisas de manga y cuello, suéteres feos, zapatos negros. También hay vestidos de telas pesadas y sin gracia, cuerpos deformados, estériles y serviles. Pero no debe olvidar los anteojos. Dedíqueles un párrafo.
En su conjunto, el bibliotecario es un ser que pasa desapercibido entre una multitud de jóvenes vibrantes y bien vestidos, pero recuerde que cualquiera no es un bibliotecario y eso debe dejarlo claro. No queremos estigmatizarlo más ¿cierto que no?
Escriba sobre este guardián del saber como si trabajara con él y lo admirara realmente. Haga comentarios que resalten su paciencia, su gran memoria, organización y puntualidad. Aunque muchas otras personas pueden tener estas cualidades, nadie desarrolla tanto la paciencia ante preguntas impertinentes y estúpidas como un bibliotecario.
Pocos son capaces de recitar de corrido los versos más oscuros de Quevedo; son contados quienes conocen los nombres de reyes muy antiguos como Asurbanipal (porque todo se lo saben de memoria) y encuentran con rapidez aquel ejemplar que sustenta su historia. El asunto no es que sea cierto o no, sino que lo que usted escriba sea verosímil.
El bibliotecario es incomparable, ese es un gran adjetivo para su descripción, puede seguir este camino seguro y fácil. Abundantes ríos de tinta se han escrito sobre personajes más escuetos, puede usted comprobarlo leyendo perfiles en internet. Ah, ¡internet! es que no conviene mucho decir que el bibliotecario es un personaje que ha logrado adaptarse pese a este enorme avance tecnológico. Mejor sigamos con la idea romántica e inocente de un oficio anacrónico, en extinción.
Siga persuadiendo a sus lectores de que usted nos está haciendo un favor al escribir sobre un oficio en el que nadie repara. Omita deliberadamente que desde 1956, en Antioquia, se fundó en una de las más prestigiosas universidades públicas, la primera escuela colombiana para formarse profesionalmente y que no la han cerrado, ¡Qué excentricidad y qué desperdicio de espacio para estudiar lo que le conviene a esta sociedad! Porque lo que hay que mantener en el imaginario es que el bibliotecario es un empírico bibliófilo y amargado que se ha negado a aprender porque se dedica a custodiar el conocimiento que fácilmente está internet ¿no?
Por eso, sea benévolo con el bibliotecario, perdónele que haya pasado por alto el progreso y, de paso, sea claro con el lector y explíquele que existen las bibliotecas gracias a los bibliotecarios. Que sea esta una verdadera oportunidad para que otros, los que no saben qué hacer con sus vidas, le sigan el ejemplo al bibliotecario y se conviertan en uno. Ayude a que no se acaben. Es que realmente los necesitamos. Será una orientación vocacional original.
Luego de que en el texto se haya agregado que el bibliotecario posee una increíble incapacidad para usar las tecnologías y que usted ha sido testigo de que no las necesita, no gaste sus palabras tratando de exponer por qué muchas bibliotecas parecen de los años cincuenta, aunque también hay otras que son lo más parecido a un laboratorio, con estudio de grabación incluido, pero bien ubicadas en un tercer piso, apenas para que todos ingresen. Pues éstas últimas no se parecen a sus bibliotecarios. Mejor dedíquese a argumentar solo hacia el final de su texto, que en todo caso debe ser más corto que éste, porqué en pleno siglo XXI el bibliotecario no es obsoleto, pero primero créalo con fuerza para que su lector le de la razón. Recuerde: confunde y vencerás.