26 tragedias familiares

Son Dieciocho los detenidos por el asesinato del presidente haitiano, Jovenel Moïse, y se dice que otros ocho se habrían dado a la fuga (la información puede cambiar en cualquier momento) y estarían en alguna parte de la isla huyendo de la justicia. Muchas preguntas, al igual que escenarios confusos, se han planteado alrededor del magnicidio del presidente Haitiano pero más que nada, sobre ¿cuál es el papel que las fuerzas militares – quieran o no- tienen en esta situación?.

Haití fue el primer país ubicado en esta parte del globo, que logró su independencia de los franceses en 1804. Desde ahí ha tratado de consolidarse como una república, sin embargo, es el país más pobre de la región con los índices más altos de desigualdad e inequidad, seguido de cerca por Colombia, un país ubicado en la esquina superior izquierda de Suramérica y que como dice mi querido profesor Darío Fajardo, tiene como principal característica geopolítica su ubicación. En palabras del Doctor Fajardo… “estamos mal parqueados”. Pero en este caso, no somos los únicos, Haití está igual o peor parqueado que nosotros, su ubicación hace que sea una de las rutas de tráfico de drogas hacia el norte del continente.

Los problemas de narcotráfico han tocado la institucionalidad de los dos países. vale la pena recordar que varios altos mandos de la policía Colombiana han sido detenidos y/o pedidos en extradición por el gobierno de Estados Unidos. Familiares en diferentes rangos de consanguinidad: hermanos, sobrinos, tíos o familiares políticos: cuñadas, suegros, consuegros, de la clase política colombiana en donde se pueden mencionar presidentes, vicepresidentes, ministros, directores de la policía, de la Aerocivil, embajadores, etc. Todos han sufrido de esta “tragedia” familiar, como la llamó la vicepresidenta de la república Martha Lucía Ramírez, al referirse al caso de su hermano que cayó de manera “inocente” en este flagelo –como caen todos y no hay delitos de sangre- del narcotráfico.

En el caso de los exmilitares y al parecer los dos militares activos – cosa que se está investigando y ya formaron una comisión, (es decir, no va a pasar nada) estas tragedias familiares se configuraron con plata de todos los colombianos. Es decir, al parecer todos nosotros, somos auspiciadores de la formación de mercenarios que se venden al mejor postor y lo hemos venido haciendo por años.

En 2011 el tema se ventiló por una nota que salió en el New York Times. El diario estadounidense, informaba que un grupo de mercenarios Colombianos, exmilitares en su mayoría, viajaron a emiratos árabes para resguardar la seguridad de la familia real. Y no han sido los únicos. Empresas privadas que prestan servicios de seguridad, empezaron a crecer desde el ataque a las torres gemelas, para prestar servicios de seguridad de manera “legal” con sus propios cuerpos de seguridad, algo así, como ejércitos privados de personas que están armadas y prestan vigilancia y seguridad privada, algo como una convivir, pero con nombre en inglés y con más estatus, porque operan dentro de la “legalidad”.

En el 2013, “exportamos” mercenarios a la guerra de Afganistán reclutados por la firma Estadounidense Blackwater, que pasó de prestar servicios con unos 900 soldados a unos 20 mil, dentro de los cuales, oficiales y suboficiales formados en el ejercito de Colombia fueron contratados y prestaron sus servicios. De acuerdo con el diario el país, solo esta firma logró ejecutar contratos por más de 1600 millones de dólares entre 2009 y 2012. Esta nueva forma de abrirse paso dentro del capitalismo, hizo que se consiguiera mano de obra muy bien calificada en Colombia, con un costo menor calculado entre el 15% y el 20% menos de lo que cobraría un soldado norteamericano. Pasó lo mismo en 2010, 2013, 2015 y hasta el presente, de hecho, ha habido presencia de mercenarios colombianos en las guerras de Libia, Sudán, Yemen, Irak, Afganistán, en Centro América y hasta el conflicto interno con los carteles de la droga en México.

La cuestión central, no es si estamos “exportando” mercenarios, porque de hecho, le puede asignar el nombre o el estatus que quiera. El problema, radica en que en un conflicto armado interno de largo aliento como el colombiano, los gobiernos y las fuerzas militares se han preocupado por mejorar las capacidades de las “maquinas de guerra” estatales – Citando al ministro Molano- pero no se han preocupado por la gente que está metida en el conflicto y que ha dedicado su vida a capacitarse en el difícil y peligroso oficio, de saber dar bala. Los programas del gobierno para la transición a la vida civil son débiles y obviamente -como todo en este país- tienen sesgos y diferencias por clase social.

No tienen las mismas oportunidades, ni espacios de capacitación los suboficiales que los soldados profesionales, los subsidios de vivienda son mínimos para los segundos y las oportunidades de empleo en este país ya las conocemos todos. La pregunta que deberíamos hacernos como nación es: ¿qué va a hacer un soldado profesional que toda la vida adulta, lo único que ha hecho es especializarse en la guerra después de que se jubile? La respuesta a esta pregunta, en el segundo país más desigual de américa latina – después de Haití- es buscar la forma de llevar sus medios de vida adelante y la forma de hacerlo es vender lo que ellos saben hacer a un precio competitivo y al mejor postor.

La formación de los soldados no debería ser solamente en actividades relacionadas con el conflicto y la transición no debería ser solo de un año, hay que profesionalizar a los soldados y a los policías. Y eso no consiste en hacerlos mejores guerreros, deberíamos convertirlos en mejores personas, que puedan contribuir al desarrollo de la sociedad y a su transito a una vida civil normal.

Pero nosotros los ciudadanos de a pie estamos tan desconectados de nuestra propia institucionalidad que no sabemos en qué se gastan nuestros impuestos. Impuestos que ahora mismo, se invierten durante 25 años en formar colombianos con extraordinarias habilidades para la guerra, pero sin la ética suficiente para saber si deben o no, atentar -presuntamente hasta el momento -contra la estabilidad y la democracia de otro país y-posiblemente- contra la vida de un presidente de la nación. ¿Cuantos soldados se jubilan al año en Colombia? Porque bien podrían ser muchas más de 26 las tragedias familiares de las que nos vamos a enterar en los próximos años.

Y usted amigo lector, ¿ya sabe en qué se invierten sus impuestos?.

Zoociólogo (zootecnista + Sociólogo) papá de SGE, esposo de Natalia, lector de cuentos para 😴 Padawan de phd en Estudios Sociales. estoy en @biodiversoscol

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