A propósito del desabastecimiento

Hola querido lector, extrañé un poco escribirles la semana pasada, esta semana quisiera compartir con ustedes dos cosas: la primera es una confesión que nos hará pasar del anonimato al desprestigio. Cuando estaba en la Universidad  Nacional de Colombia estudiando, conté cuentos y fui uno de los monitores de La Perola, el espacio de Cuentería Universitaria más antiguo de América Latina (hay una pelea con la Javeriana al respecto por meses y reconocimiento, pero el de la Nacho era más chévere). Si, conté cuentos y me siento orgulloso de haberlo hecho porque me brindó herramientas maravillosas para la vida.

Pensando con un poco de desesperanza volví en mi memoria a los años de la universidad con el señor ex presidiario de presidente y viendo esta coyuntura recordé la adaptación libre que hice a partir del Cuento La Carne de 1949, del Poeta y escritor cubano Virgilio Piñera, y que adapté para contar en la Nacho hace muchos años y hoy  traigo para ustedes.

Nuestra Carne – Versión Libre-

Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no vale la pena exponer, la población empezó a sufrir una pérdida primero gradual, luego casi total y finalmente absoluta de carne. Y muy pronto se vio a sus habitantes comiendo los más deliciosos y variados vegetales, ahora yo no sé si a usted le guste pero a mi tal vez no…  el brócoli, la coliflor, las acelgas, la ensalada de remolacha con zanahoria que mancha el arroz blanco, arroz que tiene que ser blanco limpio inmaculado y puro – porque el lixiviado que suelta esta ensalada se va por los submundos del plato y mancha el arroz y eso es horrible-.

Lo mismo le pasó a don Asdrúbal que un día harto de comer legumbres, se fue a la cocina y saco el cuchillo más afilado que encontró y se metió al baño, acto seguido bajo su pantalón buscando algo de proteína que fuera suculento y que no necesitara mucho.  Miró al espejo, miro al cuchillo, miró al espejo, miro al cuchillo, miró al espejo, miró abajo hacia flipper y lanzó el cuchillo hasta que se dio cuenta de que este había quedado bien afilado y se detuvo. Miro al espejo y dijo: – No, chorizo no – luego empezó a ver qué otra parte de su cuerpo le podía servir para estos fines y encontró que cualquiera de sus dos nalgas de preferencia la izquierda le podría servir para saciar sus necesidades de carne.

Bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado, lo adobó con sal y vinagre, lo pasó –como se dice– por la parrilla, para finalmente freírlo en la gran sartén de los asados del domingo.

Se sentó a deglutir, como decía mi abuela, y masticó el primer bocado 28 veces como corresponde y al segundo solo lo masticó 24 porque las ganas le pueden mas al miedo. Entonces llamaron a la puerta; era don Andrés el mejor amigo y vecino de don Asdrúbal que venía a desahogarse.

Andrés lo miró cómo preguntándole – usted para quién trabaja? – Pero Asdrúbal le explicó que era que había extraído una parte de su correspondiente nalga izquierda, cosa que Andrés celebró y le pidió que no se la comiera y rápido, raudo y veloz fue corriendo hasta dónde la primera autoridad de aquel lugar.

Cuando la primera autoridad llegó le expresó a don Asdrúbal la intención de qué él le explicara a su pueblo la manera en la que se alimentaba y le dijo:

  • Óigame Don Asdrúbal, hijito, a mi me gustaría de verdad que vos le explicaras a mi pueblo como es que te alimentas porque mi pueblo, don Asdrúbal, está aguantando hambre y es mejor que tengan algo que comer y que toquen música, porque recuerde don Asdrúbal, que cuando un niño abraza un instrumento jamás empuñará un arma.

-Por eso fue que cerraron la orquesta sinfónica nacional-

Días después fue dispuesto para tal fin un lugar en la plaza principal del pueblo y don Asdrúbal le explicó a cada un de los habitantes del pueblo como debían cortar dos filetes de su respectiva nalga izquierda porque la idea era que estuvieran todos en igualdad de condiciones. Académicos respetables hicieron cálculos y a razón de una persona de peso promedio de 70 kg y descontando vísceras, pulmones y órganos no digeribles, sus reservas de carne alcanzarían para 40 días.

Pocos días después empezaron a verse cosas maravillosas, las mujeres empezaron a ahorrar dinero y tiempo al momento de vestirse, porque ¿a quien no le gusta una buena pechuga a la plancha? Entonces al no tener que cubrir su caja torácica el tiempo les iba a rendir más.

Don Asdrúbal se separó porque su esposa – un poco molesta y con razón – le reclamó por haberle cortado la lengua a su mamá, el le replicó diciendo: – tranquila vete, yo lo único quería era disfrutar de la mejor versión de la compañía que puede brindar tu mamá, cuando en completo y absoluto silencio-

Dos amigas que hacía muchísimo tiempo no se veían no pudieron besarse, pues habían usado sus labios en la confección de unas frituras de gran éxito: cortaban la parte carnosa, luego la pasaban por agua, harina de trigo y miel y eso quedaba delicioso; tanto que el director de la cárcel no pudo firmar una sentencia de muerte porque su esposa le había hecho unas de estas frituras y le quedaron tan ricas que él literalmente se había chupado los dedos.

El bailarín del pueblo por respeto a su arte, la ultima porción de su cuerpo que había dejado para consumir era la parte carnosa de los dedos de los pies, así que, un día para su último espectáculo convocó a todo el mundo a la plaza principal del pueblo y a través de la danza se cortó el ultimo pedazo de carne que tenía, sin pasarlo por un sartén lo llevó hasta el agujero que tenía por boca y todo el mundo vio como bajo por la laringe, la faringe, el esófago y llego al estomago y de nuevo al suelo;  porque a él le encantaba como a mi, el mondongo.

Los problemas de orden público pararon, ya no había hambre, guerra o narcotráfico, no había secuestros, violaciones ni paros, ya no había corrupción. Y quedó escrito en los anales de la historia que ni propios ni extraños de aquel lugar volverían a pisarlo, simplemente por el miedo que les producía saber que el pueblo colombiano, se alimenta de su propia carne.

2da Confesión, el ejercicio de volver a escribir la versión del cuento que contaba hace como 12 años fue un desafío y a veces extraño la cuentería.

Gracias por estar aquí y habernos leído.

No es Juan pero tiene J. Mis súper poderes: Papá de Santiago que empezó a caminar, buena gente, felizmente casado con una Santandereana! Y los suyos?

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