¡¡¡Ahora, la puta soy yo!!!

En estos días conversaba con un gran amigo mientras tomábamos una, muy agradable y deliciosa, cerveza fría y escuchábamos algo de rock ochentero/noventero. Él, con quien comparto la vocación y labor de ser docente universitario, fue quien me sugirió el tema que hoy les traigo, así que aquí voy.

Cuando por allá en marzo de 2020, el gobierno nacional (ya saben el porqué de las minúsculas) determinó ese encierro preventivo, sostenible, pluscuamperfecto, divo, empoderado y todos los demás adjetivos que le colgaron para hacerlo parecer bien planeado (no por nada este gobierno va a pasar a la historia por el uso excesivo, casi infinito, de eufemismos), una de las medidas que contempló fue la realización de las clases de una manera no presencial. Esta medida, de manera inmediata, se convirtió en un reto para las universidades, los docentes, los estudiantes y las familias de estos dos últimos, porque, a pesar de venirse discutiendo desde hace algunos años, no se habían implementado herramientas o plataformas que lo permitieran ni se había formado plenamente a estudiantes y docentes en aquello del aprendizaje autónomo o las herramientas para la virtualidad (que, para tirárnosla de sabihondos en esto, decidimos llamarlos encuentro sincrónicos y asincrónicos – algo se nos tenia que pegar de este gobierno-). Todo eso, sin mencionar los evidentes problemas de acceso a equipos, internet de calidad, material de estudio, etc., ya que no quiero que esto sea el tema de la presente.

Algunos docentes que teníamos algo de formación en estas áreas, empezamos a migrar nuestro formato de clase a uno que se adecuara mejor a estas nuevas circunstancias, llegando a probar eso de ser youtuber después de los 40 (cosa que me pareció súper divertida y llena de nuevos aprendizajes), una cantidad de software que antes nos era desconocido y otras cosas más. Otros tantos, tal vez pensando que la situación no se iba a extender en el tiempo, decidieron simplemente seguir con el mismo formato de clases magistrales pero a través del computador, obligando al estudiante a permanecer con más de un equipo computador y varias cámaras para constatar que estaba poniendo atención, llegando incluso a tratar de hacer los mismos tipos de evaluaciones parciales y quejándose después porque todos sacaban 5,00 debido a formas ingeniosas de hacer copia (porque no se puede negar que en ese sentido, la capacidad de adaptación e innovación de los estudiantes fue sorprendente). Y, algunos más, no entendieron de qué se trataba esto y se limitaron a bombardear con gigabytes de PDF´s a los estudiantes y después, evaluando al pie de la letra lo que estos decían. En estos dos últimos casos, es imposible no darle la razón al estudiante cuando caía preso de un descomunal sueño, porque es innegable que, bajo esa nueva situación, esos formatos son unos verdaderos ladrillos que golpean en la cabeza y noquean hasta a Mike Tyson.

Pero hubo algo que no cambió y es el modelo pedagógico de las universidades, y sin tener en cuenta el nombre dado (constructivista, dialogante, etc) todos convergen en un punto y es que existe una corresponsabilidad en el aprendizaje, es decir, que el docente no es el responsable único del aprendizaje y el estudiante un sujeto pasivo del mismo que se limita a recibir información y la aprehende como pueda. No, el estudiante es, también, un sujeto activo  y responsable del éxito de este proceso. Y es acá donde el proceso también tiene sus fallas. Porque desde ese mismo mes de marzo de 2020, el estudiante también se dividió en grupos, estando aquellos que, conscientes de su responsabilidad se conectaban a clases y haciendo lo posible por sobrevivir a los tipos de docentes que anteriormente describí, cumplen juiciosos con su rol y las exigencias. Otros tantos, se “conectan” o mejor, encienden su computador y lo dejan de lado mientras siguen dormidos o se ponen a ver televisión, salen de paseo o realizan otras actividades. No puedo negar que, en algunos casos, los padres de familia no entienden que ese es tiempo de clase (también reforzado porque ven que su hijo no le presta atención o le da importancia a ese momento) y ponen a su querido retoño, a ayudar en los quehaceres domésticos (he visto a algunos de mis estudiantes participar de la clase mientras lavan platos o barren sus casas). Y son esos que (nuevamente hago las correspondientes excepciones), cuando preguntas algo, salen con respuestas tipo “profe, me puede repetir, es que el internet esta lento” o cosas por el estilo (pero se puso lento fue en ese momento porque antes no se habían quejado); o se desconectan y vuelven a conectarse a los pocos segundo y, obvio, dicen algo sobre la calidad del internet que les impide responder.

Y está otro grupo, el de aquellos que no tienen ni el más mínimo deseo de conectarse a clase, dicen que después ven el video o le preguntan a sus amigos que dieron en clase; en los parciales o trabajos son los atenidos que esperan que por la buena voluntad de sus compañeros (o por dinero que les pagan) les pasen las respuestas o lo hagan por ellos, no les interesa nada porque tienen la convicción que al pagar el semestre, están pagando un tiquete express para pasar todos los cursos matriculados, no les da pena llorar ni inventar las más trágicas excusas al final con tal de que los pasen. Son tan inconscientes de su responsabilidad en el proceso formativo que cuando salen de la carrera, los escuchas diciendo que la universidad no les enseñó nada que les sirviera para ejercer la profesión o para la vida (algunos hasta lo ejemplifican con el chiste flojo de la utilidad de la flauta en el colegio o del binomio cuadrado perfecto).

Luego te sorprendes cuando los ves exigiendo calidad en la educación. ¡Vaya descaro! Hijo, entiende, la calidad de la educación no depende solamente de la Universidad o del profesor, también depende de TI, de tu compromiso con ser un estudiante de calidad, de tu responsabilidad con el estudio y con tu futuro.

Sé que ahora algunos de los que estén leyendo esta columna dirán: “yo soy del primer grupo de estudiantes, pero sí conozco algunos que son de los otros” y sí, habrá algunos que lo sean. Los otros, los que no lo son, dirán: “yo soy del primer grupo de estudiantes, pero sí conozco algunos que son de los otros” (¿Cómo les parece? Sí, se reconocen pero no lo admiten, en fin, la hipocresía). Y al final, quedaré como el borracho del cuento que da título a esta columna y el cual les relato para aquellos que no se lo saben:

Tres (3) prostitutas y un borracho estaban en una esquina teniendo sexo a las 2:00am. En ese momento pasa la patrulla, los detiene y se lleva a los cuatro (4).
Al llegar a la Estación de Policía, les dicen: “Nombre y ocupación”
– La primera dice: Fulanita Fernández, Abogada.
– La segunda dice: Sutanita Pérez, Ingeniera.
– La tercera dice: Perencejita González, Médica
Viendo el panorama, el borracho dice:
-Juan David, y al parecer, ahora, la puta soy yo !!Que belleeeeza!!

Ingeniero Industrial - PhD en Desarrollo Sostenible #SustainableDevelopment #Sustainability

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