Esta mañana desperté con un pensamiento recurrente. Me sucede cada día al despertar y lo atribuyo a la falta de sueño o al cansancio; sin falta, una idea se siembra y crece en mi cabeza, dando vueltas hasta el olvido o llenando cada espacio de tiempo hasta el hastío y como recuerdo haber leído alguna vez de Becquer o de Borges, o de alguien, es mejor dejar esas palabras salir, antes de que perforen tu cabeza.
Hoy, incluso antes del desayuno, la idea que vino a mi se relaciona con la ciencia, con la amargura, con la cada vez más pobre división de las ideas del mundo que encuentra excusas para separarnos con etiquetas y acabar con el poco de fe que pueda quedar en mi.
Hoy el mundo se divide entre quienes ven el desafío o prefieren Master Chef (aunque ambos canales hayan sido cancelados categóricamente) y quienes aseguran nunca haber visto un solo capítulo. Ayer eran los amantes del fútbol y un poco antes, los que bailaban “despacito” -cuando aún podíamos ir sin remordimientos o señalamientos a bares y discotecas- y los que estaban hartos de ese ritmo. Hace un mes (y dos, y tres) eran los fans y detractores de Maluma, los de Balvin y los de Vives. De vez en cuando son los ateos y los creyentes, a veces también la lucha se manifiesta entre quienes adoran las selfies y quienes solo usan las redes para odiar a los primeros, los seguidores del Harry Potter (y el demonio de la magia y la brujería, dirían algunos) y los que prefieren crepúsculo… Magos y vampiros, hombres lobo y un CEO pervertido. Blanco y negro, buenos y malos, el gym y el ñam…
Y andaba en esta reflexión al despertar cuando lo vi… La ciencia parece estar del lado del grinch, sustentando en cada caso su amargura, acrecentando la división, dando pie y sustento a la superioridad de un grupo sobre otro:
- Si no te gusta el reggaeton… Dale… que tenemos estudios científicos que “prueban” cómo los amantes de este género tienen un coeficiente intelectual menor.
- Si no te gustan las selfies… Toma… que hay científicos que “comprobaron” la relación entre tantas fotos y el rendimiento sexual, la baja estima, la infelicidad, la envidia… (escoge, en este campo hay muchos).
- Si no te gusta la última canción de moda… muévete… que hay incluso matemáticas que explican por qué tu cerebro inútil fue engañado, e incluso existen simples y complejas ecuaciones que ayudan a explicar por qué eso no es música.
- Si no te gustan las redes sociales… Like y comparte… Que ya está “estadísticamente” demostrado cómo están llenas de vidas de mentiras, y un prestigioso estudio develó la tristeza de quienes siempre sonríen en cada post.
PERO NO… LA CIENCIA NO ESTÁ DEL LADO DEL GRINCH… LA CIENCIA NO ES CULPABLE DE LAS DIVISIONES DEL MUNDO… LA CIENCIA NO ES RESPONSABLE DE QUE SEAMOS UNOS INDIVIDUOS QUE NECESITAMOS ESTUDIOS Y PUBLICACIONES QUE NOS HAGAN SENTIR QUE SOMOS SUPERIORES A LOS DEMÁS.
Podríamos, en el vasto universo del saber escrito, encontrar al menos un estudio, sacado de una “prestigiosa” universidad o publicado en un “reconocido” journal, que en cada caso que demuestre o sustente nuestra amargura (digo, nuestra superioridad) en cualquier área. Y es ciencia diríamos sin pudor… “no lo digo yo” escribiríamos en nuestro perfil con el aire de superioridad y la autoridad que brinda usar las palabras de alguien más para describir nuestros pensamientos. Creemos en la ciencia cuando necesitamos sustentar nuestro odio, nuestra amargura o nuestras frustraciones y el resto del tiempo, cuando es necesario e importante, sin embargo, evitamos las señales… – ¿El cambo climático? No hay datos concluyentes– Las vacunas: Mi tía me dijo que un conocido de otra vida se pescó una gripa y se le pegaron las deudas del brazo
– ¿Le gusta el Reggaeton? uhhhh, prestigiosa universidad demostró que los fanáticos lo tienen chiquito (el cerebro).
Y así… vamos por la vida buscando papers que alimenten nuestro interés en que nos hagan sentir que somos únicos, abiertos a creer cualquier cosa que tenga el sello de la ciencia, siempre y cuando pueda dar sustento al odio encarnado (o a los prejuicios) que llevamos dentro… Aceptamos la ciencia cuando nos es útil para dividir en bandos, siempre y cuando nos haga sentir superiores o al menos nos dé la razón. Mientras tanto, el resto del tiempo entregamos nuestra vida, nuestra seguridad y nuestro futuro a charlatanes. Los científicos son buenos para dar sentido al vacío de nuestros argumentos cuando no queremos algo, pero no hay nada mejor que un tegua, o un brujo, para traer de regreso al ser amado, amarrado y sin compromiso en 7 días.
Mientras tanto los fanáticos del fútbol, el desafío y Master Chef se desvelan felices y compartiendo su felicidad al mundo… Y los demás se sienten únicos al saber que hacen parte de los millones que no han visto un capítulo… Rumiando su frustración, hasta que en un día cercano, una prestigiosa universidad logre descubrir que lo tienen chiquito (el cerebro)… Y ese día dormirán tranquilos… Y superiores.